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En las escuelas no se puede seguir obviando que el cerebro es el órgano del aprendizaje y de la conducta (Entrevista a Félix Pardo, coordinador del blog escuelaconcerebro.org)

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El pasado 1 de diciembre respondí a una entrevista realizada  a través del correo electrónico por Júlia Vernet, alumna de segundo curso de bachillerato en el IES Jaume Salvador i Pedrol de Sant Joan Despí (Barcelona). El motivo de la entrevista fue la elaboración de un trabajo de investigación que los alumnos catalanes deben presentar antes de finalizar su bachillerato, siendo el tema escogido por Júlia el de la relación entre el cuerpo y la mente. Su tutora del trabajo ha sido Carme Alfaro, profesora de filosofía y escritora. Las otras personas entrevistadas han sido Antoni Prevosti, profesor titular de Filosofía de la naturaleza en la Universitat de Barcelona, Xavier Navarro, neurólogo clínico y profesor de Fisiología en la Universitat Autònoma de Barcelona, Josefina Prieto, educadora en Meditación Acem, Miquel Sunyer, Ingeniero técnico de telecomunicaciones y galardonado nadador de larga distancia en aguas abiertas con el GEIG, y Julie Berroneau, bailarina de danza contemporánea, coreógrafa y maestra de danza. Todas estas entrevistas constituyen la parte práctica del trabajo de Júlia y tienen por objeto profundizar en el conocimiento de la relación entre el cuerpo y la mente por lo que respecta a la práctica de determinadas actividades profesionales, así como en la manera en que se gestionan las emociones y se supera el estrés en el curso de esas mismas actividades.

En lo que a mí respecta, la elección se debe al hecho de haber ideado el blog de neurodidáctica escuelaconcerebro.org, en el que desempeño la función de coordinador y editor. Con mis respuestas he tratado de manifestar mi manera de entender la filosofía como un género de vida, así como mi comprensión de la neurodidáctica como una nueva oportunidad para mejorar la educación desde las evidencias empíricas. Si me he decidido a publicar esta entrevista en el blog es porque puede aportar algunas opiniones que permitan entender mejor nuestro proyecto. El original del trabajo de Júlia está redactado en catalán. La traducción al castellano la he realizado yo mismo para facilitar su lectura a todos nuestros seguidores de fuera de Cataluña.

¿Qué es la neurofilosofía? ¿Cuál es su función? ¿Cuáles son las preguntas que plantea? ¿Y cuáles son sus respuestas?

La neurofilosofía es una nueva disciplina filosófica que nace de la ciencia del cerebro y por tanto forma parte de las neurociencias. Los temas y problemas que estudia son los mismos que los de la filosofía. Lo que cambia es el soporte de sus argumentaciones. La neurofilosofía se basa en los procesos cognitivos y en las bases genéticas que estudia la neurociencia. Así, por ejemplo, si el objeto de estudio es el comportamiento ético, se parte de los conocimientos experimentales obtenidos en las investigaciones sobre el cerebro que tratan de explicar tal comportamiento. Sobre esta base se extraen conclusiones, se revisan críticamente los argumentos de la tradición filosófica y se proponen nuevas ideas o nuevos enfoques. El libro titulado Neuroética de Kathinka Evers sirve de testimonio de lo aquí apuntado.

Conviene diferenciar esta disciplina de la Filosofía de la mente así como de la Teoría de la mente. La primera aparece ya desde los inicios de la filosofía, con un filósofo presocrático llamado Alcmeón, que se adscribe a la tradición pitagórica. Su objeto de estudio es la naturaleza y el origen de la mente, y en particular de la conciencia. En cambio, la segunda tiene por objeto de estudio nuestro cerebro social (creencias, deseos e intenciones) así como las inferencias sobre nuestras vivencias sociales. La Teoría de la mente está realizando una contribución fundamental a la comprensión de fenómenos como el Autismo.

¿Por qué tenemos necesidad de juicios morales? ¿Qué relación tienen con las opiniones? ¿Pueden las neurociencias darnos una explicación sobre su origen y naturaleza?

Las neurociencias han demostrado experimentalmente que el comportamiento moral y las normas sociales son innatas, al menos en sus principios básicos. Basta leer algunos títulos de libros de los más importantes neurocientíficos para asentirlo, como La mente moral de Marc Hauser o El cerebro social y El cerebro ético de  Michael Gazzaniga. Esto no debería extrañarnos en absoluto, porque de los contrario no serían posibles fenómenos culturales como el diálogo interreligioso o el acuerdo internacional sobre los derechos universales.

Simplificando mucho, la moral es un código de normas de conducta como seres sociales que somos, por lo tanto es lo que hacemos o decidimos en nuestra relación con los demás, mientras que la ética es un conjunto de principios que orientan nuesta conducta moral y forman nuestro carácter a lo largo de la vida. Existe por consiguiente una interrelación que conlleva su mutua modificación. Ahora sabemos gracias a las neurociencias, lo que hasta hace poco no era más que una creencia, que existen unos principios universales que orientan nuestra conducta, así como que existen unos patrones de comportamiento también universales. Así, por ejemplo, antes creíamos que la resolución de un dilema moral respondía al ejercicio de nuestra libertad o a una deliberada voluntad. Pero ahora sabemos que responde a dos situaciones: el cálculo racional utilitarista o la inclinación motivada por una implicación afectiva. La primera situación se produce en la corteza prefrontal, la sede de las funciones cognitivas superiores, mientras que la segunda situación se produce en la amígdala cerebral, la sede de las emociones básicas, como el miedo o el apego afectivo. Ahora bien. Lo que también sabemos es que el cerebro sólo nos predispone a una determinada toma de decisiones o a un determinado comportamiento. La acción final está influida por nuestras relaciones sociales, la cultura, el lenguaje y el aprendizaje. En consecuencia los principios éticos que finalmente adoptemos y las normas morales que finalmente realicemos dependen de nuestro desarrollo psicológico en un determinado contexto social. De ahí la importancia de la educación, primero en la familia y después en la escuela.

¿Cuál es su opinión sobre la inteligencia artificial?

Los últimos estudios en Filosofía de la mente, como los de Roger Penrose, concluyen que la única ventaja de un ordenador sobre un cerebro es la memoria, pues la capacidad de almacenamiento de información de un ordenador es prácticamente infinita. Sin embargo, el cerebro sigue teniendo la ventaja de la velocidad de procesamiento de la información. Tal vez en los próximos 20 años, con los llamados ordenadores cuánticos, esta ventaja se equipare. Pero hay otra diferencia que incluso desde la teoría cuántica parece insalvable, el sistema lógico. Nuestro cerebro está organizado de tal forma que las emociones están implicadas en el razonamiento. Dicho de otro modo, la lógica de la razón subsume la lógica del corazón, quedando radicalmente influida por ella. Esto hace del cerebro humano un órgano único, por lo que ningún ordenador lo puede superar o reemplazar, como mucho emular.

¿Cuáles son los límites morales de la ciencia, en particular de la neurología? ¿Se respetan? (¿Es la neurofilosofía la que fija esos límites?)

La ética sigue siendo la disciplina filosófica que tiene como función establecer criterios normativos, esto es, determinar el deber ser. Hay que tratar de evitar la moda de lo “neuro” y aplicarlo indiscriminadamente a todo. Desde la perspectiva ética los filósofos tienen el deber de llamar la atención a los científicos sobre aquellas investigaciones que puedan causar daño a las personas, apelando a su responsabilidad moral. En este punto, nada ha cambiado por lo que toca a una de las funciones tradicionales de la filosofía.

¿Cree que se podría hacer una simulación del cerebro que vaya más allá de los inputs i outputs? Si esto es posible representaría un avance en el conocimiento de la relación cuerpo-mente, ¿pero cree que se podrá llegar a descifrar esta relación por completo? ¿Qué implicaciones tendría este conocimiento?

Todavía hay mucha especulación en relación al funcionamiento del cerebro, si bien es cierto que en los últimos 20 años se han hecho avances revolucionarios. Una cosa que sabemos, pero que ya el genial David Hume anticipó (uno de los pocos filósofos que leen los neurocientíficos hoy en día), es que todo lo que sabemos de la realidad son creencias, unas predicciones acerca de lo que experimentamos o vamos a experimentar, y a través de ellas tomamos decisiones. Así que o bien vivimos recluidos en nuestra conciencia (solipsismo), tal como postuló Descartes, o bien vivimos en un juego de ficciones (perspectivismo), tal como postuló Nietzsche.

Hoy en día existen dos líneas de investigación que en las próximas décadas nos informarán sobre el funcionamiento del cerebro. Una es la de los integrantes de la comunidad de la inteligencia artificial que creen que podrán construir un ordenador que simule el cerebro humano. El proyecto que dirige Henry Markran va en esta dirección. La otra línea es la de los integrantes de la comunidad de la física cuántica, que creen que podrán describir la mente como un dispositivo cuántico. El equipo liderado por Roger Penrose trabaja en esta dirección.

¿Se inclina por la belleza de la naturaleza y la fascinación de entenderla o más bien le produce temor?

A esta pregunta ya respondió Kant con su distinción entre el juicio estético de la belleza y de lo sublime, y por mi parte te confieso que me tienta más lo segundo. En todo caso, el miedo es una emoción natural ante el peligro, y las ciencias, como todas las actividades humanas, pueden conllevar peligros. Sólo hay que pensar en la energía nuclear. Frente a las promesas de las ciencias no tengo miedo sino un lúcido escepticismo. Otra cosa es cuando se producen abusos. Entonces hay que ejercer nuestros derechos como ciudadanos.

Lo que sí es preocupante es la desconexión entre la comunidad científica y la ciudadanía. Falta una deliberación pública sobre aquellos programas de investigación que pueden alterar la naturaleza humana y ser fuente de nuevas desigualdades, como los que se realizan en el campo de la medicina genética o de la agricultura transgénica. La ciencia no debería estar únicamente en manos de los gobiernos y de las grandes multinacionales. Pero para hacer partícipes a la ciudadanía debería fomentarse en las escuelas el estudio crítico de la cultura científica, algo que no se quiere hacer, y como botón de muestra la recientemente aprobada LOMCE que suprime la asignatura de Ciencias del Mundo Contemporáneo y restringe todavía más la presencia de la Filosofía en el Bachillerato y llega a suprimirla del todo en la ESO con la desparación de la asignatura de Ética. La ciencia, a pesar de sus pretensiones de objetividad y neutralidad, es también ideología. Y si no se desenmascaran sus fines bastardos, entonces no es sólo un medio de progreso material y técnico, sino también un instrumento de poder que impide la emancipación del ser humano.

¿Por qué escogió esta disciplina? ¿Qué es lo que más le atraía de ella? ¿Qué papel cree que puede tener en nuestra cultura? ¿Qué papel tiene en su vida? ¿Cómo le han influido los conocimientos adquiridos en el curso del tiempo?

Supongo que te refieres a mi apuesta por la Neurodidáctica. Hasta hace sólo 2 años no había escrito una sola línea sobre pedagogía. Llevo más de 25 años como profesor de Secundaria pero nunca me había interesado como tema de reflexión o estudio la educación. La enseñanza era algo que hacía por vocación y dadas mis circunstancias no problematizaba. Pero hace cosa de 2 años, cuando en el centro privado concertado en el que trabajo percibí el principio del fin de su proyecto pedagógico por las decisiones que estaba tomando la titularidad, comencé a pensar qué podía hacer. Lo que hasta la fecha había leído sobre pedagogía no pasaba en la mayoría de casos de simples ocurrencias o testimonios personales, o bien presentaba muchas insuficiencias desde el punto de vista del conocimiento experimental. Fue entonces cuando sentí la necesidad de encontrar evidencias empíricas. La educación siempre se había visto como un arte. Pero si quería aportar unas ideas suficientemente convincentes para los miembros de mi comunidad educativa para mejorar la educación y la viabilidad del centro, entonces tenía que basarme en la experiencia y no sólo en expectativas, sobre todo cuando yo no era ninguna autoridad. De ahí mi interés por la Neurodidáctica porque me permitía una aproximación crítica a la educación desde la experiencia. Cuando descubrí esta nueva disciplina propuse a algunos profesores del centro donde trabajo que participaran en un proyecto de autoaprendizaje, al que posteriormente se sumaron otras personas de fuera de este centro, que en estas fechas cumple ya 2 años. Para nuestra sorpresa ha sido reconocido como un blog de referencia en pedagogía (35webs.com), ocupa las primeras posiciones en las búsquedas en internet sobre neurociencia y educación (Google), y ha entrado en la lista de los 1000 blogs de mayor impacto en el mundo (ClustrMaps), llegando a estar entre los primeros 300. En dos años hemos alcanzado más de 340.000 visitas, unos 6.000 suscriptores y una comunidad de 5000 amistades en Facebook, el máximo permitido para particulares. Cabe destacar aquí el artículo “Inteligencias múltiples en el aula” de Jesús Guillén, con quien comparto la administración del blog, que ya ha superado las 25.000 visitas.

Pero mi objetivo inicial no se ha cumplido. Lejos de informar con los estudios que hemos ido publicando en el blog escuelaconcerebro.org la pedagogía del centro, hemos sido silenciados y en mi caso particular presionado para dejar el centro. No obstante, mi circunstancia biográfica no afecta a mi percepción de la Neurodidáctica. Como ya han señalado voces autorizadas, como el neurocientífico Francisco Mora, autor de un libro titulado Neuroeducación, el futuro de la educación pasará necesariamente por el conocimiento del funcionamiento del cerebro porque en las escuelas no se puede seguir obviando que el cerebro es el órgano del aprendizaje y de la conducta.

¿Qué piensa de las teorías filosóficas existentes sobre la relación cuerpo-mente? ¿Defiende alguna en particular?

Una de las aportaciones más importantes de las neurociencias ha sido el descubrimiento del papel de las emociones en todas las actividades racionales y conscientes del ser humano, así como la constatación que la mente y en particular la consciencia es una función del cerebro, en concreto de la red neuronal. Por consiguiente tenemos que replantearnos viejas dicotomías como mente-materia, emoción-razón, instintos-cultura, etc. Tenemos que abandonar ya los esquemas binarios del pensamiento dualista que han dominado el pensamiento occidental.

¿Qué piensa de la libertad y del alma? (En el caso que sea indeterminista, ¿qué objeciones tiene a la perspectiva determinista?)

Hoy en día tenemos evidencias empíricas de la existencia del inconsciente gracias al descubrimiento de los “marcadores somáticos” por parte de Antonio Damasio, expuesto en su libro El error de Descartes, así como del condicionamiento emocional de la inteligencia ejecutiva gracias al descubrimiento de las funciones de la amígdala cerebral por parte de Joseph Ledoux, expuesto en su libro El cerebro emocional. Estos descubrimientos nos llevan a cuestionar conceptos tradicionales como el del libre albedrío y el de responsabilidad moral, tal como plantea Michael Gazzaniga en sus últimos libros, en particular el titulado ¿Quién manda aquí? De todos modos, nuestra interacción con el medio social y nuestra plasticidad cerebral nos permite un cierto grado de libertad. En cambio, no tenemos ningún indicio racional de la existencia de la identidad personal como algo diferente a la red neuronal. Del alma como entidad metafísica e inmortal sólo podemos hablar desde la experiencia religiosa, tan legítima como la científica mientras no pretenda imponer su pretensión de verdad y negar el escepticismo que caracteriza el espíritu científico.

¿Cuál cree que es la posición mayoritaria dentro de nuestra sociedad respecto a la cuestión de la relación cuerpo-mente? ¿Considera que el contexto histórico, social o educativo influye en esa posición?

Para que disciplinas como la Ciencia Política, el Derecho, la Economía o la Pedagogía asuman los descubrimientos de las neurociencias hace falta incorporar en la formación de sus respectivos profesionales este nuevo campo del conocimiento, algo que en la actualidad no se hace. Pero la fuerza de las evidencias hará que se acabe imponiendo. Será entonces cuando todo este nuevo conocimiento se generalizará en el conjunto de la sociedad y operará un cambio de mentalidad. Pero todavía tendremos que esperar varias décadas, sobre todo por los intereses corporativos e ideológicos que hay en juego. Sólo hay que pensar en la reacción de una institución como la Iglesia ante la posibilidad de quedarse sin la idea de alma como una substancia trascendente, inmaterial e inmortal. ¿Cuántos creyentes conservarían su fe a sabiendas que son seres mortales sin posibilidad alguna de aspirar a la eternidad, salvo a través de la gloria de las obras culturales o de las huellas de su amor entre los mortales?

¿Qué piensa del estrés? ¿Qué papel cree que tiene en la sociedad occidental? ¿Y más concretamente en los jóvenes y en su educación?

El estrés es un tipo de comportamiento inducido ya sea por algunas emociones básicas como el miedo ante situaciones de amenaza o peligro ya sea por la inhibición en la satisfacción de algunas necesidades vitales por las circunstancias del medio o la presión que ejerce sobre el individuo la sociedad. Para entenderlo basta el ejemplo de la deshidratación, un problema común en las escuelas. Si durante un examen te falta tiempo para responder a todas las preguntas no saldrás del aula para ir a beber, o bien te quedarás con las ganas de hacerlo si el profesor te niega el permiso para salir del aula para beber. En esta situación se producirá un aumento considerable de los corticoides y de la ACTH, dos hormonas relacionadas con el estrés, que producirá –conviene subrayar aquí– un debilitamiento de las funciones cognitivas y afectará negativamente al resultado del examen, lo que causará un nuevo episodio de estrés.

Este ejemplo lo podemos generalizar a muchos otros comportamientos, lo que nos lleva a la conclusión que vivimos en entornos sociales cargados de violencia real o simbólica que impiden la satisfacción de nuestras necesidades vitales o bien producen amenazas o peligros. Si nos preguntamos por qué pasa ésto, la respuesta es simple: es un poderoso mecanismo de control social, así como de su legitimación por parte del poder de las autoridades. Sólo hay que pensar en el atentado de las Torres Gemelas de New York y en la gestión del estrés que hizo la Administración norteamericana, que le permitió desencadenar una política antiterrorista que vulneró derechos civiles y acuerdos internacionales.

Podríamos llegar a decir que los niveles de estrés de una población son un buen indicador de la cultura de paz, de la justicia social y de la felicidad de una sociedad, en una relación inversamente proporcional. Si como dice la OMS, la depresión será una pandemia en los próximos años, y esta enfermedad mental tiene en el estrés una de sus principales causas, entonces está claro que algo no funciona en nuestra vida social. La búsqueda de alternativas a nuestro sistema social dominante no es sólo una legítima opción que tenemos como ciudadanos sino que es un medio de procurar nuestro bienestar y garantizar la salud y la vida. En relación a esto último conviene recordar aquí la categoría “biopolítica” introducida por algunos filósofos comtemporáneos como Foucault.

¿En su opinión cuál es la razón por la que hay tantos libros de autoayuda? ¿Los lee usted? (En el caso que los lea, ¿qué le parecen?). Puede el conocimiento científico (en particular el referente a la relación cuerpo-mente) desarrollar un papel semejante al de los libros de autoayuda?

El mercado capitalista convierte en negocio cualquier necesidad, y cuando las que son vitales ya están satisfechas o bien no generan suficientes beneficios, entonces se crean necesidades artificiales. Por otra parte, las personas no son educadas en el autoconocimiento y la autonomía, sino en la dependencia a figuras de autoridad o expertos. Si combinamos estas dos circunstancias no es difícil entender por qué hay tantos libros de autoayuda.

No obstante existe un fenómeno más significativo, la falta de puentes entre la comunidad científica y la población en general. No vivimos una cultura científica, sólo somos el público objeto de los avances tecnológicos. En este sentido, la introducción de las TIC en las escuelas tiene la perversa finalidad de moldear futuros consumidores, porque no está probado que sean la mejor forma de aprendizaje, y mucho menos que tenga que ser la única forma de aprendizaje. En relación a lo que aquí argumento, sólo hay que ver el número y la calidad de los programas de TV dedicados a la difusión de la cultura científica, y lo que es más importante a la formación del espíritu científico. Brillan por su ausencia. Sí que hay muchos documentales y reportajes, pero se limitan a presentar una información que recibe pasivamente el espectador. Hay información pero no comunicación, que exige la participación del destinatario de la información. Y además se emite tal volumen de información que colapsa nuestra inteligencia y sentido crítico. Para botón de muestra pensemos en Internet.

Así pues, falta una adecuada divulgación científica que llegue al conjunto de la sociedad y de forma que fomente en cada uno de nosotros la construcción de los criterios que necesitamos para la vida buena. Habrá quien diga que la gente no quiere esto. Pero existen iniciativas que desmienten este juicio. Recuerdo el programa de TV Cosmos de Carl Sagan, emitido en los años 80, que tuvo en todo el mundo más de 100 millones de espectadores y que contribuyó a generar una conciencia planetaria y a familiarizarse con el materialismo científico, desplazando viejas y falsas creencias. En este punto, todavía queda mucho por hacer.


Archivado en: Educación Tagged: Emoción, Escuela con cerebro, Estrés, Félix Pardo, Neurodidáctica, Neurofilosofía, Relación cuerpo-mente

Neuronas espejo en el aula

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Estamos en un punto en el que los resultados de la neurociencia pueden ejercer una influencia significativa en la sociedad y en nuestra comprensión de nosotros mismos, y cambiarlas.    

Marco Iacoboni

Cuenta V. S. Ramachandran la historia de un paciente suyo que había perdido la mano en la primera guerra del Golfo. Como pasaba en situaciones semejantes, al tocarle la cara era capaz de sentir la mano fantasma. Al hacerle mirar a otra persona a la que Ramachandran acariciaba y daba golpecitos en la mano, el paciente exclamó que sentía en la mano fantasma las acciones que estaba observando. Examinando a otros pacientes, se observó el mismo efecto y, no solo eso, sino que también algunos de ellos sintieron alivio en el miembro fantasma al observar a otra persona que estaba recibiendo un masaje en la misma zona corporal (Ramachandran, 2012). ¿Puede que lo único que separe nuestra conciencia de la del otro sea simplemente la piel? Para el ingenioso neurocientífico, lo que nos permite estar conectados con otros, salvaguardando nuestra individualidad, es la interacción dinámica entre señales de circuitos frontales inhibitorios, un tipo de neuronas especiales (tanto frontales como parietales) y señales nulas de nuestros receptores en la piel y las articulaciones de la mano. Estas neuronas son las neuronas espejo.

Las neuronas espejo fueron descubiertas en 1991 por el grupo de investigación dirigido por Giacomo Rizzolatti al estudiar el cerebro de monos macacos. Estas células cerebrales especiales ubicadas en la corteza premotora (posteriormente, se observaron también en el lóbulo parietal) tenían la particularidad de que se activaban, no sólo cuando el mono cogía un objeto, sino también cuando observaba la misma acción en una persona o en otro mono. Su presencia en el cerebro humano ha sido demostrada tomando registros en neuronas de pacientes humanos (Iacoboni, 2006; Rizzolatti, 2004) y constituyen la explicación, desde la perspectiva neurobiológica, de las formas complejas que caracterizan a nuestros pensamientos y relaciones.

Las neuronas espejo constituyen el sustrato cerebral de la tendencia automática a imitar que nos caracteriza a los seres humanos, permitiendo a nuestro cerebro correlacionar acciones propias con ajenas y dotarlas de un significado (las regiones motoras de la corteza cerebral no se dedican sólo a tareas ejecutivas como se creía antes, “el cerebro que actúa es un cerebro que comprende”, como afirma Rizzolatti). Con las neuronas espejo podemos entender a los demás y nos vinculan desde el punto de vista mental y emocional (Iacoboni, 2009). Se cree, además, que fueron fundamentales en la evolución del lenguaje, dado que permiten imitar las vocalizaciones de los demás e interpretar sus intenciones (ver figura 1), por lo que si añadimos al lenguaje el aprendizaje por imitación obtenemos la cultura que nos hace humanos. Desde la perspectiva educativa, la importancia de todos estos factores es indudable, en especial lo referente a la cognición social.

Interpretación de la acción por las neuronas espejo

Imitación

Dos tipos de imitación con intenciones diferentes:

1. El profesor está explicando el proceso de resolución de un problema de forma metódica en clase. Un alumno, cuyas creencias son negativas respecto a su desempeño en la materia en cuestión, se siente más seguro siguiendo ese tipo de resolución analítica y ordenada, por lo que es capaz de replicar ese procedimiento en situaciones semejantes. Existe un referente.

2. El profesor está explicando el proceso de resolución de un problema de forma  desorganizada. Un alumno, cuyas creencias son negativas respecto a su desempeño en la materia en cuestión, se siente desmotivado y se niega a seguir las directrices marcadas por el docente. Se niega al referente.

En un estudio anterior al descubrimiento de las neuronas espejo, al analizar las posturas de estudiantes y maestros en horas de clase habituales, se demostró que cuanto mayor era la afinidad entre el profesor y sus alumnos éstos imitaban inconscientemente más la postura de aquéllos (Iacoboni, 2009). En concreto, predominaban más las posturas especulares (brazo derecho del maestro, brazo izquierdo del alumno) en lugar de las mímicas (brazos idénticos). Respecto al aprendizaje, está claro que se facilita a través de la observación porque las neuronas espejo permiten al cerebro estar preparado para imitar la acción observada (gran intuición la de Confucio: Me lo contaron y lo olvidé; lo vi y lo entendí; lo hice y lo aprendí). Afortunadamente, el lóbulo frontal de nuestro cerebro actúa de inhibidor y nos evita imitar todo aquello que observamos, aunque su lento proceso de maduración nos ha de permitir poder justificar ciertos comportamientos, especialmente entre los adolescentes, asociados a la falta de autocontrol.

Desde la perspectiva educativa, es evidente que la imitación ha de ser complementada por la creatividad para que el aprendizaje sea efectivo.

Empatía

Dos caras de la empatía:

1. El profesor entra sonriente y con energía en el aula. Explica historias con entusiasmo y se genera un clima emocional positivo. Los alumnos sienten que es consciente de sus necesidades, participan, están motivados y sonríen. Incluso cuando reciben reprobaciones perciben un tono afectuoso. Se respira entusiasmo.

2. El profesor entra cabizbajo y resoplando en el aula. Explica nervioso y tenso, con lo que se genera un clima de desconfianza. Los alumnos desconectan, no participan y resoplan. Reciben reprobaciones con sarcasmo. Se respira inseguridad.

El estado emocional del aula depende del profesor. Las investigaciones al respecto han demostrado que la comunicación no verbal, especialmente las expresiones faciales, permiten a los alumnos valorar, en muy poco tiempo, al docente que están observando (Ambady y Rosenthal, 1993). De forma automática, las neuronas espejo nos permiten comprender las intenciones y sentimientos de las emociones de los otros realizando una simulación de la expresión facial observada y conectando con el sistema límbico (el “cerebro emocional”) a través de la ínsula (ver figura 2). Como esta región cerebral se encarga de representar los estados internos de nuestro cuerpo, son los circuitos cerebrales que utilizamos para el autoconocimiento los mismos que nos permiten entender a los demás. Esto explica la correlación encontrada entre los niños más empáticos y con mayor competencia interpersonal  al observar e imitar expresiones faciales con la activación del sistema de las neuronas espejo, junto a la ínsula y la amígdala (Pfeifer et al., 2008).

Autoconciencia y empatía

Gestos y lenguaje

Gestos diferentes:

1. Al enseñar la ecuación 2 + 3 = x + 1, el maestro acompaña su explicación con gestos manuales que consisten en señalar los números del miembro de la izquierda, pararse al llegar al igual y señalar, a continuación, los números del miembro de la derecha.

2. Al enseñar la ecuación 2 + 3 = x + 1, el maestro acompaña su explicación con gestos manuales que consisten en ir señalando, de forma seguida, cada número de ambos lados de la ecuación (al coincidir esos gestos con los que utilizan los niños al realizar una suma, no sería extraño escuchar como respuesta el valor 6).

Los gestos adecuados facilitan el aprendizaje y, con el lenguaje, forman parte de un mismo sistema (las personas ciegas de nacimiento gesticulan cuando hablan). En experimentos en los que se pide a los participantes que observen una historia y que narren después lo que sucede, se ha demostrado que las neuronas espejo se activan de forma selectiva ante los gestos que acompañan las explicaciones en detrimento de los gestos que no las reflejan (por ejemplo, el típico movimiento de manos cuando se habla), es decir, hay un claro interés por los gestos que son importantes en las interacciones entre personas (Iacoboni, 2009).

En consonancia con la idea de que las neuronas espejo jugaron un papel importante en el desarrollo del lenguaje, se descubrieron en una zona del cerebro del mono que es la homóloga al área de Broca (ver figura 3), una de las principales áreas lingüísticas del cerebro humano. Y esta región se activa durante la imitación y la observación de la acción.

Neuronas espejo en el cerebro del mono y en el del hombre

Intuición y conexión social

Dos extremos de la intuición social:

1. El profesor advierte cómo la actitud inquieta de un alumno en clase está resultando molesta para algún compañero, por lo que fija la mirada en él y cambia su tono de voz. El alumno cambia su comportamiento.

2. En la misma situación que la anterior, otro alumno continúa con su comportamiento disruptivo.

Richard Davidson considera la intuición social como una de las características básicas del perfil emocional de nuestro cerebro (Davidson y Begley, 2012). Adaptando un cuestionario sugerido por Davidson (Test de intuición social), lo propusimos a dos grupos de alumnos del bachillerato de ciencias (el primero de 24 alumnos y el segundo de 22) obteniendo los siguientes resultados:

Test de intuición social

Siguiendo las directrices marcadas en el documento, las puntuaciones menores o iguales que tres muestran un perfil de más baja intuición, por lo que debemos ser con estos alumnos especialmente sensibles en nuestras relaciones diarias (aparecen dos en el segundo grupo), mientras que las puntuaciones mayores o iguales que ocho muestran un perfil de intuición social alta (hay un mayor predominio de estas puntuaciones en el primer grupo, un 58% respecto al 27% del segundo). Esta información es especialmente relevante en la acción tutorial.

Más allá de la falta de intuición social, investigaciones recientes han demostrado que un funcionamiento anormal del sistema de las neuronas espejo puede explicar el trastorno social conocido como autismo (Dapretto et al., 2006). Los niños autistas carecen de esa capacidad intuitiva (teoría de la mente) de la que disponemos los seres humanos al nacer, que nos permite atribuir pensamientos o intenciones a otras personas y así predecir su conducta. Pues bien, resulta que técnicas sencillas basadas en la enseñanza de la imitación o en la simulación de juegos  permite a niños autistas superar algunas de sus problemáticas sociales (Ingersoll et al., 2007).

Implicaciones pedagógicas

La pregunta que nos planteamos los docentes es qué implicaciones educativas tienen todos estos procesos analizados en nuestro desempeño diario en el aula, teniendo en cuenta todo lo que representamos para el alumno con el que continuamente estamos interactuando. Presentamos, a continuación, un pequeño recordatorio basado en los mecanismos especulares considerados:

  • Sonríe en clase. El contagio emocional es el precursor de la empatía.
  • Muestra entusiasmo por tu materia (es una simple cuestión de actitud). El yo y el otro se funden a nivel neuronal.
  • Sé optimista. El optimismo se puede aprender y así es más fácil conseguir climas emocionales seguros y positivos en el aula.
  • Ten grandes expectativas sobre tus alumnos. Sus neuronas espejo te lo agradecerán.
  • Sé comprensivo con determinados comportamientos de tus alumnos. La sabia naturaleza ha querido que el desarrollo de los lóbulos frontales no acabe hasta pasados los veinte años.
  • Acompaña las explicaciones con gestos complementarios. Facilitan el aprendizaje.
  • Potencia la autoestima de tus alumnos (sin olvidar la propia). Son y deben sentirse importantes.
  • Fomenta el trabajo colaborativo en detrimento de la competividad. Las neuronas espejo facilitan que seamos seres sociales.
  • Habla menos y escucha más. Una forma efectiva de activar las neuronas espejo propias.
  • En definitiva, ama la profesión más bella (que sí, que es la tuya), ama la vida y, como consecuencia de todo ello, amarás a tus alumnos y serás más feliz.

Conclusiones finales

El descubrimiento de las neuronas espejo ha ido acompañado de una espiral publicitaria en ocasiones desproporcionada. Es cierto que los métodos utilizados en las investigaciones para la visualización cerebral (como las resonancias magnéticas funcionales) no son infalibles y que las neuronas espejo no pueden explicarlo todo, pero lo que no podemos negar es el enorme valor de su descubrimiento. Y si intervienen en procesos relacionados con la interpretación de las acciones, las intenciones, el aprendizaje por imitación, son las precursoras evolutivas de los mecanismos neurales que desarrollaron el lenguaje y, en definitiva, son básicas para explicar las relaciones entre los seres humanos, su importancia desde la perspectiva educativa es indudable.

La excelencia educativa pasa por concretar las finalidades del aprendizaje (ha de ser un aprendizaje significativo, desde y para la vida) y disponer de los conocimientos científicos sobre cómo aprendemos (la base es la neuroeducación). Y en este camino hacia la mejora de la práctica educativa, el papel del nuevo y renovado docente es imprescindible. Sarah-Jayne Blakemore y Uta Frith lo resumen muy bien (Blakemore y Frith, 2007): “En el proceso de aprendizaje, los valores, las ideas y la actitud del maestro ante el aprendizaje podrían ser tan importantes como el material que está enseñando”. Las neuronas espejo lo corroboran.

Jesús C. Guillén

Bibliografía:

1. Ambady, N., Rosenthal, R. (1993): “Half minute: Predicting teacher evaluations from thin slices of nonverbal behavior and physical attractiveness”. Journal of Personality and Social Psychology, 64.

2. Blakemore, Sarah-Jayne, Frith, Uta, Cómo aprende el cerebro: las claves para la educación, Ariel, 2011.

3. Dapretto, M. et al. (2006): “Understanding emotions in others: mirror neuron dysfunction in children with autism spectrum disorders”. Nature Neuroscience, 9.

4. Davidson, Richard, Begley, Sharon, El perfil emocional de tu cerebro, Destino, 2012.

5. Pfeifer, J. et al. (2008): “Mirroring others’ emotions relates to empathy and interpersonal competence in children”. Neuroimage, 39.

6. Goleman, Daniel, El cerebro y la inteligencia emocional: nuevos descubrimientos, Ediciones B, 2012.

7. Iacoboni, M., Dapretto, M. (2006): “The mirror neuron system and the consequences of its dysfunction”. Nature, 7.

8. Iacoboni, Marco, Las neuronas espejo: empatía, neuropolítica, autismo, imitación o de cómo entendemos a los otros, Katz, 2009.

9. Ingersoll, B. et al. (2007): “Teaching the imitation and spontaneous use of descriptive gestures in young chidren with autism using a naturalistic behavioral intervention”. Journal of Autism Developmental Disorders, 37.

10. Ramachandran, V. S., Lo que el cerebro nos dice: los misterios de la mente humana al descubierto, Paidós, 2012.

11. Rizzolatti, G., Craighero L. (2004): “The mirror neuron system”. Annual Rev. Neuroscience, 27.

12. Rizzolatti, G., Fogassi, L. y Gallese, V. (2006): “Mirrors in the mind”. Scientific American,11.

13. Rizzolatti, Giacomo; Sinigaglia, Corrado, Las neuronas espejo: los mecanismos de la empatía emocional, Paidós, 2006.

14. Tokuhama-Espinosa, Tracey, Mind, Brain, and Education Science, W. W. Norton & Co., 2011.

Para saber más:

Bases cerebrales de la imitación y la empatía, conferencia de Francisco J. Rubia:

http://www.youtube.com/watch?v=p BasesLyxlg3Eybo


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Estils de vida i control de les emocions

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El presente artículo es obra de Júlia Vernet, alumna de 2º curso de bachillerato en el IES Jaume Salvador i Pedrol, de Sant Joan Despí (Barcelona). Desde el curso pasado ha venido trabajando en su trabajo de investigación (una asignatura que afortunadamente se mantiene en el sistema educativo catalán) sobre la relación entre el cuerpo y la mente y las maneras que encontramos en los diferentes estilos de vida para el control de las emociones y la gestión del estrés. En una anterior entrada ya publicamos la entrevista que realizó a Félix Pardo para la parte práctica de su trabajo. Si ahora nos decidimos a publicar esta reflexión es por el interés que a nuestro juicio tiene. De este modo esperamos que otros alumnos de bachillerato que hayan realizado sus investigaciones en el campo de las neurociencias se animen a publicar sus conclusiones en este mismo blog.

Versión en castellano: ESTILOS DE VIDA Y CONTROL DE LAS EMOCIONES

L’ésser humà ha estat proveït d’una capacitat que és alhora la seva virtut i una gran càrrega: la consciència. Tenir-ne no només ens distingeix de la resta d’éssers vius del nostre planeta, sinó que també és el condicionant i motor bàsic de la nostra existència. Ser conscient implica sentir molt més enllà dels sentits i, per tant, adonar-nos que hi ha molt més del que aquests puguin percebre. Tenir consciència de la vida, de la mort, del temps, del lloc, del nostre cos, d’allò individual, d’allò col·lectiu, tenir consciència de la pròpia consciència ens permet analitzar el nostre entorn i nosaltres mateixos d’una manera racional. Però és aquesta introspecció del nostre ésser la que fa que ens adonem que hi ha d’haver moltes coses més que se’ns escapen de la racionalitat, que hi ha tot un món del qual no tenim consciència que ens supera i que no podem més que intuir. De fet, sense anar més lluny, l’home és incapaç de descriure en termes absoluts la consciència o la raó, però sap que hi són. Ara bé, si ens endinséssim una mica (o molt) més en el nostre ésser, fins a on podem o podríem arribar? Jo crec que fins a nosaltres mateixos en l’estat més pur i abstracte que pugui existir de cadascú, un punt del qual parteixen tant la nostra essència racional com biològica, un punt on es relacionen la ment i el cos.

Partint d’aquesta reflexió vaig iniciar el meu treball de recerca al batxillerat que porta per títol “Cos i ment, 360º”. La part teòrica consta de dos apartats: l’exposició de les teories filosòfiques respecte a la relació ment-cos i l’aprofundiment científic en el cervell, no només com a òrgan principal del nostre organisme, sinó també com a seu de la raó i la consciència. D’aquesta part me n’he enriquit molt conceptualment, però, tot i que ja era una de les motivacions del meu treball, m’he adonat que la magnitud de la qüestió va molt més enllà del que em podia imaginar i que encara puc estirar molt més de la corda. Les teories filosòfiques són moltes i molt diverses, cada una d’elles planteja respostes i explicacions, però totes elles tenen mancances. De la mateixa manera, l’estudi del cervell també ha arribat molt lluny, acotant la recerca pel que fa a la consciència i el pensament, alhora que n’amplia els aspectes importants a tenir en compte, com les emocions, la gestió de les quals va lligada a l’estrès.

Tots aquests conceptes són els plantejats a les entrevistes, la part pràctica del treball. Les emocions i la gestió que en fem, relacionant-ho amb la concepció que tenim de la ment i el cos, té el seu propi pes a la vida de tota persona, però de maneres diferents. És per aquest motiu que buscava alguna mena de valor afegit en les persones que volia entrevistar; el del  coneixement o l’experiència. Tots dos venen donats, en gran part, per la necessitat que considero que tenim les persones de trobar el nostre lloc en aquest món i el motor que ho estimula de fons: el trobar-nos a nosaltres mateixos.

Aquesta base, el coneixement i l’experiència motivats per una recerca personal, crec que és el que fa que les entrevistes ens exposin unes opinions fonamentades i argumentades respecte a la relació cos-ment. Però sobretot també ens aporten interessants punts de vista pel que fa a la manera d’entendre i gestionar l’estrès i les emocions en cada cas.

Les entrevistes triades amb motiu dels coneixements són en els àmbits, d’una banda, de la filosofia i la neurologia, ja que aporten cadascuna d’elles una perspectiva concreta del treball, però també la neurofilosofia, la qual afegeix una visió reflexiva i de conjunt de les anteriors. D’altra banda, l’altra part de les entrevistes parteix de pràctiques, com venen a ser: la meditació, l’esport i la dansa contemporània. Podem considerar que cadascuna d’aquestes últimes activitats és una balança amb equilibris diferents que expressen la relació ment-cos en una persona. En el cas de la meditació, la persona realitza una activitat mental que, a més dels beneficis que pugui aportat al seu món interior, passa per un determinat estat físic. En canvi, l’esport (a un alt nivell, sobretot) requereix d’una part mental per obtenir el rendiment físic necessari. Finalment, la dansa contemporània pot ser el cas més equilibrat, ja que és tant important expressar físicament allò que es troba a la ment com ser conscient del cos i el seu moviment. Aleshores, podem afirmar que totes aquestes persones a les quals hem entrevistat tenen un especial tracte amb l’estrès i les emocions i un nivell de reflexió profund respecte a la relació cos-ment des dels seus respectius camps de treball.

Com a conclusions de les entrevistes he de corregir una de les premisses que tenia en un principi, segons la qual les persones a les quals anava a entrevistar havien obtingut beneficis respecte a l’estrès i la gestió de les emocions gràcies a dedicar-se a allò què volen i els realitza com a persones. Em vaig trobar que aquest mateix fet o alguns aspectes del seu procés eren causa de patiment o angoixa, tot i que en fossin conscients. El desconcert filosòfic, la falta de més coneixement científic, el tracte inadequat al nostre organisme com a fenomen social, el fet de destapar les pròpies inquietuds en meditar, el compromís amb l’entrenament diari que comporta l’esport d’elit i la pressió emocional d’un determinat estil de vida com la professió de ballarina. Tot això em porta a pensar que no hi ha una manera de gestionar la vida emocional, sinó que això va lligat a cada persona i la seva recerca personal. El fer una cosa o una altra ens aporta unes determinades eines per conviure amb el nostre món interior, tot i que aquestes puguin venir donades per la mateixa dificultat de mantenir-se fidel al projecte que un mateix s’ha proposat. Per tant, és important ser conscient del propi estrès i valorar la persistència en allò que desitgem.

Júlia Vernet


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Nuestra apuesta por un nuevo Máster en Neurodidáctica

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Máster en Neurodidáctica

El máster en neurodidáctica que aquí presentamos tiene como objetivo la formación de un nuevo profesional de la educación, el neuroeducador. Consideramos que la educación del futuro pasa necesariamente por la formación de los docentes en la neurodidáctica, algunos de cuyos contenidos son los siguientes:

  • Conocimiento de la anatomía y la fisiología del cerebro humano
  • Conocimiento de la percepción, de las funciones motoras y de los factores críticos del aprendizaje (memoria, atención, motivación y emoción)
  • Detección de los síntomas de las principales enfermedades, síndromes, lesiones cerebrales, trastornos y dificultades que afectan el aprendizaje de los niños y adolescentes
  • Conocimiento de la plasticidad cerebral y educativa,  y de los programas y metodologías de educación compensatoria
  • Conocimiento de la comunicación verbal y no verbal
  • Conocimiento de las etapas del desarrollo psicológico
  • Realización de un proyecto de investigación educativa en neurodidáctica

A diferencia de otros programas de máster que se pueden cursar en algunas Universidades españolas, como es el caso de la Universidad Complutense de Madrid y de la Universidad Internacional de la Rioja, el máster en neurodidáctica organizado por CADE con el soporte tecnológico de ASPgems, en el que Escuela Con Cerebro colabora, se caracteriza por:

  • Un trabajo colaborativo entre formadores y estudiantes
  • Un aprendizaje realista y significativo centrado en el estudiante
  • Un estudio personalizado: seguimiento tutorial y evaluación por prácticas y proyectos
  • Un curso flexible y accesible a todos los estudiantes al ser completamente online
  • Una plataforma innovadora en el aprendizaje online (neurodidactiKa) en un entorno virtual, creado en exclusiva por ASPgems, una empresa  de referencia en las TIC
  • Un equipo de formadores con experiencia en la investigación y la docencia universitaria (UB, UOC) y el trabajo terapéutico en trastornos y dificultades de aprendizaje (CADE), liderado por Anna Forés y José Ramón Gamo

El término neurodidáctica fue introducido en el currículo académico por Gerhard Preiss, experto en didáctica de las matemáticas y catedrático de didáctica de la Universidad de Friburgo, Alemania, en el año 1988. Este neologismo se empleó para denominar una nueva concepción de la educación basada en el conocimiento que la neurociencia cognitiva aporta sobre cómo aprende el cerebro. La principal contribución de Preiss a la institucionalización de esta nueva disciplina la encontramos en su obra Neurodidaktik. Theoretische und Praktische Betäge (1998). Unos años antes, Leslie Hart, en su libro Human Brain, Human Leraning (1983), ya nos había advertido sobre la disonancia entre las ciencias cognitivas y los procesos de aprendizaje en las escuelas.

No obstante, cabe decir que la aplicación de los aportes de las neurociencias a la educación no está exenta de controversia, tal como declaró Jhon T. Breuer en un polémico artículo titulado “Education and the Brain: a Bridge Too Far” (1997), en el que manifestaba su preocupación por la aceptación acrítica de los docentes de las incorrectas interpretaciones de las investigaciones en neurociencias, así como por su omisión de los aportes de la psicología cognitiva cuando los principios cognitivos que ésta formula han sido demostrados experimentalmente. Ciertamente, si lo que se pretende es mejorar la educación desde la investigación científica sobre el cerebro y el aprendizaje humano, entonces no podemos limitarnos a la neurociencia cognitiva puesto que la psicología cognitiva ha realizado importantes contribuciones sobre cuál es el aprendizaje más óptimo y la enseñanza más eficaz. Y otro tanto podemos decir en relación a la pedagogía planteada desde enfoques constructuvistas que han llevado a la creación de metodologías y proyectos educativos innovadores y eficaces.

Hoy en día, neurocientíficos, psicológos y pedagogos están obligados a entenderse al considerar que sus respectivas disciplinas pueden producir sinergias en virtud de las cuales se informen unas a otras y permitan un cambio de paradigma educativo. Esta es la opinión de dos de las mayores expertas en neuroeducación, Tracey Noel Tokuhama-EspinosaJudy Willis. Y a nuestro juicio la neurodidáctica puede servir de punto de encuentro entre estas disciplinas. Entre la educación y el cerebro ya podemos construir un puente sobre unos fundamentos sólidos. Merece la pena seguir aquí la intervención del neurocientífico y director del Instituto de neurociencias del CSIC, Juan Lerma, en “El diálogo entre Neurociencia y Educación” organizado por el Consejo Escolar del Estado, para constatar la solidez de este puente:

Cada día se escuchan más voces críticas con la escuela tradicional y el actual sistema educativo al considerar que sus principios pedagógicos y sus prácticas docentes no garantizan el éxito escolar y el progreso de la educación. Desde la neurodidáctica se plantea una serie de principios relativos al aprendizaje de los alumnos y a su vida escolar, confirmados experimentalmente, que representan el cambio de paradigma que se espera con respecto a la educación. El listado de dichos principios varia en cada autor en función de la importancia que se otorgue a cada principio y su correlativa estrategia para la educación. En esta ocasión me remito al listado de diez principios elaborado por Eric Jensen en un breve opúsculo titulado “10 Most Effective Tips For Using Brain based teaching & learning” (2010), cuyo desarrollo se puede encontrar en su libro Cerebro y aprendizaje. Competencias e implicaciones educativas (2004):

  1. La actividad física, el recreo y el movimiento en el aula de forma voluntaria reducen el estrés, aumentan la neurogénesis y estimulan el aprendizaje
  2. La condiciones sociales de los alumnos influyen en su vida escolar y en sus resultados académicos
  3. El cerebro es un órgano plástico por lo que se puede inducir la neurogénesis a través del desarrollo de habilidades cognitivas y emocionales, la lectura, la meditación, la formación artística y los ambientes enriquecidos
  4. El estrés agudo y crónico tiene un impacto negativo en la conducta y el aprendizaje
  5. Cada cerebro es único y diferente en su maduración, por lo que se debe ofrecer una educación diferenciada en función de las habilidades, los talentos e intereses de cada alumno
  6. El exceso de contenidos y los tiempos de enseñanza largos saturan la memoria de trabajo dificultando los procesos de memoria y aprendizaje
  7. La formación artística tiene un impacto positivo en el aprendizaje, tanto en las habilidades cognitivas como en las emocionales y sociales
  8. La emociones influyen en el aprendizaje y la escuela debe enseñar las habilidades emocionales y sociales adecuadas para mejorar el rendimiento académico de los alumnos
  9. Los trastornos y retrasos de aprendizaje se pueden mejorar e incluso superar por la plasticidad del cerebro si se utilizan los programas de educación compensatoria adecuados
  10. La memoria no es fija sino maleable por lo que para recordar el aprendizaje se requiere la práctica continua y la revisión de los contenidos

Conviene subrayar aquí que estos principios no se basan en simples experiencias particulares sino en evidencias empíricas de alcance universal. Es cierto que existen buenas prácticas docentes realizadas de forma intuitiva y con unos componentes más artísiticos que científicos. Pero ahora disponemos de un conocimiento científico que puede mejorar todavía más esas mismas prácticas, así como abandonar por obsoletas aquellas otras que han sido falsadas por la neurodidáctica. Por poner aquí sólo un ejemplo, si “sólo se puede aprender aquello que se ama”, como afirma el neurocientífico Francisco Mora en su libro Neuroeducación (2013), la pasión por el conocimiento debería ser el motor principal en la relación enseñanza-aprendizaje y un criterio no sólo para evaluar a los alumnos sino también a los maestros y los profesores.

Consideramos que este nuevo máster en neurodidáctica responde a una necesidad educativa y es una oportunidad para avanzar en la mejora y la excelencia en la educación. Os animamos a participar en su primera edición y a formar parte de la primera promoción de neuroeducadores que implementen una nueva cultura del aprendizaje sobre la base del funcionamiento del cerebro en nuestras respectivas comunidades educativas.

Félix Pardo

Para saber más:

Cabrera, J., “La apuesta de ASPGems por un modelo de aprendizaje neurodidáctico”, publicado en el blog del autor.

Gamo, J. R., “La neuropsicología aplicada a las ciencias de la educación”, publicado en: Navarro, J; Fernández, Mª.Tª; Soto, F.J. y Tortosa F. (Coords.) (2012) Respuestas flexibles en contextos educativos diversos. Murcia: Consejería de Educación, Formación y Empleo. Ver PDF: jrgamo_neuropsicología

Guillén, J., “Neuroeducación: estrategias basadas en el funcionamiento del cerebro”, publicado en el blog escuelaconcerebro.org.

Forés, A. y Ligioiz, M., Descubrir la neurodidáctica, Barcelona, UOC, 2009.

Pardo, F., “Neurodidáctica: un enfoque realista, crítico y multidisciplinar de la educación desde la experiencia”, publicado en el blog escuelaconcerebro.org.


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Autocontrol: un camino directo hacia el bienestar

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Hace más de cuarenta años, se realizaron una serie de estudios dirigidos por Walter Mischel que demostraron la importancia del aplazamiento de la recompensa en niños pequeños. Aquellos que con cuatro años de edad eran capaces de resistir la tentación de comer una golosina durante quince minutos para obtener la gratificación de una segunda, cuando se convirtieron en adolescentes, mostraron mejores resultados académicos y conductuales que los que fueron incapaces de inhibir sus impulsos. Desde la perspectiva educativa, aunque esto es importante, incluso es más relevante el hecho de que cuando los niños recibían instrucciones adecuadas mejoraban su autocontrol y eran capaces de demorar la gratificación.

Estas investigaciones demuestran la importancia de impartir una educación socioemocional adecuada desde la infancia. El desarrollo del autocontrol conlleva una mejora en la gestión de los impulsos, en la autorregulación emocional, en la planificación o en la autoconciencia, que son absolutamente esenciales para el bienestar humano y que están en plena consonancia con un aprendizaje significativo por y para la vida.

Tres estudios clave

Las investigaciones iniciadas por Walter Mischell propiciaron los estudios modernos en los que se analizó el autocontrol en situaciones más reales y que demostraron la importancia de la fuerza de voluntad en diversas facetas de la vida.

1. Se midieron distintos aspectos referidos a la autodisciplina (así le llamaron en este estudio al autocontrol) y al aplazamiento de la recompensa en niños de octavo curso (el equivalente a segundo de ESO en España). Al cabo de un año escolar, los alumnos que mostraron una autodisciplina elevada obtuvieron mejores resultados académicos (ver figura 1), eran más perseverantes en las tareas escolares, su asistencia era mayor y tenían más posibilidades de ser aceptados en institutos selectos. La autodisciplina predecía mejor el éxito académico que no el cociente intelectual (Duckworth y Seligman, 2005).

Figura 1

Según sus autores:

“El bajo rendimiento de la juventud estadounidense suele achacarse a la ineptitud de los maestros, a los libros de texto aburridos y al número elevado de alumnos por clase. Nosotros sugerimos otro motivo por el que los estudiantes no alcanzan su potencial intelectual: la falta de ejercicio de la autodisciplina… Creemos que a muchos jóvenes estadounidenses les cuesta tomar decisiones que exijan sacrificar el placer a corto plazo por el beneficio a largo plazo, y que los programas que fomenten la autodisciplina pueden ser la vía a seguir para aumentar el rendimiento académico.”

2. Se realizó un estudio longitudinal con 1000 niños en Dunedin (Nueva Zelanda), con un seguimiento desde el nacimiento hasta los 32 años edad. Se demostró que los niños con mayor autocontrol, cuando fueron adultos, tuvieron mejor salud física y mental, mejores hábitos de ahorro y seguridad financiera y menos condenas por actos delictivos. El nivel de autocontrol en la infancia demostró ser un predictor tan bueno o mejor para medir el éxito económico adulto, la salud o el historial delictivo que la clase social, el estatus económico de la familia o el cociente intelectual (Moffitt et al., 2010). Este estudio demostró la importancia para el control cognitivo que tienen los años que cubren la infancia y la adolescencia.

3. Cuarenta años después de los tests de las golosinas, se realizaron unas pruebas para medir el autocontrol en adultos con 60 de los niños que habían participado en aquellos experimentos iniciales de Walter Mischell. Los niños que con 4 años mostraron menor capacidad para controlar los impulsos, cuarenta años después, siguieron dando peores resultados en las pruebas de autocontrol (Casey et al, 2011). Además, al analizar las imágenes de las resonancias magnéticas, se observaron patrones de activación cerebral diferentes  según el grado de autocontrol mostrado. En aquellas personas que mostraron mayor autocontrol, se dio una mayor activación de los circuitos de la corteza prefrontal (ver figura 2), mientras que en las que mostraron poco autocontrol se activó el área estriada ventral, un circuito del sistema de recompensa del cerebro. Existe una lucha  entre el sistema ejecutivo prefrontal que nos permite evaluar si una decisión es adecuada o no, como comer una golosina, fumar un cigarrillo o dejar de estudiar para conectarse a Facebook, con el sistema emocional que es responsable de las respuestas automáticas sin evaluar las implicaciones finales y que nos hace caer en las tentaciones. El equilibrio adecuado entre el centro ejecutivo del cerebro y los centros emocionales, en especial la amígdala, constituyen la base de la autorregulación emocional.

Figura 2

La fuerza de voluntad: un recurso limitado

Las últimas investigaciones parecen constatar que el autocontrol constituye un recurso limitado y que, como consecuencia de ello, no podemos dejar todo en manos de la  fuerza de voluntad porque se acaba agotando. Algunos autores han utilizado la analogía entre el autocontrol y un músculo para explicar cómo la fuerza de voluntad se puede agotar si se usa en exceso como consecuencia de un descenso de los niveles de glucosa en sangre (Baumeister, 2007). Lo bueno de todo esto es que, al igual que un músculo se fatiga con el ejercicio intenso a corto plazo pero puede fortalecerse a largo plazo con la práctica adecuada, con el autocontrol pasa algo parecido (Muraven, 2011). Con unas instrucciones precisas, una persona puede mejorar la falta autocontrol que le impide dejar de fumar o seguir una dieta en su propio beneficio, mientras que un niño o adolescente puede mejorar el requerido autocontrol necesario para centrarse en una tarea académica.

Como explica el psicólogo Alain Caron, las dificultades mostradas por los alumnos para controlarse y ser perseverantes en el quehacer diario no pueden reducirse a una simple cuestión de voluntad (Marina, 2013). Los docentes tendemos a explicar el fracaso escolar  de los alumnos atendiendo a la falta de esfuerzo, pero con ello se les acaba etiquetando de perezosos cuando pueden existir múltiples factores que expliquen sus dificultades (cuestiones familiares, diferente desarrollo, etc.). ¿Quién desea tener dificultades? La solución a los problemas académicos no puede pasar por el simple “trabaja más”.

¿Qué piensan los alumnos?

Es una evidencia que la escuela constituye una fuente de estrés importante en los niños y adolescentes, especialmente a través de la exigencia de resultados académicos buenos e inmediatos. A menudo, los adultos confundimos respuestas inadecuadas de los niños debido a un estrés descontrolado con conductas inapropiadas intencionadas. Y es esta falta de control emocional la que puede provocar, no sólo comportamientos disruptivos, sino también rendimientos académicos muy por debajo de los esperados en la realización de los tradicionales exámenes que todavía imperan.

Planteamos una cuestión sobre el control emocional a un grupo de 21 alumnos del bachillerato de ciencias (etapa preuniversitaria en España) en el que predomina un buen ambiente, tanto en lo relativo a las relaciones entre compañeros como en lo estrictamente académico. En concreto, la cuestión -extraída del cuestionario sobre fortalezas personales de Martin Seligman (Seligman, 2011)- era:

“Controlo mis emociones” es:

-Muy propio de mí.

-Propio de mí.

-Neutro.

-Poco propio de mí.

-Impropio de mí.

Estos fueron los resultados obtenidos:

Autocontrol según los alumnos

A pesar del clima emocional positivo que reina en el aula y del sesgo optimista que muchas veces caracteriza al adolescente cuando el ambiente del grupo que le rodea es adecuado, el 62% de los alumnos constata que no es capaz de controlarse y de que “a menudo, me veo arrastrado por una vorágine negativa”, como alguno de ellos comentó. Y es que al niño o al adolescente le cuesta reflexionar sobre lo que le ocurre y, por supuesto, necesita nuestra ayuda.

Recetas para mejorar el autocontrol

Las tentaciones mejor alejadas

Nada mejor para fomentar el autocontrol que tener alejadas las cosas que lo socavan. Cuando el niño esté estudiando, para evitar caer en la tentación de responder a un mensaje de whatsapp o de Facebook, es mejor tener apagado el ordenador o el móvil. Otra técnica útil para resistir la tentación que podemos enseñar a niños pequeños es la de la visualización. Por ejemplo, se les muestra una golosina, luego una fotografía de la misma y se les pide que cierren los ojos e imaginen la golosina como si fuera una fotografía para que pierda su atractivo.

Planificar con antelación

Tener planes preparados con antelación y respuestas inmediatas resulta útil para saber qué hacer ante determinadas situaciones. “Si me llama mi amigo Juan le diré que tengo que estudiar con mi hermano porque tengo que acabar el trabajo”. Se ha demostrado que este tipo de proposiciones “si X entonces Y” son estrategias útiles para mejorar el autocontrol (Duckworth, 2011).

Objetivos claros

A los alumnos les hemos de enseñar a que tengan objetivos adecuados que les permitan ir obteniendo pequeños progresos y experimentar el éxito académico. Su motivación interna lo requiere y su perseverancia lo agradecerá. “¡Es el primer control de Tecnología que apruebo!” era el comentario de un alumno recientemente. Lo cierto es que eso sirvió de acicate para su mejora académica general.

Actitud positiva

Tener una actitud positiva y una visión optimista (que sabemos que se puede aprender, o si se quiere mejorar) permite mantener una motivación para la tarea y no tirar la toalla con facilidad.  Hemos de intentar generar climas emocionales positivos en el aula que, además, sabemos que facilitan el aprendizaje. Cuando el alumno está haciendo los deberes y está en un estado de ánimo positivo es más fácil que se concentre en la tarea y resista la tentación de mirar si ha recibido algún mensaje en el móvil. Si por el contrario, el alumno está en un estado de ánimo negativo, sus mayores niveles de ansiedad le harán más complicado controlar sus impulsos.

El cerebro requiere glucosa

Para facilitar el aprendizaje y para que las tareas que requieren autocontrol no agoten nuestra fuerza de voluntad es imprescindible que los niveles de azúcar en sangre sean estables. Eso se consigue haciendo al menos cinco comidas diarias. A los alumnos les hemos de explicar la importancia de un buen desayuno. Su cerebro y su fuerza de voluntad agradecerán esa recarga energética.

Diálogo interno imprescindible

Hoy sabemos que, en situaciones en las que estamos alterados, existe una gran activación de la amígdala derecha (también de la corteza prefrontal derecha). Para evitar este “secuestro de la amígdala” y no dejarnos arrastrar por las emociones negativas generadas, es muy útil hablar con nosotros mismos e intentar refutar las ideas que nos embargan. Por ejemplo, “¿es necesario que me enfade ante un simple comentario irreflexivo del compañero?”, o incluso recurrir a la empatía, “al fin y al cabo, está un poco nervioso por la enfermedad de su padre”.

La atención regula la emoción

Cuenta Daniel Goleman que cuando sus hijos eran pequeños y estaban enfadados, les hacía dirigir la atención hacia algo para apaciguar su enojo: “¡Mira ese pajarito!” (Goleman, 2013). La llamada atención ejecutiva que nos permite dirigir nuestra atención hacia algo en detrimento del resto y que constituye una atención selectiva para el estudio (como seguir el hilo del razonamiento en la resolución de un problema) tiene una ventana plástica entre los 4 y 7 años de edad y puede ser mejorada con el entrenamiento adecuado (Mora, 2013).

El autocontrol se ejercita

Los niños con problemas de autocontrol y con dificultades en el aprendizaje suelen ser incapaces de prestar atención. Y el mejor antídoto ante la distracción es la enseñanza de la metacognición que les permite observar los propios procesos mentales o ser conscientes de la propia atención. Entendemos que para ello, es muy útil aplicar los modernos programas destinados a la relajación en el aula (ver video) basados en el mindfulness, en conjunción con los programas más globales sobre educación social y emocional. La relajación aporta a los niños y adolescentes recursos para mejorar su autoconciencia y autocontrol, elementos imprescindibles de la inteligencia emocional, esa que les permitirá ser felices.

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Conclusiones finales

Seguramente, las interacciones tempranas entre el bebé y su madre, más las de sus cuidadores,  jueguen un papel crucial en el desarrollo normal de la corteza orbitofrontal en los primeros meses de vida y en las conexiones neurales entre el lóbulo frontal y el sistema límbico que permitan explicar, junto a las predisposiciones genéticas, el por qué unos niños con cuatro años de edad son capaces de controlar sus impulsos y otros no. Desde la perspectiva educativa, el afecto ha de preceder a la disciplina, aunque esta última es imprescindible para que el niño se sienta seguro y aprenda a controlarse conforme vaya generándose su autonomía.

Las investigaciones recientes demuestran que aunque los circuitos cerebrales asociados al autocontrol experimentan un gran desarrollo entre los 5 y los 8 años de edad, es conveniente iniciar cuanto antes programas como el de Dunedine que promuevan la educación socioemocional desde la primera infancia y que se alarguen hasta la adolescencia. Y en este contexto educativo, sabemos que podemos enseñar a los niños y adolescentes a optimizar sus logros y, en definitiva, su bienestar, enseñándoles a mejorar la que probablemente es la mayor de las virtudes: el autocontrol.

Jesús C. Guillén

Bibliografía:

1. Baumeister, Roy F., Vohs, Kathleen D. y Tice, Dianne M. (2007): “The strength model of self-control”. Current Directions in Psychological Science, 16.

2. Casey, B. J. et al. (2011): “Behavioral and neural correlates of delay of gratification 40 years later”.  PNAS, 108.

3. Duckworth, Angela L. y Seligman, Martin E. P. (2005): “Self-discipline outdoes IQ in predicting academic performance of adolescents”. Psychological Science, 16 (12).

4. Duckworth, Angela L. et al. (2011): “Self-regulation strategies improve self-discipline in adolescents: Benefits of mental contrasting and implementation intentions”. Educational Psychology, 31.

5. Goleman, Daniel, El cerebro y la inteligencia emocional: nuevos descubrimientos, Ediciones B, 2012.

6. Goleman, Daniel, Focus: Desarrollar la atención para alcanzar la excelencia, Kairós, 2013.

7. Jensen, Eric y Snider, Carol, Turnaround tools for the teenage brain, Jossey-Bass, 2013.

8. Marina, José Antonio, La inteligencia ejecutiva, Ariel, 2012.

9. Moffitt, Terrie E. et al. (2010): “A gradient of childhood self-control predicts health, wealth, and public safety”. PNAS, 108.

10. Mora, Francisco, Neuroeducación: sólo se puede aprender aquello que se ama, Alianza Editorial, 2013.

11. Muraven, Mark (2011): “Building self-control: Practicing self-control leads to improved self-control performance”. Journal of Experimental Social Psychology, 46.

12. Seligman, Martin, La vida que florece, Ediciones B, 2011.

Para saber más:

https://www.apa.org/helpcenter/willpower.aspx


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¿Qué esperas de un buen profesor?

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Los grandes profesores siempre han entendido que su verdadero papel

 no es enseñar asignaturas, sino instruir a los alumnos. La tutela  y el

entrenamiento son el pulso vital de un sistema educativo vivo.

Ken Robinson

Cuenta Ian Gilbert que cuando en las investigaciones se les pregunta a los niños qué esperan de un buen profesor, aparecen de forma predominante en las respuestas el sentido del humor y la coherencia. Para justificar la importancia de generar diferentes emociones positivas en el aula para motivar y facilitar el aprendizaje del alumnado, el propio autor comenta: “el suspense, la intriga, la curiosidad, la novedad, la sorpresa, el sobrecogimiento, la pasión, la compasión, la empatía, conseguir objetivos, el descubrimiento, la competición, la superación de obstáculos, los logros, la sensación de avanzar … todo esto desempeña un papel fundamental para abrir el cerebro del aprendizaje” (Gilbert, 2005). En definitiva, seguimos hablando de la importancia decisiva que tienen las emociones en la educación y de la necesidad imperiosa de conciliar el conocimiento con el entretenimiento, o lo que es lo mismo, de armonizar el cerebro racional con el emocional.

En un experimento muy famoso, los investigadores mostraron cortometrajes de profesores a alumnos para que éstos evaluaran a aquellos únicamente a través de las imágenes observadas. A los pocos segundos de ver al profesor, estos alumnos lo valoraban de forma parecida a otros que ya habían estado un semestre en clase con él (Ambady y Rosenthal, 1993). A parte de demostrar este estudio la capacidad del alumno para detectar con rapidez qué profesor puede ser beneficioso para acompañar su proceso de desarrollo y aprendizaje, revela la importancia de la comunicación no verbal en las relaciones en el aula y, en definitiva, del ingrediente emocional. El buen profesor muestra expectativas positivas a sus alumnos y éstos son capaces de captarlas obteniendo mejoras académicas (efecto Pigmalión positivo).

¿Qué piensan los alumnos?

Quisimos plantear la cuestión que da título al presente artículo a un grupo de 39 alumnos de primero de bachillerato (etapa preuniversitaria en España). Para no condicionar las contestaciones, no se les facilitó ningún tipo de respuesta orientativa, aunque se les pidió que dieran tres, como máximo, que ellos creyeran que caracterizan a un buen profesor. Las respuestas fueron las siguientes:

Qué esperas de un buen profesor

Como observamos en el gráfico, los alumnos creen que la competencia profesional del profesor no se restringe a las cuestiones meramente académicas  (conoce su materia) sino que, aun siendo importantes, han de ser complementadas por otras relacionadas con aspectos socioemocionales, entre los que destacan la necesidad de mantener una relación empática (se preocupa por el alumno), entender las problemáticas del adolescente actual tanto a nivel personal como académico (es comprensivo), u otros relacionados con el propio carácter (muestra entusiasmo o es simpático).

Lo cierto es que el profesor no puede estar margen de la opinión de sus alumnos y no puede plantear los procesos de enseñanza y aprendizaje sin tener en cuenta sus particularidades o no ser sensible a la diversidad.

El buen profesor desde la neuroeducación

Conoce su materia y reflexiona sobre ella

El buen profesor conoce bien la materia que imparte y es capaz de reflexionar sobre qué es lo importante saber en esa disciplina (Bain, 2007). Ello le permite organizar las clases de forma adecuada optimizando la atención del alumno que sabemos sigue procesos cíclicos.

Inspira

El buen profesor es inspirador y transmite entusiasmo por lo que hace, fomentando un aprendizaje significativo. Es capaz de generar un contagio emocional en el aula que facilita un aprendizaje por imitación adecuado a través de la activación del sustrato cerebral que nos mantiene conectados, las neuronas espejo.

Da autonomía

Uno de los grandes objetivos de la educación debe ser el de fomentar la autonomía del alumno haciéndole participar en el proceso. A través de su motivación intrínseca, el alumno ha de responsabilizarse de su aprendizaje (Gerver, 2011). Y para que se dé esto, en el proceso inicial, la neurociencia ha desvelado la importancia de despertar la curiosidad (el lóbulo frontal se activa más ante una tarea novedosa) para así, mediante el estímulo emocional adecuado, facilitarse la atención necesaria para el aprendizaje (Mora, 2013).

Propone retos adecuados

El buen profesor descubre y estimula las fortalezas de sus alumnos, siendo capaz de proponer retos adecuados. Para ello es imprescindible tener en cuenta los conocimientos previos del alumno y ahí desempeña un papel importante la memoria. Cada nueva idea debe construirse sobre lo que ya se conoce, fomentándose así la comprensión a través de ejemplos reales y sus correspondientes comparaciones (Willingham, 2011).

Fomenta la creatividad

Pero sólo con la memoria no es suficiente. Ante un futuro incierto, es fundamental enseñar estrategias que permitan un pensamiento creativo, crítico y flexible. El buen profesor sabe ceder el protagonismo al alumno suscitando procesos de investigación  a través de las preguntas adecuadas y aceptando diferentes formas de resolver los problemas.

Acepta el error

El error forma parte del proceso de aprendizaje y ha de ser aceptado de forma natural. El cerebro, que tiende a justificar las creencias previas (disonancia cognitiva) requiere del error para progresar; la equivocación nos permite acercarnos al éxito de una idea (Forés y Ligioiz, 2009). La propia plasticidad cerebral conlleva el proceso de aprendizaje continuo.

Tiene  vocación

El buen profesor disfruta de su profesión, se responsabiliza de la misma y asume su enorme trascendencia, reflexiona sobre las prácticas educativas partiendo de la base  de que el aprendizaje es un proceso complejo, se adentra en el futuro a través de una formación continua y comparte. Como dijo Manfred Spitzer, el profesor es el instrumento didáctico más importante (Spitzer, 2005).

Y sobre todo, mira con afecto a sus alumnos

El alumno necesita ser reconocido. Para ello, es fundamental elogiarlo por su esfuerzo y no por sus capacidades, activándose así el sistema de recompensa cerebral asociado a la dopamina. El buen profesor interactúa de forma adecuada con el alumno, es accesible y agradable. Y sabe que la educación restringida a la transmisión de conocimientos académicos es insuficiente, es decir, que es imprescindible una educación socioemocional que forme personas íntegras capaces de generar un futuro mejor.

Conclusiones finales

En el proceso de mejora de las prácticas educativas entendemos que es esencial tener en cuenta la opinión de los alumnos. En cuanto al papel que desempeña el profesor, lo que lo alumnos nos responden está en consonancia con lo que sabíamos, esto es,  que el profesor que dejó huella en nosotros fue por cuestiones emocionales. Ese buen profesor seguramente era exigente, pero tenía grandes expectativas sobre sus alumnos y eso posibilitó la necesaria motivación.

En los tiempos actuales en los que nos planteamos una transformación en la profesión docente y un cambio de paradigma en la educación, resulta imprescindible tanto para el profesor como para el alumno conocer cómo funciona el cerebro humano. La excelencia educativa pasa por concretar las finalidades del aprendizaje, que por supuesto ha der significativo, y disponer de los conocimientos científicos que nos suministra la neuroeducación sobre cómo aprendemos. Y en este camino hacia la mejora de la práctica educativa, el rol que desempeña el nuevo y renovado profesor es fundamental. Ken Robinson lo resume muy bien (Robinson, 2011): “Los verdaderos desafíos a los que se enfrenta la educación sólo se solucionarán confiriendo el poder a los profesores creativos y entusiastas y estimulando la imaginación y la motivación de los alumnos”.

Jesús C. Guillén

Bibliografía

1. Ambady, N. & Rosenthal, R. (1993): “Half a minute: Predicting teacher evaluations from thin slices of nonverbal behavior and physical attractiveness”. Journal of Personality and Social Psychology, 64.

2. Bain, Ken (2007). Lo que hacen los mejores profesores universitarios. Universitat de Valencia. Sevei de Publicacions.

3. Forés, Anna, Ligioiz, Marta (2009). Descubrir la neurodidáctica. UOC.

4. Gerver, Richard (2012). Crear hoy la escuela del mañana. Ediciones SM.

5. Gilbert, Ian (2005). Motivar para aprender en el aula. Las siete claves de la motivación escolar. Paidós.

6. Mora, Francisco (2013). Neuroeducación: sólo se puede aprender aquello que se ama. Alianza Editorial.

7. Robinson, Ken (2011). El elemento: descubrir tu pasión lo cambia todo. Grijalbo.

8. Spitzer, Manfred (2005). Aprendizaje: neurociencia y la escuela de la vida. Omega.

9. Willingham, Daniel (2011). ¿Por qué a los niños no les gusta ir a la escuela? Graó.


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Sueño y aprendizaje

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En el futuro habrá toda clase de formas nuevas y

radicalmente distintas que permitan incrementar

 el potencial  del cerebro para aprender.

Sarah-Jayne Blakemore

Pasamos una tercera parte de nuestra vida durmiendo y aunque creíamos que el sueño nos permitía descansar después de la actividad realizada en el estado de vigilia, actualmente sabemos que constituye un proceso de gran actividad mental y corporal imprescindible para el aprendizaje. La falta de sueño perjudica la memoria, la atención, el razonamiento lógico, las habilidades motoras o el humor, todos ellos factores críticos en los procesos educativos de enseñanza y aprendizaje. En el siguiente artículo, revisamos algún estudio relevante que investiga estas cuestiones y analizamos la información que nos suministran los adolescentes sobre el sueño en una etapa que se ve afectada debido a toda una serie de cambios hormonales.

Fases del sueño y consolidación de la memoria

El sueño constituye una necesidad biológica provocada activamente por nuestro cerebro. Sabemos que  no es un estado uniforme porque la activación cerebral sigue una serie de ciclos pasando de un sueño ligero a uno profundo, luego a otro ligero, para acabar con uno activo y repetirse el proceso. Los neurocientíficos hablan de dos estados cerebrales principales durante el sueño (ver figura 1): uno de ondas lentas y otro en el que el cerebro está muy activo (fase REM en inglés) que es en el que soñamos  de forma frecuente e intensa y que recuerda al estado de vigilia.

Figura 1

Diversas investigaciones han demostrado la importancia del sueño en la consolidación de la memoria y en la integración de los contenidos novedosos en los ya conocidos. Manfred Spitzer hace una analogía interesante del proceso que se lleva a cabo (Spitzer, 2013): “se vacía un buzón lleno de cartas (memoria temporal del hipocampo); las cartas son depositadas en una carpeta (corteza cerebral) y, a continuación, se suceden el procesamiento y las respuestas a las cartas (fase REM del sueño).”

Y muchos estudios han revelado también que la privación de sueño afecta negativamente al aprendizaje. El proceso gradual de aprendizaje de una determinada tarea puede verse muy mermado si al aprendiz se le impide dormir la noche posterior a la última sesión de entrenamiento. El rendimiento mostrado al día siguiente baja drásticamente (ver figura 2).

Figura 2

El sueño facilita el insight

Otros estudios han demostrado la importancia de un sueño adecuado para mejorar de forma significativa el pensamiento creativo. En uno en concreto, se planteó una serie de problemas matemáticos a un grupo de estudiantes y se les enseñó un método para resolverlos. Sin embargo, no se les advirtió que existía una solución oculta rápida e ingeniosa (el insight o ¡eureka!) que podían descubrir durante el proceso de resolución. La cuestión es cómo favorecer la aparición de este tipo de ideas felices.

Los investigadores observaron que 12 horas después del entrenamiento inicial, un 20% de los estudiantes eran capaces de descubrir la solución rápida, sin embargo, si en ese período de tiempo se les permitía dormir unas ocho horas, la cifra se triplicaba y un 60% del alumnado encontraba la solución creativa (ver figura 3).

Figura 3

Alondras y lechuzas

En un estudio en el que se quería analizar la incidencia del sueño en la mortalidad, se definió al 29% de los participantes como alondras porque se acostaban antes de las 11 pm y se levantaban antes de las 8 am y al 26% como lechuzas por seguir hábitos contrarios (Gale y Martin, 1998). Estudios posteriores han confirmado que las personas nos caracterizamos por tener un determinado cronotipo o reloj interno (Mora, 2013). Así podemos hablar, en general, de que las personas con el cronotipo “alondra”  son más productivas trabajando en las primeras horas del día, mientras que las que tienen el cronotipo “lechuza” lo son en horarios tardíos, constituyendo ambos grupos extremos en torno al 30% de la población. Lo cierto es que aunque las necesidades de sueño en las personas varía considerablemente, en los adolescentes hay una tendencia hacia el cronotipo “lechuza”. Se cree que el cerebro del adolescente requiere dormir más horas porque hormonas asociadas al sueño como la melatonina alcanzan niveles mayores en esa franja de edad (Medina, 2009).

¿Y los adolescentes qué opinan?

Quisimos preguntar una serie de cuestiones relacionadas con los hábitos de sueño a un grupo de 21 adolescentes que están cursando primero de bachillerato. Mostramos, a continuación, algunas de las preguntas planteadas y los resultados obtenidos:

Tabla 1

Observamos que aunque los estudios demuestran que el adolescente requiere más horas de sueño que un adulto normal (seguramente, a partir de 9 horas), el 90% de la muestra analizada duerme 8 horas o menos y, en concreto, el 43% duerme 7 horas o menos. Sin embargo, el 81 % de los alumnos asume que debería dormir un mínimo de 8 horas al día, más que lo que duermen pero menos de lo que las investigaciones sugieren, lo cual indica falta de información sobre las necesidades reales.

Tabla 2

Sólo el 19 % de los alumnos se acuestan a una hora más en consonancia con el horario escolar del día siguiente. En concreto, el grupo analizado comienza las clases a las 8 am tres días a la semana, mientras que los otros días lo hacen una hora más tarde. En este segundo caso, a diferencia del primero, continúan el horario escolar por la tarde de 3 pm a 5 pm habiendo finalizado la sesión matinal a las 2 pm. La gran mayoría de los alumnos no son partidarios de este horario por la tarde porque consideran que es más difícil concentrase en las tareas académicas debido al cansancio acumulado.

Respecto a la presencia de aparatos electrónicos encendidos en la habitación en la que duermen, el 76% reconocen la presencia de algún dispositivo, mayoritariamente el móvil (prácticamente todos disponen de conexión a internet en el mismo).

Tabla 3

La gran mayoría de alumnos (81%) reconocen sentirse cansados por la mañana de forma ocasional o general y, aunque pueda parecer contradictorio, el 71%  manifiesta no tener ningún problema de sueño durante el horario escolar (los que sí los padecen están asociados a fármacos utilizados en el tratamiento, mayoritariamente, de determinados trastornos de aprendizaje). Sea como fuere, si el alumno se muestra cansado difícilmente podrá favorecerse el proceso de aprendizaje.

Conclusiones finales

Los adolescentes deberían irse a dormir antes pero simplemente no pueden y su proceso de aprendizaje en la escuela se ve perjudicado, en muchas ocasiones, por el cansancio generado por la falta de sueño. La implicación educativa directa de esta situación sería la de retrasar el horario escolar, lo que ocurre es que esta solución natural hace difícil conciliar los horarios laborables de las familias o incluso los de actividades extraescolares de los propios alumnos entre otras razones (Willingham, 2012). Sin embargo, diferentes estudios avalan esta medida. Un cambio del horario de entrada en escuelas de secundaria en Estados Unidos de 7:15 a 8:40 de la mañana conllevó que los alumnos mejoraran su asistencia y su estado físico y anímico durante las clases (Wahlstrom, 2002). En otro estudio, los resultados académicos de escuelas que habían retrasado sus horarios de entrada fueron mejores  respecto a otras que los habían adelantado (Edwards, 2012). Y finalmente, en un tercero se comprobó que retrasando 50 minutos el horario escolar se obtuvieron mejoras en los rendimientos académicos de los alumnos (Carrell et al., 2011).

Lo cierto es que si queremos optimizar los procesos de enseñanza y aprendizaje el alumno ha de estar despierto en el aula y para ello ha de dormir las horas necesarias, no sólo para mostrarse activo, sino también para consolidar por la noche la información recibida durante el día, es decir, para aprender. Es nuestra obligación seguir divulgando a través de la neuroeducación todos estos procesos. Los nuevos tiempos requieren nuevas soluciones.

Jesús C. Guillén

 

Bibliografía

1. Blakemore, Sarah-Jayne y  Frith, Uta (2011). Cómo aprende el cerebro, las claves para la educación. Ariel.

2. Carrel S. et al. (2011): “A’s from Zzzz’s? The causal effect of school start time on the academic      achievement of adolescents”. American Economic Journal: Economic Policy, 3.

3. Edwards, F. (2012): “Early to rise? The effect of daily start times on academic performance”. Economics of Education Review, 31.

4. Gale, G. y Martin C. (1998): “Larks and owls, and health, wealth, and wisdom”. British Med J. 317.

5. Jensen, Eric y Snider, Carol (2013). Turnaround tools for the teenage brain. Jossey-Bass.

6. Medina, John (2009). Brain rules: 12 Principles for surviving and thriving at work, home and school. Pear Press.

7. Mora, Francisco (2013). Neuroeducación: sólo se puede aprender aquello que se ama. Alianza Editorial.

8. Spitzer, Manfred (2013). Demencia digital. Ediciones B.

9. Stickgold, R., James, L. T. y Hobson, A. (2000): “Visual discrimination learning requires sleep after training”. Nature Neuroscience, 3.

10. Wagner, U. et al. (2004): “Sleep inspires insight”. Nature, 427.

11. Wahlstrom, K. (2002): “Changing times: findings from the first longitudinal study of later high school star times”. NASSP Bulletin, 86.

12. Willingham, D. (2012): “Are sleepy students learning?”. American Educator, 35.

 


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La hija de Neill. Una revisión de Summerhill para el siglo XXI

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Por Josep Pradas

 

He de confesar que emprendí la lectura del libro Summerhill hoy (Valencia, Litera, 2012), escrito en 2006 por Zoë Neill, la menor de los descendientes de Alexander Neill, con la esperanza de hallar alguna respuesta a la gran cuestión de la pedagogía actual: ¿qué hacer con los móviles y otros artilugios electrónicos en el aula?

No podía esperar menos de una pedagoga que dirige una prestigiosa escuela, fundada en los años veinte, y que ha resistido todos los embates de la pedagogía tradicional en defensa de un modelo de educación basado en la libertad personal y la primacía del interés sobre la atención en el terreno didáctico. Siendo el teléfono móvil objeto de tan alto interés para los alumnos, sobre todo los adolescentes, y por ello convertido en principal causa de interferencias en los procesos didácticos, esperaba encontrar algún tipo de solución a tal problema, coherente además con la línea libertaria de las teorías de Neill padre. Adelanto que la hay, pero sin embargo no satisfará las expectativas de escándalo que lógicamente albergarán los partidarios del retorno a la educación tradicional.

Detrás del controvertido asunto de los móviles hay una cuestión de fondo más importante aún: el alto grado de indisciplina en las aulas de los centros escolares de todos los niveles educativos, indisciplina que los docentes no pueden gestionar, en buena medida, porque no han recibido una formación adecuada para encarar este problema (aunque también porque el problema es mucho más complejo de lo que parece, y se alimenta de numerosos factores que no siempre caen bajo el control de los docentes o la institución escolar). Sin embargo, la primera solución a la que se echa mano desde la escuela es un retorno a las formas tradicionales, donde la autoridad parecía servir para coartar todo intento de indisciplina. En realidad, la indisciplina escolar es más bien un problema social y económico, derivado de la contradicción generada entre la necesidad de orden social y las dinámicas del consumo individual. El retorno a la disciplina autoritaria es el recurso fácil que postulan los nostálgicos de la escuela tradicional, pero ciertamente no va a ser la solución a las formas de indisciplina escolar del presente, como no lo fue en el pasado (mi experiencia personal es que la disciplina de los alumnos, que estuviesen quietos y callados, se conseguía a base de la amenaza a menudo efectiva de la violencia de los docentes).

Homer Lane

Homer Lane

Cuando Alexander Neill puso en marcha su proyecto pedagógico, después de haber pasado por la escuela de Homer Lane, que albergaba menores indisciplinados a punto de ser recluidos en reformatorios, la pedagogía libertaria tenía una utilidad casi curativa: liberar a niños criados en un entorno de represión familiar, de imposición de rígidas ideas religiosas, morales y sexuales, en una sociedad basada en la disciplina del trabajo bajo un régimen de consumo de subsistencia; es decir, niños neuróticos educados por padres neuróticos también, cuando no violentos. En el ambiente de libertad que reinaba en Summerhill, esos niños se recuperaban, en ellos emergía aquel yo anulado por su entorno familiar y social, y se manifestaba libremente en un entorno donde la asistencia a clase era (y sigue siendo) voluntaria y así podían jugar todo el tiempo que quisieran, o montar una cabaña en el bosque que había en el propio recinto escolar. Al cabo de un tiempo, esos niños manifestaban su interés por aprender, no siempre por aprender algo académico. No importaba. Para Neill, el aprendizaje académico es sólo una de las posibilidades de orientar la vida de un adulto. Muchos niños orientaban su interés hacia la mecánica, la carpintería, u otras actividades profesionales. Neill prefería un jardinero feliz a un bachiller neurótico (Neill, A., Summerhill. México, FCE, 2010, pág. 20). Algunos se interesaban por la formación académica, quizás después de haber pasado varios cursos sin asistir a las clases. En dos o tres cursos, esos niños ahora interesados en aprender el currículum académico, avanzaban lo que otros niños, forzados a ello, aprendían lentamente durante los años previstos por la educación reglada:

 

Se percibe la diferencia en la cuestión de las lecciones. Todo niño libre juega la mayor parte del tiempo durante años; pero cuando llega el momento, los inteligentes se sentarán y emprenderán el trabajo necesario para dominar las materias que piden los exámenes oficiales. En poco más de dos años, un muchacho o una muchacha harán el trabajo que los niños disciplinados tardan ocho años en hacer. […] El maestro ortodoxo sostiene que los exámenes sólo se aprueban si la disciplina obliga al candidato a tener constantemente las narices sobre los libros. Nuestros resultados demuestran que con alumnos inteligentes eso es una falacia. En un régimen de libertad, son sólo los inteligentes los que pueden concentrarse en un estudio intensivo, cosa sumamente difícil de hacer en una comunidad que ofrece tantos atractivos contrarios. […] Ya sé que con disciplina aprueban los exámenes alumnos relativamente malos, pero me pregunto qué es de esos aprobados en la vida. Si todas las escuelas fuesen libres y optativas todas las materias, creo que los niños encontrarían su propio nivel (Neill, A., op. cit., págs. 106-107).

 

La primacía del interés

Neill descubría así que la fuerza del interés personal es superior a la de todas las estrategias didácticas diseñadas para generar interés por aprender desde fuera, pero a condición de no imponer al alumno un currículum previo. El resultado de todo ello es, si los testimonios que Neill señala son correctos, y nada hace suponer que no lo sean, que del alumnado de Summerhill han salido jóvenes felices que han encarado bien la vida adulta, que han asumido las tareas laborales que la sociedad impone con un espíritu diferente y libre, e incluso algunos han llegado a posiciones académicas de cierto nivel, porque el sistema de Neill no impide la excelencia, sino que la deja en manos del interés de cada alumno, y algunos de ellos han llegado a ser profesores universitarios.

El auténtico problema pedagógico, es decir, el problema que tenemos los docentes y los pedagogos, más allá del asunto de los móviles, consiste en pensar que un profesor universitario es más que un carpintero. Niños cuyo interés no encaja en los asuntos académicos pasan años de penuria emocional hasta superar mediocremente los obstáculos de la escuela primaria y secundaria, sin poder manifestar libremente sus facultades, para llegar a la edad adulta convertidos en minusválidos intelectuales gracias a un sistema empeñado en priorizar lo académico. Algunas propuestas recientes vienen a dar alternativas razonables, como la escuela basada en las inteligencias múltiples (véase mi reseña del libro de Howard Gardner, Inteligencias múltiples. La teoría en la práctica. Barcelona, Paidós, 2011, publicada en Escuela con Cerebro en enero de 2012, en este enlace: http://escuelaconcerebro.jimdo.com/rese%C3%B1as/inteligencias-m%C3%BAltiples-de-h-gardner/). Es poco menos que utópico que la escuela pública asuma esas directrices. Por eso Summerhill fue y sigue siendo una escuela privada.

Si no se asume la primacía del interés, a la escuela de hoy no se le pueden pedir milagros. El docente puede aplicar numerosas estrategias más allá del control sobre los móviles, inevitablemente presentes en el aula. El docente puede imponer el silencio, la quietud, el orden e incluso la atención, pero no puede imponer el interés. Y el interés es el principal factor del aprendizaje. Si no hay interés, sea porque el alumno no lo experimenta, sea porque el docente no puede generarlo, todo lo que se haga será inútil a pesar de que los resultados académicos sean aceptables, es decir, de que el alumno supere más o menos holgadamente la prueba de que ha aprendido; es decir, apruebe un examen memorístico: ¡como si repetir un contenido fuese equivalente a haberlo adquirido y aprendido!

El docente puede preparar profusamente su parte en el proceso, es decir, la enseñanza (al alumno le corresponde el aprendizaje, según este modelo, que es el tradicional, si bien la mayoría de los docentes lo ejercita a pesar de adscribirse a la didáctica moderna en sus declaraciones programáticas). Puede procurar que haya silencio y atención (o su simulacro, que consiste en mirar al profesor y a la pizarra, en silencio, y al parecer escuchando lo que el docente dice), para así comunicar adecuadamente aquello que los alumnos deben aprender, aunque no les interese. Generalmente esto es lo que procuran hacer los docentes, y su esfuerzo, a menudo titánico (porque conseguir silencio, quietud y aparente atención les obliga a invertir casi todas sus fuerzas vitales para poder dedicar los últimos momentos de la clase, ya en orden, a exponer un contenido), resulta absolutamente inútil porque no hay una escucha activa por parte de un alumnado abrumado. Los docentes, en general, descuidan el factor del interés asumiendo que el aprendizaje se producirá mecánicamente tras haber asegurado lo que consideran los pasos previos, es decir, la consecución de las condiciones suficientes para el desarrollo de la parte que consideran suya, la enseñanza.

Dos grandes errores se han producido en esta planificación: el descuido del interés, y la consideración de que el papel que le corresponde al alumno en el proceso es una pasiva recepción de los contenidos. El docente supone que la primera parte del proceso, la enseñanza, que concibe como la parte activa, le corresponde a exclusivamente a él y, para colmo, que la parte que le corresponde al alumno puede ser meramente receptiva, es decir, pasiva, en concordancia con la demanda de atención y silencio, y que de esa tan atenta pasividad deriva automáticamente la asimilación de los contenidos, es decir, el aprendizaje. Este sistema parece funcionar porque se acaba aprobando a los alumnos por la mínima y siempre hay algunos, aunque no muchos, que sí sienten interés por esos contenidos y rinden más; en realidad, este sistema se convierte en una carrera de obstáculos para la mayoría de desmotivados alumnos. El docente ha olvidado aquí que el alumnado necesita tanto como él ocupar una posición activa en el proceso, en sus dos partes, pero a condición de que antes se haya activado su interés. Si hay interés, el alumno puede aprender incluso sin la intervención del docente, porque el aprendizaje es un impulso innato en los seres humanos, y todos los niños pueden aprender por sí solos prescindiendo de la enseñanza de un docente, pero a condición de que se haya activado su interés.

El interés del alumno es el principal motor del proceso de aprendizaje, por encima de todas las acciones que pueda emprender el docente, que deviene más bien pasivo y, por ello, menos intervencionista y en cambio más observador. Ésta es la clase de docente que propugna la pedagogía negativa e incluso la didáctica de Gardner: alguien capaz de detectar áreas de interés en sus alumnos, dejándoles actuar sobre los diversos materiales susceptibles de aprendizaje; se trata de una didáctica orientada a la generación de interés en el alumno mediante la participación constructiva en el proceso, casi sustituyendo al docente en la selección de contenidos y la explicación de los mismos. Por ello es importante entender que no basta con proponer al alumno un trabajo determinado sobre el que deberá hacer una presentación mediante Power Point (véase el artículo de Jesús Guillén, “Inteligencias múltiples en el aula”, publicado en Escuela con Cerebro en mayo de 2013, en este enlace: http://escuelaconcerebro.wordpress.com/2013/05/05/inteligencias-multiples-en-el-aula/).

Es en la pedagogía radical, la de Neill, donde mayor expresión cobra el factor del interés, por encima de todos los elementos restantes de la didáctica (véase mi artículo “La cuestión del interés. Apostilla al artículo ‘Summerhill, de Alexander S. Neill, desde el punto de vista de las inteligencias múltiples’”, publicado en Escuela con Cerebro en mayo de 2013, en este enlace: http://escuelaconcerebro.wordpress.com/2013/05/28/2909/). En realidad, Neill desdeña incluso los métodos de la pedagogía activa en relación con la generación de interés desde fuera del alumno, y ese desdén persiste en los planteamientos didácticos de su escuela en la actualidad, en manos de su hija Zoë, heredera de una filosofía (porque en Neill había una concepción del mundo y del hombre) aplicada a la educación.

 

La forma en que mejor aprenden muchas personas es con explosiones de actividad concentrada. Ocupan la totalidad de su tiempo con una redacción, un proyecto, algún trabajo de carpintería, aprendiendo algo nuevo en el ordenador, o con un juego. Cuando lo han conseguido pasan a la siguiente cosa. Summerhill tiene la flexibilidad necesaria para permitir que los niños hagan esto. Hacemos algunas cosas a propósito, como desarrollar salas donde los niños puedan estar ocupados en sus propias cosas sin interferir ni complicarles la vida cuando han decidido que ya han tenido suficientes clases por un tiempo (Neill, Z., op. cit., pág. 77).

 

Al margen de cualquier otra consideración, aprender en Summerhill es algo mucho más concentrado que en la mayoría del resto de entornos escolares. Al no haber tenido clases obligatorias desde el día en que Neill empezó la escuela en 1921, hemos aprendido unas pocas cosas sobre cómo aprenden los niños cuando se les deja a su aire. Por ejemplo, los más pequeños tienden a emplearse a fondo en el aprendizaje en clase durante un periodo de tiempo -quizá un día, una semana, o un mes- y entonces se apartan y encuentran alguna otra cosa que les absorbe durante una temporada. Puede ser jugar o dedicarse a otras actividades que les interesen. Los niños que tienen un buen motivo para aprender algo pueden llegar a entenderlo sorprendentemente rápido. También aprenden utilizando diferentes recursos, como juegos de rol, juegos de estrategia y, sí, incluso los temidos videojuegos (Neill, Z., op. cit., pág. 116).

 

Y esto es así porque el interés opera de manera impulsiva, libidinosa si se quiere, y genera explosiones de actividad de variable duración. Ya lo había observado Neill padre:

 

Los gustos del niño son siempre eclécticos. Lo ensaya todo, y es así como aprende. Nuestros niños pasan días enteros haciendo barcos; pero si les visita un aviador los mismos niños dejarán los barcos a medio hacer y empezarán a hacer aeroplanos. Nosotros no sugerimos nunca que un niño acabe su trabajo; si su interés ha desaparecido, es un error obligarle a que lo termine (Neill, A., op. cit., pág. 287).

 

En realidad, cuando se hace algo con interés, desaparece la sensación de esfuerzo que siempre acompaña los actos que se realizan por obligación, de manera que no es necesario idear ninguna estrategia para potenciar el aprendizaje, sino dejar que los niños, por sí mismos, realicen aquello que les interesa (Neill, A., op. cit., págs. 64-65), y entonces se hace realidad que “el aprendizaje es una habilidad que perdura durante toda una vida y un placer si su encanto no ha sido estropeado a causa de excesivas presiones externas” (Neill, Z., pág. 117). Es por eso que Neill advierte contra el lado oculto del uso del interés en la didáctica. La libertad de asistencia a las clases no es un instrumento para generar interés en los niños, sino una condición necesaria para que ese interés florezca por sí mismo. Como recuerda su hija Zoë:

 

Esta libertad todavía es uno de los asuntos más controvertidos de Summerhill. Y también es una de las cosas que los niños más aman de esta escuela. No hay cuerdas que los aten, no hay agendas ocultas, no hay persuasión ni estimulación verbal. Son completamente libres de asistir a las clases o de alejarse de ellas, aunque siempre somos sinceros y realistas acerca del estándar de trabajo de un niño así como de sus opciones futuras (Neill, Z., pág. 81).

 

La cuestión es, según Neill, que si hay interés el niño desea aprender y en realidad no importa mediante qué método se le enseñe. Si un niño quiere aprender la división abreviada, lo hará con cualquier método (Neill, A., op. cit., págs. 20-21). Y para respetar la particular individualidad de cada alumno, el docente ha de limitarse a detectar cuáles son los intereses de sus alumnos y adaptar a ellos su actividad de enseñante, pero también aportando nuevas experiencias a medida que sus alumnos van agotando su interés por un determinado contenido (porque el interés no es infinito: nace, genera implicación, se expande, y se agota). Y así se actúa aún en la escuela de Summerhill.

Por otro lado, con el tiempo se ha modernizado el currículum de Summerhill, a tono con los requisitos del sistema escolar de finales del siglo XX, pero sin cambiar las estrategias del centro. El currículum sigue siendo un problema de interacción con el mundo externo: ¿qué pasa con el temario si los alumnos deciden no ir a clase, y cómo se adaptan los profesores que llegan a la escuela procedentes del sistema público, donde tienen alumnos obligados a asistir a las clases? En realidad, los niños que no asisten a las clases rara vez lo hacen porque no les guste el profesor, sino por motivos más superficiales (por intereses ocasionales, como hacer una cabaña en lugar de ir a clase), de modo que los profesores nuevos han de adaptarse a esta situación sin caer en inseguridades. De hecho, en Summerhill no se evalúa a los profesores por la asistencia que reciban, porque no hay una correlación clara entre estos factores. Tampoco se les evalúa por los resultados académicos de sus alumnos, porque esos resultados no son indicadores de éxito o fracaso de ninguna de las partes (Neill, Z., op. cit., págs. 71-72 y 74).

En Summerhill se asumen los exámenes como obstáculos que hay que superar para conseguir cosas que luego sirven para vivir como adultos, es decir, el acceso a trabajos o a nuevos estudios. Pero no se orienta la educación para superar esas pruebas, sino que sólo prima el interés del alumno, y un alumno interesado asumirá esos exámenes como retos, y tratará de superarlos. Los alumnos de Summerhill que intentan superar esas pruebas oficiales en el sistema educativo inglés suelen salir bien parados (Neill, Z., op. cit., pág. 85).

 

Cuando dejan la educación reglada, nuestros alumnos son un grupo muy heterogéneo. Muchos de ellos van a parar a algún trabajo que les permita cierto grado de libertad para tomar su propio camino. Hay entre ellos artistas, médicos, abogados, profesores, catedráticos, carpinteros, científicos, músicos, chefs, actores, jardineros, granjeros, periodistas, cineastas, técnicos, fotógrafos, bailarines, programadores informáticos, escritores, ilustradores y cuidadores de discapacitados. También son fantásticos empresarios, como resultado quizá de la creatividad que desarrollan en la escuela y el talento para tratar con otras personas (Neill, Z., op. cit., pág. 86).

 

 

Enseñar en una sociedad indisciplinada

A pesar de que las propuestas de Neill y sus resultados prácticos y emocionales son muy atractivos, la escuela pública no asumirá en un futuro próximo ni éstas ni las de Howard Gardner, que son una versión menos libertaria de la anteposición del interés sobre el currículum en la escuela, bajo la égida de los más recientes estudios sobre el funcionamiento del cerebro. La obsesión por los resultados académicos ciega a las autoridades, que cada año tiemblan ante la publicación de los resultados de PISA (sitio web de PISA en este enlace: http://www.oecd.org/pisa/). Sin embargo, la escuela de Summerhill sigue adelante, adaptándose a los cambios sociales y procurando educar a sus alumnos siguiendo el primado del interés individual en un entorno de libertad personal: la asistencia a las clases sigue siendo voluntaria, porque es la clave de todo esto.

Zoë Neill en 2012

¿Cómo explica la hija de Neill esos cambios habidos y la adaptación de Summerhill a los mismos? El lema de Neill padre, vive y deja vivir, acorde con su modelo de educación negativa, es esencial en el planteamiento pedagógico summerhilliano, pero en manos de Zoë toma un trazado diferente, adecuado a los tiempos actuales. Alexander Neill se quejaba de la presión familiar sobre los niños en tanto que represión de su libertad corporal y mental, típica de la época en que vivió; ahora, cuando parecen superadas todas esas barreras ideológicas, religiosas y morales, al menos parcialmente, los padres se preocupan tanto por educar bien a sus hijos, porque sean estimulantes y creativos, que tampoco les dejan en paz (Neill, Z., op. cit., pág. 13). Este matiz es importante, porque el resultado de esa presión estimulante contemporánea es tan negativo como cuando la presión era represiva. Los niños de ahora “están constantemente buscando la estimulación e influencia de los adultos. Necesitan admiración y atención y son incapaces de estar tranquilos con ellos mismos” (Neill, Z., op. cit., pág. 15). Esta sería la clave para la buena educación familiar negativa: ni represión, pero tampoco sobreatención o sobrestimulación, sino dejar en paz a los niños, no intervenir si no es necesario, o intervenir de una manera no intervencionista, dejar hacer, dejar a los niños solos y que tengan su propio espacio, proporcionarles oportunidades de estar solos y que hagan lo que quieran en su propio espacio sin vigilancia, librarles del exceso de actividades estimulantes y no impedirles jugar (hoy, en los ordenadores, ante la televisión) para imponerles actividades extraescolares abrumadoras (Neill, Z., op. cit., págs. 17-18).

Una imagen de la familia Neill

Zoë Neill se queja de que la educación familiar actual se centra en una excesiva interferencia, rasgo que hay que sumar a un exceso de indulgencia de los padres, a consecuencia de lo cual los niños dejan de adquirir las referencias necesarias para limitar sus propias voluntades (límites que vienen marcados por la necesidad de una convivencia social, que a su vez establece unos límites comunes para todos). Este cambio ideológico ha obligado a cambiar parte de la orientación educativa de Summerhill: en la época de Alexander Neill, Summerhill representaba un refugio libre de represión donde los niños se sentían libres y seguros, sin temor a la violencia física o verbal de sus familias o sus anteriores escuelas; en la actualidad, en cambio, la orientación de Summerhill ha de ser más disciplinaria y centrada en la tutoría en el aula, “enseñando a los niños que no pueden hacer siempre lo que quieren, que también tienen que prestar atención a los derechos y a los sentimientos de los demás. Un pequeño cambio de papeles que Neill hubiera encontrado interesante” (Neill, Z., op. cit., pág. 16).

Este aprendizaje de los límites, tan importante en la educación, se ha perdido hoy a causa de los factores que interfieren en el proceso educativo actual: exceso de interferencia familiar y de indulgencia, que generan la sobredimensión de un yo ya de por sí magnificado, cosa que hace que se prolongue el período en que los niños piensan sólo en sí mismos y sus necesidades, previo al paso al mundo de los adultos que adquieren responsabilidad social; es decir, aprender a pensar también en las necesidades de los demás (Neill, Z., op. cit., pág. 26).

Es el sistema de consumo personalizado el que ha dado lugar a adultos con el ego crecido, que sólo piensan en sí mismos y en sus necesidades, magnificadas por la publicidad; esos adultos infantilizados acaban educando a sus hijos bajo la égida del mismo mito de la libertad sublimada en actos de consumo, y son esos niños los que tardan en hallar los límites del mundo, dado que acaban queriéndolos adquirir en el mismo supermercado que sus padres. Todo esto tiene que ver, dice Zoë Neill,

 

con un problema muy moderno: el de dar demasiado a los niños sin ninguna reflexión real sobre los límites. Esto suele acabar en la proverbial situación del niño mimado, donde el hijo tiene siempre la última palabra y se comporta de forma tiránica. Frecuentemente los padres temen ser más asertivos porque no quieren bajo ninguna circunstancia lo que ellos recibieron cuando eran niños. Saben lo que no quieren, pero no tienen suficiente información acerca de otras opciones como para saber lo que quieren. […] Muchas familias actuales han perdido de alguna manera el rumbo en el laberinto de la crianza. Aunque los tiempos pasados eran autoritarios y represivos, al menos había una cierta seguridad al saber dónde estaba situado cada uno en la jerarquía de la vida. Hoy en día, las familias se enfrentan a las situaciones de una forma más aleatoria. No es extraño ver que se llama a un niño que está en su suntuosa habitación con televisor, vídeo, equipo de música, conexión a internet, ordenador y consola de videojuegos para que acuda a la comida familiar, donde se le dice que debe comerse todas las verduras. El niño se opondrá de forma huraña o agresiva y puede que fácilmente consiga librarse de comérselas. Pero el conflicto aún está ahí. Los padres siguen intentando mantener una autoridad sobre algo que realmente debería ser una decisión del niño, y el niño reacciona desafiante y desagradable a esa autoridad (Neill, Z., op. cit., págs. 50-51).

 

Autoridad que, paradójicamente, permite al niño (de hecho casi le empuja a ello) convertirse en consumidor a un ritmo y velocidad sobre los que realmente no debería poder decidir. Esta confusión genera problemas en la educación familiar y también en la escolar:

 

Esta confusión sobre métodos para la educación de los niños ha traído también problemas en Summerhill. No solemos tener con frecuencia al niño asustado, traumatizado por sus propias experiencias con los adultos. Ahora resulta que nos encontramos con que Summerhill es el lugar que enseña a los niños disciplina y cómo comportarse. Antiguamente, los niños que estaban enfadados con sus padres tendían a ser algo introvertidos y callados, y a menudo les llevaba mucho tiempo pasar por el usual patrón Summerhill de liberación, pero en los últimos años he visto llegar a la escuela a muchos niños que tratan a sus padres con ira y autoritarismo, que les desafían abiertamente, les insultan a voz en grito o escenifican una rabieta más propia de un niño de dos años para conseguir lo que quieren (Neill, Z., op. cit., págs. 53-54).

 

Para qué educamos

Y, por fin, podemos afrontar el asunto de los móviles en el aula. Zoë escribió en 2006 su libro sobre Summerhill para dar una versión actualizada de la escuela que su padre había fundado, al mismo tiempo que para manifestar que su evolución pedagógica seguía las pautas marcadas por el fundador. Pero las diferencias existentes entre padre e hija son de un marcado carácter generacional: Neill padre era un tipo educado en el siglo XIX, aunque fue un pensador avanzado a su tiempo. Por ejemplo: “Neill nunca participó en la cocina, en la limpieza o en la toma de decisiones de las tareas domésticas, papeles tradicionalmente femeninos” (Neill, Z., op. cit., pág.10). Sus ideas eran, no obstante, liberalizadoras, era partidario de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, y eso impregnó el espíritu de Summerhill desde el principio. Muchas de las ideas que Zoë Neill desarrolla en su libro son totalmente complementarias de las que sostuvo su padre y siguen vigentes en la filosofía de Summerhill hoy, aunque haya sido necesaria una actualización a causa de los cambios sociales.

La vieja escuela. Una imagen de “The Wall”

Summerhill en tiempo de Alexander Neill se nutría de niños reprimidos que había que liberar de la represión; ahora los niños ya llegan a la escuela en cierto sentido liberados de todo aquello que aprisionaba a los niños nacidos entre 1920 y 1960. Por eso ahora se trata más de enseñar a los niños que su sobredimensionada libertad individual tiene unos límites colectivos (la existencia de los demás) y no de liberarlos: se sienten demasiado libres por sí solos cuando llegan, ejercen su libertad en sus casas y, sobre todo, en las gigantescas áreas comerciales. Esto es coherente en tanto que Alexander Neill no era un predicador del caos, sino una persona amante del orden colectivo, pero de un orden respetuoso con las libertades individuales en todos los sentidos, no solamente en el económico, sino también en el moral, sexual, etc.

Y aquí hay que hacer mención del asunto de los móviles. Educamos a los niños pretendidamente para que sean adultos libres y felices en este mundo. Lo primero es un deber social de los padres; lo segundo es una aspiración natural de todos los humanos, que los padres deben tener presente para potenciar que sus hijos la desarrollen, pero que a la vez depende de numerosos factores que escapan al control de unos y otros. Para conseguir ambas cosas es necesario que los niños aprendan que su voluntad individual tiene unos límites marcados por la existencia de otras personas, dotadas también de su propia voluntad, y por la necesidad de vivir juntos en una sociedad (dotada también de una voluntad colectiva que presiona sobre los individuos). Neill padre consideraba que ese aprendizaje se consigue a lo largo de la maduración y siempre que se enfrente a los niños con los límites que los adultos hemos puesto a su alrededor y que debemos hacer que respeten: no les dejamos martillear un mueble porque es nuestro, pero les dejamos que les sobre comida del plato porque se trata de su estómago.

Los padres y maestros no podemos convertir el aprendizaje de los límites en un asunto moral que sea motivo de constante reprobación hacia nuestros hijos y alumnos: un niño que martillea un mueble no es un niño malo, sólo tiene una necesidad a menudo insondable que hemos de contener y canalizar hacia otro vía, porque no queremos que nuestro mueble se estropee: la solución es que le compremos maderas, clavos y le dejemos experimentar libremente en el jardín. Pero a la vez debemos respetar siempre sus necesidades fisiológicas, su espacio propio, su intimidad y sus sentimientos.

El tema de la adquisición del sentido social a través de los límites es tratado con cierta extensión en el libro Summerhill, de Neill padre, puesto que es el tema central de su filosofía. Su hija, por supuesto, no lo desdeña. Su aplicación es clave para entender qué hacemos con los móviles en el aula. Se trata de un criterio podría decirse que apriorístico, porque en tiempos de Neill no existía dicha tecnología, pero sí había otros objetos de perdición, como el cine, las novelas y los cómics. Sencillamente: la voluntad colectiva tiene más peso que la voluntad individual allá donde se manifiesta, de modo que cada individuo hallará en esa colectividad los límites a su propia libertad. Lo cual se traduce en que el uso del móvil en el aula, en Summerhill, está regulado por la Asamblea, ya que se trata de un instrumento que puede perturbar el uso de un espacio colectivo al que se accede libremente.

El razonamiento es como sigue. La asistencia a las clases no es obligatoria, así que todos los presentes en el aula desean que se lleve a cabo la actividad que esté prevista en ese tiempo y lugar, y no desean ser importunados. Y si suena un móvil en ese momento, serán los propios alumnos quienes ejercerán su capacidad de presión colectiva para que esa voluntad individual se limite y respete en los demás. Un individuo tiene en tal caso dos opciones: silencia, desconecta o deja su móvil en su habitación; o simplemente no asiste a la clase. De hecho eso es lo que ocurre cuando hoy en día uno entra en una sala de cine: desconecta su móvil porque respeta las normas que acepta libremente. Dado que la asistencia a las clases es libre, a nadie se le permite interrumpir una clase de lengua tocando la trompeta (Neill, A., op. cit., pág. 277) o con el tono del móvil, porque esa acción individual afecta a la voluntad colectiva de participar en las actividades del aula. Es evidente que esos problemas no se dan en Summerhill, o son meramente incidentales.

A Zoë Neill le preocupa más, en cambio que el móvil sirva para que los niños se vinculen más a unos padres sobreprotectores y que no se atrevan a encarrilar las dificultades vitales sin su ayuda, pero a la vez confiesa que los mensajes por sms, así como el uso del correo electrónico, han servido de estímulo a los alumnos con dificultades de lectoescritura (Neill, Z., op. cit., págs. 124-125).

La diferencia en relación con las aulas de la escuela tradicional es que la mayoría de los alumnos asisten a ellas por imposición legal, familiar, etc., y hacen uso del móvil para evadirse de una actividad que no les interesa. He aquí la clave de los problemas de disciplina escolar que tanto angustian a profesores, familias y gestores de los resultados escolares: una escuela que impone la asistencia a las clases y un currículum inamovible no puede deshacerse de los alumnos desmotivados ante la obligación de asistir a unas clases que no tienen para ellos ningún interés y durante las cuales, por tanto, acaban enfrascados en actividades alternativas, a su juicio más interesantes (como jugar con el móvil).

El sistema público debería dar salida temprana a esos niños y adolescentes que no encajan en los aprendizajes académicos pero que aun así se ven forzados a soportar varios años de enseñanza obligatoria sin poder disfrutar de ningún aprendizaje real, desmotivados, aburridos, desmoralizados y penalizados por molestar a sus compañeros, reprobados por sus familias, y condenados a un futuro gris, aun más desmotivador y frustrante. Sin embargo, a la vista está, el sistema se obstina en seguir por esa vía muerta: pelearse cada día con esos muchachos, perseguir su indisciplina, y confiscar sus móviles y su libertad.

 

 

 

Bibliografía

 

Neill, A. S., Summerhill. México DF, Fondo de Cultura Económica, 2010 (la primera edición en castellano fue en 1963, y la edición original inglesa en 1960).

Neill, Z., Summerhill hoy. Valencia, Litera, 2012 (edición original en 2006).

 

Enlace a la web de Summerhill School: http://www.summerhillschool.co.uk/

 

 

 


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Emociones positivas en el aula: una cuestión de actitud

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Cuando en nuestras clases nos centramos abiertamente en crear un estado positivo para el aprendizaje, empezamos a establecer en los cerebros de los alumnos, unas asociaciones entre el aprendizaje y el placer que les va a durar toda la vida.                                                                                                                                       Ian Gilbert

El gran filósofo austriaco Lugwig Wittgenstein era una persona melancólica, irascible, crítica con los que le rodeaban y más consigo mismo. Se cuenta que solía caminar en los seminarios de Cambridge deambulando de un lado a otro murmurando “Wittgenstein, Wittgenstein, qué mal profesor eres”. Sin embargo, poco antes de su muerte, en un entorno solitario de Nueva York  le comentó a su casera: “¡Dígales que ha sido maravilloso!” (Seligman, 2011). Seguramente, si el genio austriaco hubiera conocido las investigaciones que demuestran que una simple expresión facial deliberada puede provocar cambios fisiológicos o que nuestro cerebro es plástico encontraríamos alguna imagen suya sonriente.

Wittgenstein y Russell

Actualmente, sabemos que las personas más positivas viven más, tienen más éxito en la vida y generan una apertura mental que las hace más receptivas e incluso más creativas. Las emociones positivas nos permiten desarrollar nuevas habilidades, nuevos conocimientos y mejores actitudes ante la vida (Fredrickson, 2009). Las implicaciones educativas son enormes.

Correlato neural de las emociones

La neurociencia está demostrando que las personas con una gran actividad cerebral en la corteza prefrontal izquierda son más propensas a experimentar sentimientos asociados a la felicidad, la alegría o el entusiasmo. Por el contrario, aquellas con una elevada actividad de la corteza prefrontal derecha (en conjunción con una actividad baja de la corteza prefrontal izquierda) son más propensas a experimentar sentimientos relacionados con la ansiedad o la tristeza.

La corteza prefrontal, sede de las llamadas funciones ejecutivas, es crucial en los procesos de regulación emocional y la región izquierda, en concreto, es capaz de inhibir la amígdala facilitando la resiliencia (Davidson, 2012).

Via corteza prefrontal amígdala

Las preguntas que nos planteamos son las siguientes: ¿Podemos elevar la actividad de la corteza prefrontal izquierda y así convertirnos en personas emocionalmente más positivas? ¿Es posible aumentar las conexiones entre la corteza prefrontal y la amígdala que nos permita soportar mejor las adversidades de la vida?

La respuesta nos la dan las modernas investigaciones en neurociencia y es afirmativa. Las imágenes cerebrales de personas que practican la meditación con regularidad (en especial el mindfulness) revelan que son capaces de aprender a redirigir sus sentimientos y pensamientos y con ello reducen la actividad de la corteza prefrontal derecha y aumentan la de la izquierda, la asociada al bienestar (Davidson et al., 2003). Desde la perspectiva educativa, todo lo que nos relaja es útil, de ahí la importancia de acabar las clases de forma distendida, independientemente de los problemas que hayan surgido durante las mismas.

Efecto de las emociones positivas

Las emociones positivas tienen efectos beneficiosos sobre el aprendizaje al mejorar procesos relacionados con la atención, la memoria o la resolución creativa de problemas. Con la simple observación de imágenes que constituyan estímulos diferentes, ya sean positivos, negativos o neutros, se activan diferentes regiones cerebrales. En el caso de los positivos, interviene el hipocampo que favorece los procesos memorísticos y de aprendizaje mientras que, en el caso de los negativos, se activa la amígdala (Erk et al., 2003):

Emociones y memoria

O al ver películas que provocan diferentes emociones, en el caso de las positivas, se mejora la atención o el pensamiento global (Fredrickson, 2005). Otros estudios recientes demuestran que los niños con bajo rendimiento académico se motivan más si las actividades de aprendizaje les resulta divertidas, como puede ser en el caso de juegos o actividades artísticas (Hardimann, 2012).

Los niños necesitan retos y disfrutar del aprendizaje porque sabemos que existe una correlación fuerte entre el clima emocional existente en el aula con el éxito académico de los alumnos (Reyes et al., 2012). Y se ha comprobado que conseguir el llamado ratio de Losada, una proporción de 3 a 1 entre emociones positivas y negativas, tiene efectos beneficiosos a nivel social o mental y que esa predominancia de pensamientos o interacciones positivas es importante  en las relaciones familiares, laborales y, por supuesto, en las educativas (Fredrickson, 2009).

El clima emocional positivo en el aula: de la teoría a la práctica

Sin obviar que cierto grado de estrés ayuda al alumno a mantenerse activo y puede ser bueno para su rendimiento, cuando alcanza cotas altas o se vuelve crónico resulta muy perjudicial por lo que, en la práctica cotidiana, el aprendizaje requiere trabajar con emociones positivas. A continuación comentamos algunas estrategias que hemos implementado y que hemos comprobado que son útiles para promover entornos de aprendizaje positivos.

Elogios sí, pero los adecuados

Para incentivar su motivación de logro, el alumno ha de ser consciente de su propio progreso. Es por ello que resulta beneficioso utilizar refuerzos sociales como el elogio, siempre que sea adecuado. Cuando elogiamos al alumno por su esfuerzo o actitud y no por su capacidad o inteligencia estamos fomentando su perseverancia y cuando se enfrente a tareas novedosas de mayor dificultad será más difícil que decaiga su empeño. Por otra parte, el elogio específico (“Veo que estáis asumiendo grandes responsabilidades en este trabajo”) es más beneficioso que el general (“Buen trabajo chicos”). Y no olvidemos la importancia de determinados refuerzos no verbales como pueden ser una mirada cómplice, una sonrisa  o un simple golpecito en la espalda del alumno.

Rutinas

La realización de determinadas rutinas aporta seguridad al alumno y puede ayudarle a que mejore su sentido de afiliación y de pertenencia al grupo, tan importante para cultivar las buenas relaciones entre compañeros. Se puede comenzar la jornada diaria dedicando unos minutos a la lectura y reflexión de algún tema de actualidad, se puede acabar la misma dedicando unos minutos a la relajación o se pueden dedicar unos minutos a felicitar todo el grupo a un compañero cuando celebre su aniversario. Siempre utilizando rituales adecuados a la edad del alumnado.

Conectados con la comunidad

Para que el aprendizaje sea significativo, la escuela no puede estar desconectada de lo que ocurre en la vida real. Qué interesante es que, frecuentemente, compañeros de cursos diferentes, antiguos alumnos, padres o representantes cercanos de la comunidad puedan compartir sus vivencias y experiencias. El cerebro social de nuestros alumnos lo agradecerá. En palabras de Richard Gerver: “La comunidad que nos rodea puede proporcionar la historia que vamos a escribir. Si la historia procede únicamente del personal docente, siempre será una fantasía; si procede de todos nosotros, será real” (Gerver, 2012).

Siempre positivos

Es una realidad que en la escuela, tradicionalmente, ha predominado la detección de errores en detrimento de mostrar las fortalezas o virtudes del alumno (en los exámenes prepondera el subrayado en rojo de los errores). Para luchar contra las actitudes negativas que observamos en muchos alumnos debido a experiencias pasadas negativas (“a mí siempre se me dieron mal las matemáticas”, era el comentario de un niño de diez años) se requiere un cambio de mirada y trabajar pacientemente con actividades adecuadas. Por ejemplo, podemos dividir a la clase en grupos de cuatro a seis alumnos eligiéndose un miembro del mismo. El resto, escribe en una hoja aspectos positivos de su compañero, se hace un resumen de las cualidades anotadas y se le entrega. Se repite el ejercicio con los otros alumnos (Vaello, 2011).

Posibilidad de elección

Qué mejor manera para motivar a los alumnos que fomentar su participación permitiéndoles posibilidades de elección y haciéndolos protagonistas activos de los procesos de enseñanza y aprendizaje. Al elegir voluntariamente, los alumnos se involucran más, fomentamos su autonomía y perciben las tareas como un juego, ese mecanismo natural en el que confluyen las emociones, el placer y la recompensa y que es imprescindible para el aprendizaje. Por ejemplo, se les hace participar directamente en el establecimiento de normas de comportamiento en el aula para que puedan responsabilizarse directamente de su elección. O en el tiempo dedicado a la lectura, se les permite que elijan qué desean leer con la condición de que compartan su aprendizaje con sus compañeros.

Sonríe, por favor

Cuando se les pregunta a los alumnos qué valoran de su profesor suele aparecer el sentido del humor. Cuántas veces hemos asistido a las tradicionales clases magistrales en las que impera un ambiente frío y solemne en el que todo lo que se aleje del silencio sepulcral es interpretado como disruptivo. Pues bien, la neurociencia está demostrando que para optimizar la atención se requiere todo lo contrario, a saber, novedad, actividad y movimiento, es decir, los entornos aburridos dificultan el aprendizaje. Qué mejor manera para generar climas emocionales positivos que cultivar la sonrisa y cierto desenfado que sabemos que es contagioso. Al fin y al cabo, el contagio emocional es el precursor de la empatía.

Al estar de buen humor somos más creativos, resolvemos mejor los problemas y tomamos decisiones más acertadas. Como comentan Anna Forés y Marta Ligioiz: “Sesiones de risa y humor cada día, tras algunas horas de clase, significarán un cambio sustancial, con elevación del estado anímico del alumnado y profesorado. Una atmósfera educativa saludable y estimulante” (Forés y Ligioiz, 2009). Pero evitando ese sarcasmo tan habitual en la profesión docente.

Importancia de las artes

La neurociencia está demostrando la importancia de las disciplinas artísticas como la música o el teatro, para desarrollar competencias básicas en el proceso de desarrollo personal y académico del alumno como la colaboración, la perseverancia o el autocontrol. Y la adquisición de toda esta serie de habilidades sociales, emocionales y cognitivas no debería aprenderse en actividades marginales, como se hace a menudo, sino que deberían de formar parte del currículo. ¿Se imaginan las tablas de derivadas a ritmo de rap o las leyes de Newton escenificadas en una obra de teatro? Pues es posible.

Aprendizaje social y emocional

La educación emocional ha de ser un proceso continuo que permita adquirir una serie de competencias esenciales para el desarrollo integral del alumno y que le permitan afrontar la vida aumentando su bienestar personal y social. El objetivo de las actividades elegidas (seguramente para realizarlas en las actividades de tutoría, aunque este aprendizaje debe estar en conexión con el resto de asignaturas) ha de ser el de desarrollar habilidades para generar emociones positivas o adoptar actitudes positivas ante la vida, entre otras (Bisquerra, 2012). Se fomenta así la colaboración entre alumnos, la asertividad, el respeto o la adquisición de estrategias para la mejora de la regulación emocional, como el aprendizaje de ese diálogo interno imprescindible que nos puede hacer más optimistas y mejores gestores de nuestras propias emociones. En este proceso, hemos comprobado que la visión de videos sobre historias reales de superación personal y su posterior análisis colectivo resulta muy útil.

El profesor entusiasmado

Y en todo este proceso para generar un clima emocional positivo en el aula, el papel del profesor, el instrumento didáctico más potente, es trascendental. Un profesor que fomenta su amor por la enseñanza, que transmite entusiasmo, que utiliza un lenguaje positivo y respetuoso y que es capaz de mirar con afecto a sus alumnos y de aceptarlos de forma incondicional. En resumen, una persona que constituye un referente válido para ellos porque es capaz de activar sus neuronas espejo y de fomentar un aprendizaje por imitación adecuado. Como decía Mahatma Gandhi: “Sé tú el cambio que deseas ver en el mundo”.

Conclusiones finales

Las emociones son reacciones inconscientes que la naturaleza ha ideado para garantizar la supervivencia y que, por nuestro propio beneficio, hemos de aprender a gestionar (no erradicar).

Uno de los grandes descubrimientos de la neurociencia ha sido el de demostrar que los procesos emocionales y los cognitivos no se pueden separar. Francisco Mora lo resume muy bien: “Todo aquello conducente a la adquisición de conocimiento como la curiosidad, la atención, la memoria o la toma de decisiones, requiere de esa energía que hemos llamado emoción” (Mora, 2013). A lo que podríamos añadir que es más fácil si esas emociones son positivas y, sobre todo, su influencia en el aprendizaje es crucial, entendiendo éste como un aprendizaje significativo que nos permite afrontar las situaciones de la vida contribuyendo a un mejor bienestar personal y social. El cambio es posible.

Jesús C. Guillén

Bibliografía:

1. Bisquerra, Rafael (2012). Orientación, tutoría y educación emocional. Síntesis.

2. Davidson, R. et al. (2003): “Alterations in brain and immune function produced by mindfulness meditation”. Psychosomatic Medicine, 65.

3. Davidson, Richard, Begley, Sharon (2012). El perfil emocional de tu cerebro. Destino.

4. Erk, S. et al. (2003): “Emotional context modulates subsequent memory effect”. Neuroimage, 18.

5. Forés, Anna, Ligioiz, Marta (2009). Descubrir la neurodidáctica. UOC.

6. Fredrickson, B. y Branigan C. (2005): “Positive emotions broaden the scope of attention and thought-action repertoires”. Cognition and Emotion, 19.

7. Fredrickson, Barbara (2009). Positivity: Top-notch research reveals the 3-to-1 ratio that will change your life. Harmony.

8. Gerver, Richard (2012). Crear hoy la escuela del mañana. Ediciones SM.

9. Gilbert, Ian (2005). Motivar para aprender en el aula. Las siete claves de la motivación escolar. Paidós.

10. Goleman, Daniel (2012). El cerebro y la inteligencia emocional: nuevos descubrimientos. Ediciones B.

11. Hardiman, Mariale (2012). The brain-targeted teaching model for 21 st-century schools. Corwin.

12. Jensen, Eric y Snider, Carol (2013). Turnaround tools for the teenage brain. Jossey-Bass.

13. Mora, Francisco (2013). Neuroeducación: sólo se puede aprender aquello que se ama. Alianza Editorial.

14. Reyes et al. (2012): “Clasroom emotional climate, student engagement, and academic achievement”. Journal of Educational Psychology, 104.

15. Seligman, Martin (2011). La auténtica felicidad. Ediciones B.

16. Vaello, Joan (2011). Cómo dar clase a los que no quieren. Graó.

Para saber más:


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La atención en el aula: de la curiosidad al conocimiento

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La curiosidad, lo que es diferente y sobresale en el entorno, enciende la emoción. Y con ella, con la emoción, se abren las ventanas de la atención, foco necesario para la creación de conocimiento.

Francisco Mora

Atención y motivación. Fig1

“¡Prestar atención, por favor!” Así se dirigía  a sus alumnos en un tono enfurecido una profesora desesperada. Lo cierto es que, tras la sorpresa inicial que duró unos segundos, sus alumnos centraron su atención en lo que estaba sucediendo fuera del aula: un grupo de cotorras excitadas alternaban sus posiciones en la copa de un pino. Y parecían divertirse. La profesora en cuestión no acabó de entender ni supo aprovechar que lo que sucedía en el entorno natural exterior era mucho más interesante y emocionante que una pizarra repleta de anodinas explicaciones sobre sucesos históricos acaecidos hace muchos siglos. Y eso es lo que está demostrando la neurociencia, que la forma más directa de despertar  la atención, mecanismo imprescindible para el aprendizaje, es suscitar la curiosidad (Mora, 2013). Y esto es así debido a que los seres humanos, aunque nos cuesta reflexionar porque ello requiere el correspondiente gasto energético, somos curiosos por naturaleza.

Redes atencionales

Hoy sabemos que la atención no constituye un proceso cerebral único sino que existen diferentes redes atencionales que hacen intervenir circuitos neuronales y regiones cerebrales concretas (ver figura 2). Según el modelo de Posner, existen tres redes neurales o sistemas de regiones cerebrales que están interconectadas (Posner y Rothbart, 2007):

  • Una red que nos permite alcanzar y mantener un estado de alerta. Por ejemplo, cuando el alumno se queda sorprendido ante el desenlace de un experimento de laboratorio.
  • Una red que permite orientar la atención y seleccionar la fuente del estímulo sensorial. Por ejemplo, cuando el alumno está buscando en clase al compañero con el que tiene que realizar la práctica de laboratorio.
  • Una red ejecutiva relacionada con los procesos de control que suministra la base del comportamiento voluntario y que permite regular pensamientos, emociones o acciones. Por ejemplo, cuando el alumno está intentando resolver el problema planteado en el informe de las prácticas de laboratorio.


Redes atencionales en el cerebro. Fig 2

Aunque existen también mecanismos inconscientes que permiten mantener la atención e incluso que se creen que son importantes en la resolución creativa de problemas, nosotros nos centraremos en los aspectos voluntarios y conscientes de la atención que conlleva lo que conocemos como concentración y que desempeña un papel esencial en una forma de memoria (memoria explícita)  que es la forma de aprendizaje utilizada en tareas escolares como los tradicionales exámenes.

La atención ejecutiva: la atención selectiva para el estudio

Las funciones asociadas a la atención ejecutiva (ver la implicación de la corteza prefrontal en la figura 2) se solapan con las ejercidas por las conocidas  funciones ejecutivas, aquellas que nos permiten elegir, planificar y tomar decisiones de forma consciente y voluntaria. Es por ello que la atención ejecutiva es esa atención específica para el estudio que permite al alumno, mediante un foco atencional variable, seguir el proceso de resolución de una tarea o problema concreto, analizar un texto o seguir la explicación del maestro.

Investigaciones recientes con grandes implicaciones educativas  están intentando demostrar que se puede mejorar la atención y otras funciones ejecutivas.

El entrenamiento de la atención

 En un estudio muy famoso (Rueda et al., 2005) se diseñaron unos ejercicios de entrenamiento para ayudar a niños entre 4 y 6 años a mejorar su atención ejecutiva. La elección se debe a que se ha demostrado que esta red atencional se desarrolla de forma drástica entre los 2 y los 7 años.

En las pruebas, los niños aprenden a controlar con su joystick un gato (ver figura 3) que ha de mantenerse fuera de la lluvia (a), se ha de mover hacia la hierba (b) y ha de atrapar un pato cuando sale del agua (c).

Entrenamiento de la atención. Fig 3

Tanto el grupo experimental como el de control tenía 12 niños y la investigación se realizó durante 5 días de entrenamiento en sesiones que duraban entre 30 y 40 minutos. Pues bien, con esa práctica reducida de sólo 5 días, el análisis de los resultados demostró una mejora importante tanto en la atención ejecutiva como en la inteligencia de los niños. Los autores sugieren que este tipo de entrenamiento utilizando videojuegos puede resultar especialmente útil en niños con un perfil atencional bajo o en aquellos que padecen algún trastorno del aprendizaje, pero no descartan su utilidad para cualquier tipo de alumno. Se desconoce cuánto tiempo puede durar la facilitación de estos mecanismos cerebrales en la atención ejecutiva, aunque un estudio posterior reveló que los efectos beneficiosos se observaron al menos 2 meses después (Rueda et al., 2012). Seguramente, entrenamientos más duraderos puedan alargar estos periodos temporales.

La atención en el aula: de la teoría a la práctica

El inicio de la clase es clave

Los seres humanos recordamos mejor lo que ocurre al principio, por lo que el comienzo de la clase se nos antoja un momento crítico. Tradicionalmente se utilizan los primeros minutos de las clases para corregir los deberes del día anterior, sin embargo, deberían utilizarse para introducir o analizar los conceptos más novedosos y relevantes. Es esa novedad que despierta la curiosidad la que activa las redes atencionales de alerta y orientativa del alumno y que le sirven para abrir el foco de la atención, no para mantenerlo.

Como ejemplo que resalta la importancia de la curiosidad en el aprendizaje, podemos iniciar una clase al modo socrático clásico con una pregunta provocadora relacionada con un  problema real que sea motivador y que permita al alumno iniciar un proceso de investigación en el que se sienta un protagonista activo  del mismo (ver figura 4).

Toblerone. Fig 4

Ciclos y parones

Diversos estudios demuestran que la capacidad del alumno para mantener la atención sostenida varía, en promedio,  entre 10 y 20 minutos (Tokuhama, 2011). Esto sugiere que, para optimizar la atención del alumnado, el profesor debería  dividir el tiempo que dispone para impartir su materia en bloques que no excedieran, aproximadamente, los 15 minutos. De esta forma también se facilita el procesamiento y consolidación de la información que sabemos que requiere práctica continua y tiempo. El inicio de la clase debería despertar el interés, en la mitad de la misma se podría facilitar la reflexión a través del trabajo cooperativo y utilizar el final para repasar lo prioritario.

La variedad estimula la atención

Existe una gran diversidad de estrategias pedagógicas que pueden estimular al cerebro y captar la atención siempre y cuando conlleven cambio y novedad. Desde la utilización por parte del docente, por ejemplo,  de metáforas, historias, ejercicios que propongan predicciones, actividades que requieran analizar diferencias (Jensen y Snider, 2013), debates, lecturas o videos hasta cambios regulares en el entorno físico de aprendizaje que constituye el aula y que suministren estimulación visual. La experiencia del profesor permitirá mantener ese equilibrio requerido entre lo novedoso y lo más tradicional para no provocar estrés inadecuado en el alumnado.

La emoción como elemento facilitador

Cuando las emociones positivas nos impregnan de energía podemos concentrarnos mejor y empatizar más, ser más creativos y mantener el interés por las tareas (Davidson, 2012). Richard Boyatzis comenta: “hablar de sueños y metas positivas estimula centros cerebrales que nos abren nuevas posibilidades. Pero si la conversación cambia a lo que deberíamos corregir en nosotros, esos centros se desactivan” (Goleman, 2013). Curiosamente en la escuela prevalece un enfoque centrado en los déficits. Por ejemplo, en la corrección de los exámenes todavía predomina el subrayado en rojo de los errores, existiendo muy pocos comentarios positivos sobre lo realizado.

Se aprende mejor en plena naturaleza y jugando

El intentar mantener la atención durante periodos de tiempo prolongados agota determinados neurotransmisores de la corteza prefrontal. Sin embargo, se ha demostrado que un simple paseo en un entorno natural es suficiente para recargar de energía determinados circuitos cerebrales que permiten recuperar la atención y la memoria y que mejoran los procesos cognitivos (Berman et al., 2008).

Incluso niños con TDAH han mostrado cierta reducción de sus síntomas al encontrase en la naturaleza  (Kuo, 2004). Yo mismo he podido comprobar como un alumno con déficit de atención se distraía continuamente al intentar resolver un problema matemático en clase y, poco tiempo después, estaba totalmente concentrado en una carrera de atletismo que iba a disputar.  Y es que la neurociencia ha demostrado la importancia del juego y de la actividad física en el aprendizaje y más si se da en entornos naturales.

La atención requiere autocontrol

Sin el funcionamiento adecuado de las funciones ejecutivas no es posible prestar atención al estímulo apropiado y, de esta forma,  se dificulta el aprendizaje. En este sentido, la utilización de actividades artísticas resulta muy útil en la mejora del autocontrol. Por ejemplo, al tocar un instrumento musical o al participar en una obra de teatro, el alumno puede mejorar la atención ejecutiva porque esas actividades le permiten centrarse y eliminar estímulos irrelevantes. Asimismo, es importante promover la metacognición del alumno a través de actividades (los proyectos son muy útiles) en las que debe reflexionar sobre lo que hace y aprende.

Mindfulness en el aula

Siguiendo con la línea anterior, se ha demostrado que el mindfulness mejora la actividad de circuitos de la corteza prefrontal que son fundamentales para mantener la atención y de otros de la corteza parietal que dirigen la atención  centrándola en un objetivo específico.  A la mejora de la atención selectiva hay que añadir la de la metacognición, el autocontrol o la relajación (Davidson, 2012), todos ellos factores imprescindibles en el desarrollo y aprendizaje del alumno. Esta técnica, integrada en programas de educación socioemocional, puede aplicarse perfectamente en el aula. La clase de tutoría es ideal para comenzar la implementación de este tipo de programas aunque su eficacia depende de hacer partícipe a todo el profesorado.

Conclusiones finales

Las investigaciones en neurociencia cognitiva de los últimos años han revelado información relevante que creemos puede tener muchas aplicaciones educativas. Tanto el conocimiento de las diferentes redes atencionales para suministrar la información, como el entrenamiento con videojuegos de la atención ejecutiva  para mejorar todo un conjunto de capacidades intelectuales imprescindibles en el desempeño académico y personal del niño, han de guiar las estrategias educativas del futuro.

Para mejorar el aprendizaje, el alumno debe reflexionar, indagar y relacionar los conceptos novedosos con los conocimientos previos, en definitiva, profundizar. Pero para ello se requiere una mente concentrada  y eso se consigue si el cerebro (en concreto, la corteza prefrontal) es capaz de conectar diferentes circuitos cerebrales e inhibir otros que son irrelevantes y fuentes de distracciones. La atención facilitadora del aprendizaje necesita esfuerzo continuo que requiere autocontrol, motivación que se consigue  a través de lo novedoso o relevante y emociones adecuadas, es decir, positivas. Al fin y al cabo, como mantenía William James hace más de un siglo: “Aquello a lo que atendemos se convierte en nuestra realidad, y aquello a lo que no atendemos acaba desapareciendo poco a poco de nuestra realidad”.

Jesús C. Guillén

Bibliografía:

1. Berman M. et al. (2008): “The cognitive benefits of interacting with nature”. Psychological Science, 19.

2. Davidson, Richard, Begley, Sharon (2012). El perfil emocional de tu cerebro. Destino.

3. Goleman, Daniel (2013). Focus. Desarrollar la atención para alcanzar la excelencia, Kairós.

4. Jensen, Eric y Snider, Carol (2013). Turnaround tools for the teenage brain. Jossey-Bass.

5. Kuo F. y Faber Taylor A. (2004): “A potentional natural treatment for attention déficit/hyperactivity disorder: evidence from a national study”. American Journal of Public Health, 94.

6. Mora, Francisco (2013). Neuroeducación: sólo se puede aprender aquello que se ama. Alianza Editorial.

7. Posner, Michael I. y Rothbart, Mary K. (2007). Educating the human brain. American Psychological Association.

8. Rueda M. R. et al. (2005): “Training, maturation, and genetic influences on the development of executive attention”. Proceedings of the National Academy of Sciences, 102.

9. Rueda M. R. et al. (2012): “Enhanced efficiency of the executive attention network after training in preschool children: Immediate changes and effects after two months”. Developmental Cognitive Neuroscience, 2.

10. Tokuhama-Espinosa, Tracey (2011). Mind, brain, and education science. A comprehensive guide to the new brain-based teaching. W. W. Norton & Company.


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La motivación escolar: siete etapas clave

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¿Qué podemos hacer en la práctica los profesores para motivar al alumno? ¿Cómo conseguir despertar su interés por el aprendizaje (motivación inicial), mantener una implicación regular (motivación de logro) o hacer que el proceso de evaluación sea útil? Al fin y al cabo es como una de esas reacciones  de combustión tan familiares: la chispa suministra la energía necesaria para iniciar el proceso que requiere el suficiente oxígeno para mantenerse. Y aunque la motivación surge del interior y constituye básicamente una respuesta emocional (otra razón más para promover la educación socioemocional en el aula), la figura del profesor resulta esencial como facilitadora del proceso: un profesor que sabe motivar porque está motivado y tiene expectativas positivas sobre sus alumnos. No olvidemos que muchas reacciones de combustión son procesos espontáneos, aunque son tan lentos que requieren el suministro energético externo para iniciarse. ¡Busquemos la chispa y suministremos el oxígeno! La reacción acaba fluyendo con naturalidad.

El cerebro motivado

Como comenta el niño en el video presentado, lo que realmente estimula el aprendizaje no es la ingente cantidad de datos suministrados sino los componentes emocionales asociados al proceso.

Nuestro cerebro está continuamente calculando y haciendo predicciones. Si el resultado de una acción mejora lo esperado se libera dopamina, un neurotransmisor que interviene en diferentes circuitos neurales (ver figura 1). La novedad estimula nuestro cerebro porque las recompensas inesperadas permiten liberar dopamina y se facilita el proceso de aprendizaje. Este sistema dopaminérgico también se activa mucho al realizar actividades sociales. Y es que como dicen Anna Forés y Marta Ligioiz (2009), “no podremos ser efectivos en el aprendizaje sino somos afectivos”.

Sistemas de la dopamina

Siete etapas clave

El reto que nos planteamos los profesores es el de favorecer la motivación intrínseca de los alumnos, esa que nos permite dedicar mucho tiempo a una actividad que nos apasiona, en detrimento de una motivación extrínseca basada en premios y castigos que resulta insuficiente para promover el aprendizaje de conductas más complejas.  A continuación, exponemos siete etapas con algunas sugerencias prácticas que creemos importantes para la motivación inicial, la motivación de logro y los procesos de evaluación, que son imprescindibles para el aprendizaje. Sin olvidar, al final, la importancia que tienen los factores sociales.

1. ¡Qué curioso!

Aunque a los seres humanos nos cuesta reflexionar y sobrepasar determinados estados energéticos que garantizan nuestra supervivencia, somos curiosos por naturaleza. Y suscitar la curiosidad en el aula activará los mecanismos emocionales del alumno que le permitirán focalizar la atención y de esta forma aprender.

En los inicios de clase o de las unidades didácticas correspondientes es imprescindible hacer presentaciones activas y variadas que pueden alternar visualizaciones de videos, planteamientos de preguntas al modo socrático clásico, utilización de anécdotas o ejemplos adecuados, etc.

En la práctica

Figura 2

Pedimos a  los alumnos que observen las balanzas anteriores (ver figura 2) y la disposición de los objetos A y B en las dos situaciones. ¿Cómo se inclinarán las balanzas al retirar los soportes de los brazos? ¿Puedes justificarlo razonando la respuesta? ¿Cómo resolverías problemas semejantes con números? Una forma de despertar la curiosidad del alumno planteando problemas, donde lo importante en la fase inicial no es resolverlos sino comparar diferentes procesos de resolución y qué tipo de dificultades originan (Alonso Tapia, 2005).

 2. ¡Esto me interesa!

Es muy difícil que el alumno se interese por algo si entiende que la tarea de aprendizaje no es útil o relevante. Por ello es muy importante conocer, a través de los procesos de evaluación iniciales, cuáles son sus intereses personales. En este proceso inicial se han de clarificar los objetivos del aprendizaje que han de ser reales (“te lo pido porque lo puedes hacer”) y que no se han de restringir a lo estrictamente académico. Cuando los contenidos que se van a trabajar son contenidos reales cercanos a la vida del alumno y con un enfoque interdisciplinar es más fácil que se motive.

En la práctica

Dos planteamientos que no despiertan el mismo interés:

- Hoy  tenéis que leer la teoría de la página 28 sobre las leyes de Newton y haced todos los problemas que aparecen. Os resultará muy útil porque son cuestiones muy importantes y no olvidéis que os lo preguntaré en el próximo examen.

- Hoy reflexionaremos sobre situaciones prácticas que seguro os son familiares y que os  pueden ser útiles para calcular fuerzas a las que estamos sometidos. ¿Medimos lo mismo cuando estamos acostados que cuando estamos de pie? ¿Pesamos lo mismo en casa, que en un avión o en el ascensor cuando se acelera hacia arriba?

 3. ¡Acepto el reto!

El alumno puede desmotivarse tanto si la exigencia de la tarea es grande (se siente desbordado y ve que no progresa) como si es pequeña (la rutina no motiva). Es por ello que los objetivos de aprendizaje han de constituir retos adecuados que le permitan mostrar sus fortalezas (que también las tiene, a pesar del tradicional bolígrafo en rojo detector de errores). Evidentemente, para que exista un reto se ha de salir de la zona de confort y en este proceso el papel del profesor como gestor del aprendizaje guiando al alumno y analizando los errores cuando aparezcan es esencial. El alumno puede y debe aprender a controlar el estrés perjudicial (un cierto grado es conveniente para activarnos pero el estrés crónico es dañino) y adquiere confianza cuando el profesor muestra expectativas positivas.

En la práctica

Para que una tarea constituya un reto para el alumno ha de permitirle un inicio exitoso y ello se consigue si la exigencia es la adecuada. Si ocurre esto estará motivado para continuar el trabajo. Por ejemplo, poca utilidad tendrá la de plantear un problema algebraico si las operaciones aritméticas no están consolidadas.

Si se consigue el objetivo inicial, paulatinamente hemos de aumentar la dificultad y complejidad de la tarea e ir encontrando nuevos desafíos. Como ocurre cuando los niños  juegan con videojuegos, serán capaces de pasar al siguiente nivel cuando estén preparados para ello no cuando el profesor lo esté.

 4. ¡Soy el protagonista!

En el proceso de evolución académica y personal del alumno es esencial ir fomentando su autonomía, una autonomía valiente que le permita actuar y responsabilizarse de sus actos. Pero para ello es importante que sea un participante activo del aprendizaje y tenga la posibilidad de elección. Hemos de respetar las preguntas, intervenciones, debates suscitados o análisis entre alumnos sin prisas (no hay excusas con lo de acabar el temario; lo importante no es lo que enseñamos sino lo que aprenden) y permitirles que intervengan en la creación de normas, elección de problemas o estrategias de trabajo. Guiando este proceso, el profesor cede parte del protagonismo al alumno, habla menos y escucha más porque en el aula aprendemos todos. La utilización de estrategias educativas como el aprendizaje basado en proyectos o el basado en la resolución de problemas se nos antoja esencial.

En la práctica

Siguiendo una interpretación parecida al cono del aprendizaje de Dale (ver figura 3, que equivale al original y en el que el creador nunca colocó ningún porcentaje y relativizó las jerarquías), diversos estudios (Tokuhama, 2010) avalan la idea de que los alumnos consolidan mejor la información en la memoria a largo plazo cuando participan de forma activa en el aprendizaje por lo que resulta muy beneficioso que los alumnos se enseñen entre ellos, realicen experimentos o discutan los contenidos antes que observar al profesor realizar los experimentos, ver un video  o escuchar pasivamente sus explicaciones.

256px-Cono_de_la_Experiencia.svg5. ¡Progreso!

La memoria es esencial para el aprendizaje (de hecho son dos procesos indisolubles) y lo que ocurre es que hay que hacer un uso adecuado de ella en cada tarea. Para que el progreso del alumno sea real se ha de poder integrar la nueva información con la ya conocida. Y para optimizar el aprendizaje, el cerebro necesita repetir y reforzar todo aquello que tiene que asimilar, automatizando así toda una serie de procesos que liberan espacio en la memoria de trabajo y nos permiten reflexionar mejor. En este proceso de crecimiento continuo es esencial elogiar al alumno por su esfuerzo y no por su capacidad (y se elogia a todos, no solo a unos pocos como se ha hecho tradicionalmente desmotivando muchas veces al resto) porque así es más fácil ser perseverante. Junto a ello, la existencia de un clima emocional positivo en el aula en el que se promueven también actividades variadas como salidas, conferencias o intercambios entre alumnos también ayuda.

En la práctica

Los estudios demuestran que la práctica sistemática del recuerdo constituye un método de aprendizaje más eficaz que las sesiones de estudio convencionales (Morgado, 2014). Evidentemente no todo se puede practicar de forma intensa pero siempre es conveniente que determinados procesos mentales se automaticen para poder profundizar en los conocimientos. Por ejemplo, no saber de memoria las tablas de multiplicar puede perjudicar la resolución de problemas aritméticos o no conocer las reglas ortográficas impide una escritura adecuada.  El espaciar la práctica en el tiempo y variarla con actividades diversas evita el aburrimiento (Willingham, 2011).

Por otra parte, cuando se elogia al alumno por su esfuerzo y no por su capacidad se mejora su motivación de logro y su perseverancia para afrontar tareas de mayor complejidad. En este sentido, se nos antoja imprescindible comenzar un curso explicando cómo funciona el cerebro humano. Podemos utilizar ejemplos reales sobre plasticidad cerebral (ver figura 4), neurogénesis o sobre la variabilidad del cociente intelectual.

Cerebro disléxico mejorado6. ¡Esto vale la pena!

La satisfacción que produce al alumno el ver que va progresando y aprendiendo debe ser confirmada por la aplicación de criterios de evaluación claros (la utilización de rúbricas es muy conveniente) que tienen en cuenta su esfuerzo, su progreso y que no se limitan al nivel de conocimientos adquirido. Se ha de fomentar la autoevaluación y enseñar al alumno los procesos asociados a la metacognición. En este proceso en el que existe el feedback, la utilización del portafolios y de una evaluación formativa (en lugar de la sumativa) resultan imprescindibles.

En la práctica

El desarrollo de habilidades metacognitivas resulta imprescindible para el aprendizaje. Algunas estrategias para desarrollarlas consisten en identificar, a través de rutinas de pensamiento, qué sabe y qué no se sabe el alumno al iniciar actividades de investigación, expresar cómo se reflexiona y qué estrategias se utilizan al resolver problemas y utilizar el portafolio para reflejarlo o realizar procesos de autoevaluación (Tokuhama, 2014). Sin olvidar los beneficios que conlleva la implementación de programas de mindfulness en el aula.

 7. ¡Soy útil!

Los seres humanos somos seres sociales porque nuestro cerebro se desarrolla en contacto con otros cerebros por lo que las interacciones en el aula entre alumnos y entre alumno y profesor son esenciales. El buen profesor motiva porque está motivado, transmite entusiasmo, conoce su materia, hace un uso adecuado del humor y está interesado en sus alumnos. Como cualquier persona, el alumno tiene una necesidad de ser reconocido (el adolescente más) y se lo hemos de manifestar con naturalidad, transmitiendo que el error forma parte del proceso de aprendizaje. En plena consonancia con el desarrollo del cerebro social está el fomentar el trabajo cooperativo en el aula, la utilización de estrategias proactivas que prevengan determinados problemas o la realización de tutorías tanto individuales como en grupo. Los alumnos lo agradecerán mucho.

En la práctica

El trabajo cooperativo en el aula mediante grupos reducidos permite optimizar el aprendizaje tanto a nivel individual como colectivo cuando se interactúa de forma adecuada entre compañeros (ver figura 5), se asume una responsabilidad individual y se crea un clima de confianza y comunicación fluida. Por ejemplo, se puede analizar un texto de Filosofía en el que cada alumno del grupo lee un párrafo e intenta interpretarlo. En caso necesario, ayudarán los otros compañeros o el profesor si fuera necesario. En el caso de los proyectos cooperativos es importante que existan las preguntas pertinentes que permitan evaluar la aportación de uno mismo y la de los demás.

Distribución de mesas

Conclusiones finales

La motivación es el motor que nos permite actuar y en el entorno escolar es absolutamente imprescindible fomentarla y educarla. No se pueden justificar los resultados académicos negativos de los alumnos achacándolos siempre a la de falta de esfuerzo o a la desmotivación porque la voluntad es un recurso limitado y como dice Ian Gilbert (2005), “No me he encontrado aún con ningún niño que no esté motivado, sino que a veces ocurre simplemente que no están motivados para hacer lo que deseamos que hagan y cuando queremos que lo hagan”. Los profesores podemos utilizar las estrategias educativas adecuadas para enseñar y motivar a los alumnos responsabilizándonos de su aprendizaje. Hagamos que quieran y que hagan pero sin olvidar que la motivación requiere tiempo.

Jesús C. Guillén

Bibliografía:

  1. Alonso Tapia, J. (2005). Motivar en la escuela, motivar en la familia. Morata.
  2. Forés, Anna, Ligioiz, Marta (2009). Descubrir la neurodidáctica. UOC.
  3. Gilbert, Ian (2005). Motivar para aprender en el aula. Las siete claves de la motivación escolar. Paidós.
  4. Jensen, Eric y Snider, Carol (2013). Turnaround tools for the teenage brain. Jossey-Bass.
  5. Marina, José Antonio (2011). Los secretos de la motivación. Ariel.
  6. Sousa, David A. (2011). How the brain learns. Corwin.
  7. Spitzer, Manfred (2005). Aprendizaje: neurociencia y la escuela de la vida. Omega.
  8. Temple, E. et al. (2003): “Neural deficits in children with dyslexia ameliorated by behavioral remediation: Evidence from functional MRI”, PNAS 100.
  9. Tokuhama-Espinosa, Tracey (2010). The new science of teaching and learning: Using the best of mind, brain, and education science in the classroom. Columbia University Teachers College Press.
  10. Tokuhama-Espinosa, Tracey (2014). Making classrooms better. 50 practical applications of mind, brain and education science. Norton.
  11. Vaello, Joan (2011). Cómo dar clase a los que no quieren. Graó.
  12. Willingham, Daniel (2011). ¿Por qué a los niños no les gusta ir a la escuela? Graó.

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VII Jornada Internacional Aprendizaje, Educación y Neurociencias

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VII Jornada Internacional Aprendizaje, Educación y Neurociencias

Nos complace informaros, tal como hemos hecho en los últimos años, de la celebración de la VII Jornada Internacional Aprendizaje, Educación y Neurociencias los próximos días 16 y 17 de octubre en la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile. Su director vuelve a ser el Dr. Sergio Mora Gutiérrez (ver video), profesor de Farmacología y Jefe de Laboratorio en la misma Facultad, que desde hace mucho tiempo se ha dedicado a la investigación y a la difusión de la neuroeducación, disciplina basada en el conocimiento del cerebro que “no sólo puede ayudarnos a responder la pregunta de cómo aprendemos sino que también puede mostrarnos lo que podemos hacer para enseñar mejor”, según sus propias palabras (ver entrevista completa).

Destacados especialistas en neurociencia y en educación, tanto de Chile como de otros países latinoamericanos o España, se encargarán de difundir los principios fundamentales que se derivan de las modernas investigaciones con el objetivo de contribuir a la mejora de la educación. Y ya podemos afirmar que en este proceso es imprescindible conocer cómo funciona el cerebro humano.

Existe una gran diversidad de temas tratados en las 15 conferencias programadas (ver programa completo en los enlaces finales), desde aspectos básicos del aprendizaje y la memoria o sobre educación socioemocional,  hasta aplicaciones prácticas en el aula de la neuroeducación o de las disciplinas artísticas como en el caso concreto del teatro. Este año se incorpora la novedad de un simposio en el que se presentan investigaciones relacionadas con las neurociencias en ese contexto tan importante que constituye la educación infantil.

Estamos orgullosos de poder difundir estas jornadas que representan la esencia del nuevo paradigma educativo y en las que confluyen tanto los contenidos teóricos suministrados por los neurocientíficos desde el laboratorio como los prácticos aportados por los pedagogos en el aula. Y es la comprensión y la correcta transmisión de este lenguaje interdisciplinar el que debe conformar y hacer avanzar a esta nueva disciplina que es la neuroeducación.  Os animamos a participar en este evento que resulta imprescindible para todo aquel que piense que una nueva educación es posible. Y no olvidemos que, como dice el proverbio africano que ha popularizado Jose Antonio Marina, “para educar a un niño hace falta la tribu entera”. Sigamos sumando.

Los enlaces de contacto son los siguientes:

http://www.educacionyneurociencias.cl/

http://inscripciones.med.uchile.cl/neurociencias/index.html

Programa Preliminar VII Jornada 

Libro de resúmenes


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El cerebro social: cooperación en el aula

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El cerebro humano ha desarrollado circuitos neuronales

que nos permiten prosperar en un contexto social  

Michael Gazzaniga

El descubrimiento de las neuronas espejo nos ha permitido explicar cómo se transmite la cultura a través del aprendizaje por imitación y el desarrollo de la empatía, es decir, qué nos hace humanos.  Nuestro cerebro se desarrolla desde el nacimiento en continua interacción con otros cerebros y eso es lo que realmente nos diferencia: somos seres sociales. Los bebés con pocos meses de edad ya son capaces de mostrar comportamientos altruistas (Warneken y Tomasello, 2007; ver video) y es este tipo de conducta, al parecer innata, la que hemos de potenciar con la educación. Si somos seres sociales, la cooperación deber ser lo normal.

Esta necesidad de fomentar la interacción social se demostró en un metaanálisis de 148 estudios en el que participaron 17000 adolescentes con edades comprendidas entre los 12 y los 15 años (Roseth et al., 2008). Los resultados indicaron que el rendimiento académico y las relaciones satisfactorias entre compañeros dependían del trabajo cooperativo en el aula y no del competitivo o del individualista. Además, existía una correlación entre el rendimiento académico y las relaciones positivas entre compañeros (ver figura 1).

Gráfica relaciones personales  rendimiento

EL CEREBRO SOCIAL

En un estudio en el que participaron 36 mujeres se demostró que cuando cooperaban (modelo del dilema del prisionero) se activaba el sistema de motivación y gratificación de la dopamina (ver figura 2) reforzando el comportamiento cooperativo y generando más altruismo (Rilling et al., 2002).

Cerebro social

Los escáneres cerebrales demuestran que cuando los alumnos participan en actividades cooperativas bien diseñadas, sus cerebros liberan más dopamina, un neurotransmisor que es beneficioso tanto en lo cognitivo como en lo emocional porque favorece el almacenamiento de información en la memoria a largo plazo (facilita su transmisión entre el sistema límbico y el lóbulo frontal) y reduce la ansiedad. (Willis, 2007).

Desde la perspectiva educativa, la naturaleza social del aprendizaje implica que los profesores deberíamos estructurar las actividades en el aula de forma que estimularan las interacciones sociales. Y estas metodologías  de trabajo en grupo que fomentan una mayor participación y protagonismo del alumno, aunque su preparación es más complicada para los docentes que la tradicional clase magistral, mejoran el aprendizaje del alumno (Hattie, 2009).

APRENDIZAJE COOPERATIVO EN EL AULA

La cooperación consiste en trabajar para alcanzar objetivos comunes. Es muy importante reseñar que cooperar significa algo más que colaborar porque añade ese componente emocional que hace que las relaciones entre miembros del grupo sean más cercanas y humanas y no se restrinjan únicamente a alcanzar los objetivos propuestos.

El aprendizaje cooperativo conlleva la formación de grupos reducidos (por ejemplo, de 2 a 4 miembros, siendo más adecuado el número par) en los que los alumnos optimizan su aprendizaje y el de los demás. Ello requiere una organización del aula que facilite la interacción entre compañeros y que sea diferente a la tradicional distribución de mesas en filas y columnas (ver figura 3).

Estructuras de clases

Este tipo de metodología se puede aplicar en cualquier tarea o materia, puede plantearse de forma formal o informal según las necesidades temporales de la actividad y, en definitiva, es una forma estupenda de atender la diversidad en el aula, sobre todo cuando se promueve la formación de grupos heterogéneos.

Utilizando el modelo de los hermanos Johnson (1999), los elementos básicos que caracterizan al aprendizaje cooperativo son los siguientes:

1) Interdependencia positiva

Cuando se realice una tarea el profesor ha de plantear objetivos claros para el grupo que fomenten el compromiso entre todos los integrantes. Se une a los miembros del equipo en torno a un objetivo común y el esfuerzo individual beneficia al alumno y a todos sus compañeros. Para facilitar esta interdependencia, el profesor puede asignar diferentes funciones a cada miembro del grupo.

2) Responsabilidad individual y grupal

El grupo asume la responsabilidad de alcanzar sus objetivos y cada miembro del mismo asume  responsabilizarse de la tarea asignada. Los alumnos pueden firmar un compromiso inicial cuyo grado de cumplimiento se evaluará de forma colectiva al final del trabajo.

3) Interacción cara a cara

Se ha de promover el aprendizaje de los demás a través del apoyo mutuo y del respaldo personal.

Las interacciones entre compañeros han de ser estimuladoras y han de fomentar la igualdad de participación (según Kagan, 2001) sin ningún tipo de imposiciones entre compañeros.

4) Uso adecuado de destrezas sociales

Para que los alumnos aprendan a trabajar de forma cooperativa, los docentes les hemos de enseñar toda una serie de competencias interpersonales básicas relacionadas con la toma de decisiones, la comunicación, la solidaridad, el respeto o la resolución de conflictos.

5) Evaluación grupal

Los miembros del grupo han de analizar si se están alcanzando los objetivos propuestos conociendo las contribuciones individuales y modificando aquellas que lo requieran. Una forma de fomentar la autoevaluación se puede hacer, por ejemplo,  mediante cuestionarios o encuestas, de forma que los alumnos reflexionan y luego comparten estas reflexiones con el resto de compañeros.

DE LA TEORÍA A LA PRÁCTICA

Antes de introducir el aprendizaje cooperativo en el aula se han de realizar dinámicas de grupo que permitan generar un clima favorable y cohesionado que fortalezca el sentido de pertenencia de los alumnos al grupo. Con pequeñas experiencias se fomenta la interacción entre compañeros y así van adquiriendo mayor confianza para trabajar juntos.

Hay estructuras cooperativas simples que se aplican a contenidos concretos y que se pueden realizar durante una clase. Y existen otras estructuras más complejas que constituyen ya proyectos que se pueden aplicar a contenidos más amplios y que al ser más duraderas requieren para su realización más clases.

Veamos algunos ejemplos resumidos de estructuras simples (Pujolás, 2008) que pueden plantearse en cualquier fase del aprendizaje durante la lección o unidad didáctica que se esté trabajando. Nuestra elección ha sido arbitraria y podemos ser flexibles en ese sentido:

ANTES DE LA UNIDAD

Al preparar la unidad es imprescindible para el profesor evaluar los conocimientos previos del alumno para así plantear objetivos de aprendizaje que garanticen su compromiso.

El juego de las palabras

El profesor escribe en la pizarra unas palabras clave sobre el tema que se va a trabajar. Cada miembro de un grupo ha de escribir una frase con una de las palabras o expresar a qué hace referencia. A continuación, cada alumno muestra lo que ha escrito al resto de compañeros analizándolo entre todos. Cuando se ha repetido el procedimiento para todos los miembros del grupo se realiza un mapa conceptual o esquema que resuma lo analizado.

EN EL INICIO DE LA UNIDAD

El profesor transmite los objetivos de aprendizaje y los criterios de éxito para alcanzarlos de forma clara. La motivación inicial requiere despertar la curiosidad a través de la novedad planteando, por ejemplo, un problema o una pregunta al modo socrático clásico.

Parada de tres minutos

Al introducir la unidad didáctica el profesor interrumpe la explicación dejando el intervalo de tiempo necesario (los tres minutos es una referencia) para que cada grupo reflexione sobre lo planteado y proponga dos o tres preguntas o curiosidades. Los representantes de cada grupo irán formulando una pregunta cada vez de forma sucesiva.

DURANTE LA UNIDAD

En el transcurso de la unidad el profesor obtiene información  sobre cómo aprende el alumno. Observa el tipo de trabajo en grupo, pregunta cuando es necesario y ayuda en la realización de la tarea promoviendo la reflexión. Se asume que el error forma parte del proceso de aprendizaje y se suministra el feedback adecuado que promueve la autorregulación del alumno.

Estructura 1-2-4

El profesor plantea un problema y dentro de cada equipo, al principio, cada alumno reflexiona de forma individual anotando su respuesta. Luego se produce el intercambio con un compañero y analizan sus respuestas entre los dos. Finalmente, todo el equipo comparte las respuestas y analiza cuál de ellas es la más adecuada.

AL FINAL DE LA UNIDAD

En la fase final es imprescindible que los alumnos reflexionen sobre el aprendizaje y su progreso. Eso se puede hacer resumiendo las ideas principales trabajadas durante la unidad. El profesor podrá evaluar así si se han cumplido los objetivos iniciales.

Lápices al centro

Asumiendo que los grupos de trabajo contienen 4 alumnos, el profesor proporciona 4 preguntas sobre la unidad trabajada, haciéndose cargo cada miembro del grupo de una de ellas. Cada alumno lee su pregunta y expone su respuesta y, a continuación, cada compañero expresa su opinión al respecto hasta que se decide cuál es la respuesta más adecuada (lápices al centro al principio porque es el  momento de hablar y escuchar, mientras que al final es el momento de escribir).

CONCLUSIONES FINALES

¿Qué tipo de educación queremos?

Dos escuelas diferentes

Desde el enfoque tradicional, que todavía es muy común en las escuelas actuales, encontramos en el aula la clásica distribución de mesas en filas y columnas en donde el profesor, en una posición dominante, no para de transmitir conocimientos (él que sabe mucho) a sus alumnos (que saben poco). Como consecuencia del rol pasivo que desempeñan en el aula, muchos estudiantes sienten desinterés y desmotivación con lo que su aprendizaje se ve muy perjudicado. El intento por atribuir los resultados negativos de los alumnos a su falta de voluntad lleva muchas veces al docente a repetir una y otra vez la misma metodología, sin embargo, en la mayoría de ocasiones lo que se requiere es la utilización de estrategias diferentes, no más de lo mismo.

El enfoque moderno, que está en consonancia con la neuroeducación, fomenta la participación activa del alumno en el proceso de aprendizaje que es gestionado por el profesor y que en el aula habla menos, escucha más y, por supuesto, también aprende. En este sentido, el aprendizaje cooperativo es muy útil porque conlleva beneficios a nivel social, psicológico o académico favoreciendo la aceptación de la diversidad, generando climas emocionales más positivos en el aula o promoviendo estrategias de pensamiento analítico y crítico. Manfred Spitzer resume muy bien la necesidad de este tipo de aprendizaje activo y comprometido (Spitzer, 2005): “El comportamiento social sólo puede aprenderse en una comunidad en la cual y con la cual se puede y se debe actuar. La cooperación se aprende de una forma lúdica, pero el juego no se llama Parchís ni tampoco Monopoly. Se llama ¡convivencia! Y no se trata de un juego.” Actuemos pues. Nuestro cerebro social nos lo agradecerá.

Jesús C. Guillén

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Referencias bibliográficas:

  1. Gazzaniga, Michael S. (2012). ¿Quién manda aquí? El libre albedrío y la ciencia del cerebro. Paidós.
  2. Hattie, John (2009). Visible learning. A synthesis of over 800 meta-anayses relating to achievement. Routledge.
  3. Johnson, D. y Johnson, R. (2009): “An educational psychology success story: social interdependence theory and cooperative learning”. Educational Researcher, 38.
  4. Johnson, David W., Johnson, Roger T. y Holubec, Edythe J. (1999). El aprendizaje cooperativo en el aula. Paidós.
  5. Kagan, Spencer (2001). Cooperative learning. Kagan Publishing.
  6. Pujolás, Pere (2008). Nueve ideas clave. El aprendizaje cooperativo. Graó.
  7. Rilling et al. (2002): “A neural basis for social cooperation”. Neuron, 35.
  8. Roseth C., Johnson D. y Johnson R. (2008): “Promoting early adolescents’ achievement and peer relationships: the effects of cooperative, competitive, and individualistic goal structures”. Psychological Bulletin, 134.
  9. Spitzer, Manfred (2005). Aprendizaje: neurociencia y la escuela de la vida. Omega.
  10. Warneken F., Tomasello M. (2007): ”Helping and cooperation at 14 months of age”. Infancy, 11.
  11. Willis, Judy (2007): “Cooperative learning is a brain turn-on”. Middle School Journal March. Ver publicación online.

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¿Qué funciona en Educación?

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El equipo de investigación de John Hattie, profesor de la Universidad de Auckland, analizó durante 15 años más de 50000 estudios en los que intervinieron más de 240 millones de estudiantes en todo el mundo con el objetivo de reconocer los factores más importantes que afectan al rendimiento académico de los alumnos. Identificó 150 influencias sobre el aprendizaje (programas, metodologías, técnicas, etc.) y las clasificó según una medida estadística conocida como tamaño del efecto (d), un valor que aunque puede ser negativo (efectos perjudiciales sobre el aprendizaje) oscila entre 0,0 y 2,0. A partir del valor d= 0,40 las intervenciones se pueden considerar efectivas y si superan el valor d=0,60 excelentes.

Los resultados demostraron que casi todo funciona (hay pequeñas excepciones como las vacaciones de verano, los efectos de la televisión o los cambios continuos de escuela) aunque hay estrategias educativas que tienen un mayor impacto sobre el aprendizaje que otras (ver Hattie, 2009; Hattie, 2012). Y los profesores, identificados en esa investigación como un elemento fundamental, debemos conocerlas.

¿Y tú qué opinas?

Pero antes de pasar a comentar las influencias más significativas, os invitamos a analizar la siguiente lista y decidir qué impacto tienen en el aprendizaje del alumno, según el criterio seguido por Hattie: bajo (d menor que 0,3), medio o alto (d a partir de 0,60):

Test Efectos sobre el aprendizaje

 En el siguiente documento (ver) podéis encontrar las respuestas en las que volvemos a comprobar la influencia enorme de los factores emocionales sobre el aprendizaje del alumno, como pueden ser sus expectativas de éxito, la credibilidad del profesor o la relación entre ambos. Sin olvidar la importancia del feedback y su relación directa con la evaluación formativa, las estrategias metacognitivas o la enseñanza entre compañeros.

Aprendizaje visible

La temática de los estudios analizados por Hattie es muy amplia (ver lista completa) como, por ejemplo,  los efectos del calendario escolar, el tamaño de las escuelas, el estatus socioeconómico, la calidad de la enseñanza del profesor, el uso de diferentes metodologías de enseñanza, el papel de los padres o las expectativas del alumno. Sin embargo, estos estudios no se limitan a aportar una clasificación de las estrategias educativas más efectivas, sino que analizan cual es el impacto real sobre el aprendizaje de los alumnos. En este sentido, el Aprendizaje Visible de Hattie hace referencia a que para mejorar el rendimiento académico de los alumnos ha de estar claro lo que los profesores enseñan y lo que los alumnos aprenden. Y para que ello ocurra es imprescindible implementar las estrategias más efectivas (d mayor que 0,40), tener en cuenta los conocimientos previos de los alumnos, clarificar los objetivos de aprendizaje y los criterios de éxito, asumir el error como algo natural, proporcionar el feedback adecuado y disponer de profesores entusiasmados que sean flexibles en la aplicación de las estrategias pedagógicas.

Top 10 de las influencias

Señalemos a continuación el top 10 de las influencias más significativas sobre el aprendizaje de los alumnos según las investigaciones de Hattie:

1. Expectativas del alumno (d=1,44)

Las creencias propias de los alumnos sobre su rendimiento académico, muchas veces basadas en experiencias previas negativas, influyen de forma extraordinaria sobre su aprendizaje.

2. Programas constructivistas (d=1,28)

En el enfoque constructivista se genera el aprendizaje utilizando los conocimientos previos que ya tenemos. Por ejemplo, con la práctica distribuida en el tiempo en lugar de la práctica concentrada.

3. Respuesta a la intervención (actitud) (d=1,07)

La forma como reaccione el alumno ante la ayuda del profesor condicionará la relación entre ambos y el aprendizaje. Cuando la corrección se interprete como útil será más fácil aprender de los errores y progresar.

4. Credibilidad del profesor (d=0,90)

Está relacionada con las creencias de los alumnos sobre si el profesor constituye una fuente válida de información que les permitirá aprender.

5. Evaluación formativa (d=0,90)

Se da durante el proceso de enseñanza y aprendizaje y tiene una finalidad reguladora del mismo, a diferencia de la evaluación sumativa que se da al final del proceso.

6. Microenseñanza (d=0,88)

A través del análisis de videos del profesor enseñando, un orientador o profesor más experto le ayuda a mejorar la comunicación no verbal para poder transmitir una mayor confianza en el aula.

7. Discusión en el aula (d=0,82)

Es un método que permite a los alumnos mejorar sus dotes comunicativas analizando entre todos  una cuestión importante y que facilita información al profesor sobre cómo se da el aprendizaje.

8. Intervenciones para alumnos con discapacidades (d=0,77)

Las estrategias pedagógicas utilizadas para mejorar las dificultades o trastornos del aprendizaje de algunos alumnos también pueden ser beneficiosas para el resto de compañeros.

9. Claridad del profesor (d=0,75)

La capacidad del profesor para comunicarse con claridad es imprescindible para que los alumnos entiendan cuales son los objetivos del aprendizaje y los criterios de éxito.

10. Feedback (d=0,75)

A través del feedback, cuando el alumno capta lo que el profesor piensa sobre su forma de procesar la información, pueden cambiar y mejorar esos procesos de pensamiento.

El profesor

Las investigaciones de Hattie confirman al profesor como un instrumento didáctico imprescindible. Enumeremos algunos aspectos que se derivan de estos estudios que caracterizan al buen profesor:

  • Es un investigador en el aula: analiza el impacto de su enseñanza en el aprendizaje de los alumnos.
  • Deja claros los objetivos de aprendizaje y cuáles son los criterios que permiten alcanzar las metas.
  • Enseña a trabajar de forma cooperativa.
  • Habla menos y escucha más.
  • Sabe suministrar el feedback adecuado.
  • Muestra empatía.
  • Está motivado para motivar a sus alumnos.
  • Es un activador del aprendizaje.
  • Se responsabiliza del aprendizaje de sus alumnos.
  • Es flexible y cambia las estrategias de enseñanza y aprendizaje cuando se requiere (cuando el alumno no aprende).
  • Disfruta de los retos.
  • Muestra entusiasmo por lo que hace.

Conclusiones finales

Los docentes no podemos estar al margen de estas investigaciones recientes en el ámbito de la Educación. En nuestro caso particular, creemos firmemente que los estudios de Hattie junto a los descubrimientos aportados por la Neuroeducación deben ser claves en la adquisición de toda una serie de competencias esenciales para los alumnos del S. XXI. La escuela del presente y del futuro ha de garantizar el aprendizaje y no la enseñanza de sus alumnos, ha de trabajar de forma cooperativa, ha de evaluar el impacto de sus programas y profesores facilitando el análisis y la planificación de las prácticas de estos últimos, ha de entender la relación directa entre evaluación y aprendizaje y ha de estar centrada en los alumnos haciéndolos protagonistas activos del aprendizaje, identificando sus fortalezas, evitando etiquetados dañinos y atendiendo de forma adecuada a la diversidad existente. Y como la educación de los niños requiere a la tribu entera, se ha de enseñar a las familias el lenguaje utilizado en la escuela que, a veces, está alejado del utilizado en el entorno familiar. Richard Gerver resume muy bien el enfoque crítico necesario (Gerver, 2012):

“Nuestro futuro no reside en los pocos que saben o creen que saben. Reside en quienes tienen la seguridad suficiente para reconocer que no saben, los que tienen el valor, la resiliencia y la creatividad para ponerse a averiguarlo”. Nuestra plasticidad cerebral garantiza el cambio.

Jesús C. Guillén

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Bibliografía:

Gerver, R. (2012). Crear hoy la escuela del mañana. Ediciones SM.

Hattie, J. (2009). Visible learning. A synthesis of over 800 meta-analyses relating to achievement. Routledge.

Hattie, J. (2012). Visible learning for teachers. Maximizing impact on learning. Routledge.

Tokuhama-Espinosa, T. (2014). Making clasrooms better. 50 practical applications of mind, brain and education science. Norton.

http://visible-learning.org/


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Seminario de Neuroeducación

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El pasado sábado 22 de noviembre fuimos invitados al Seminario de Neuroeducación que se realizó en el Centro de Recursos Pedagógicos (CRP) de Gerona. Compartimos un día maravilloso con docentes y psicopedagogas que nos permitió analizar investigaciones recientes en el ámbito de las neurociencias y sus correspondientes implicaciones educativas. A continuación, resumimos algunos de los temas expuestos que entendemos son críticos en los procesos de enseñanza y aprendizaje.

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NEUROEDUCACIÓN

La neuroeducación constituye una nueva disciplina que tiene como objetivo optimizar los procesos de enseñanza y aprendizaje basándose en los conocimientos que tenemos sobre el funcionamiento del cerebro humano. Este enfoque transdisciplinar en el que confluyen investigaciones realizadas en neurociencia, psicología y pedagogía surgió como consecuencia del desarrollo de las nuevas tecnologías de visualización cerebral, especialmente las no invasivas, como la resonancia magnética funcional, desarrolladas a partir de los años noventa.

Antiguamente sólo teníamos acceso al cerebro humano mediante autopsias o cirugías complicadas, mientras que en la actualidad podemos analizar el cerebro humano en pleno funcionamiento realizando tareas similares a las que se realizan en la escuela (ver figura 1). En este sentido, las investigaciones en neurociencia que nos permiten conocer cómo el cerebro lee, calcula, atiende, memoriza, se desarrolla, se relaciona o se reestructura continuamente, suministran un soporte empírico a muchas  prácticas educativas, aportan una justificación fisiológica a muchos experimentos realizados en psicología del desarrollo y sirven para mejorar el diagnóstico y tratamiento de diversos trastornos del aprendizaje.

1.Cerebro matemático

El hecho de que en neuroeducación confluyan disciplinas que utilizan métodos, procedimientos o un vocabulario diferentes ha conllevado la aparición de falsas creencias o interpretaciones erróneas de las investigaciones en neurociencia en los entornos educativos. Son los llamados neuromitos que los docentes hemos de conocer con la ayuda de esa nueva figura del neuroeducador que, en lugar de ser un nuevo profesional, podría ser un profesor con los conocimientos necesarios sobre el cerebro que le permitieran trasladar de forma adecuada la información del laboratorio al aula.

Los nuevos conocimientos sobre el funcionamiento del cerebro constituyen un nuevo paradigma educativo en el que el aprendizaje es significativo, la enseñanza no está descontextualizada, se educa a los alumnos para ser personas íntegras que puedan actuar y mejorar la sociedad y en donde el profesor pasa a ser un investigador en el aula flexible preocupado preferentemente por el impacto que tienen sus estrategias pedagógicas en el aprendizaje y formación del alumno.

Analicemos brevemente algunos de los factores clave de esta nueva neuroeducación con sus correspondientes implicaciones educativas:

Plasticidad cerebral

Sabemos que nuestro cerebro no funciona como un ordenador. Trabaja en abierto y en paralelo de forma incesante, procesa la información identificando patrones a partir de sus conocimientos previos, anhela la novedad, toma decisiones influido por las emociones y es social. Pero, además, el cerebro humano es muy plástico y está continuamente reorganizándose como consecuencia de su interacción continua con el entorno. Qué útil resulta enseñarles a los alumnos imágenes de resonancias magnéticas en las que se muestran cómo las regiones disfuncionales del cerebro de un disléxico (con otros trastornos del aprendizaje también) mejoran como consecuencia del entrenamiento adecuado (ver figura 2), porque la principal implicación educativa de la plasticidad cerebral es que podemos esperar la mejora de cualquier alumno. Las creencias previas y los factores emocionales son críticos en el aprendizaje por lo que las expectativas del profesor han de ser siempre positivas. Etiquetar a los alumnos es irresponsable y tremendamente perjudicial.

Hoy sabemos que nuestro cerebro es plástico, existe la neurogénesis y la inteligencia no es fija. El conocimiento de esta información por parte de los alumnos constituye un elemento motivacional imprescindible.

2.Plasticidad cerebral

Emociones

Estudios realizados en años recientes han demostrado que los procesos emocionales son indisolubles de los cognitivos. Ante contextos emocionales positivos se activa el hipocampo, región cerebral importante para la memoria, mientras que ante estímulos negativos se activa la amígdala, región cerebral que se activa ante reacciones emocionales, especialmente las de miedo o temor (ver figura 3). Esto sugiere la necesidad imperiosa de generar climas emocionales positivos en el aula que favorezcan el aprendizaje y en los que se asuma el error de forma natural, se proporcionen retos adecuados, se fomente la participación y el aprendizaje activo, haya expectativas positivas del profesor y se elogie por el esfuerzo y no por la inteligencia.

3.Emociones

La implementación de programas socioemocionales en el aula bien estructurados y que no se restringen a las clases de tutoría producen mejoras en el alumnado tanto a nivel conductual como académico. El aprendizaje del autocontrol, de la resiliencia o de la metacognición es  imprescindible en el desarrollo personal y académico del alumno y se mejoran fomentando la autonomía, generando entornos seguros o a través de la práctica de rutinas de pensamiento que acostumbran al alumno a reflexionar sobre lo que hace. En estos programas, la introducción de técnicas relacionadas con la relajación y el mindfulness también están avaladas por las investigaciones en neurociencia dado que han demostrado que mejoran la actividad de la corteza prefrontal izquierda (asociada al optimismo y a las emociones positivas) y la conexión entre los circuitos neuronales de la amígdala y la corteza frontal que hace que las personas soportemos mejor la frustración.

Atención

La atención constituye un recurso limitado. Los estudios han demostrado que existen varias redes atencionales que activan diferentes regiones cerebrales: de alerta, orientativa y ejecutiva (ver figura 4). Es esta última la que nos permite concentrarnos en las tareas académicas como resolver un problema o seguir el proceso de explicación del profesor y que se ha demostrado en niños pequeños que puede mejorarse, en tan solo 5 días, utilizando el software adecuado.

4.Atención

La forma directa de captar esta atención es a través de la novedad. La curiosidad activa esos circuitos emocionales del cerebro que nos permiten estar atentos facilitándose así el aprendizaje. En la práctica, eso se puede hacer planteando preguntas abiertas, retos, tareas activas, utilizando metáforas, incongruencias o simplemente contando historias que inviten a la reflexión. Asimismo, si la atención no se puede mantener, resulta necesario dividir la clase en diferentes bloques  de 10 o máximo 15 minutos para optimizarla. El bloque inicial resulta crucial desde la perspectiva atencional por lo que se debería dedicar a analizar las cuestiones más importantes. Posteriormente, podríamos destinar otros, por ejemplo, a debatir y reflexionar sobre lo anterior o a realizar tareas fomentando el trabajo cooperativo. Y en el final es interesante realizar alguna actividad como un resumen, un mapa conceptual o un simple debate entre compañeros que permita analizar y reflexionar sobre lo que se ha trabajado durante la clase.

Memoria

No hay aprendizaje sin memoria. Otra cuestión diferente es que, tradicionalmente, no se haya utilizado de forma adecuada y haya predominado el conocimiento de datos superficiales en detrimento de la reflexión y de los conocimientos profundos. Pero hemos de saber que en el aprendizaje influye tanto esa memoria explícita que podemos verbalizar y que nos permite conocer datos o cuestiones autobiográficas, como esa memoria implícita que es inconsciente y que nos permite aprender a través de la adquisición de hábitos (ver figura 5). Así, por ejemplo, aprendemos a escribir a través de la práctica continua (implícita) pero adquirimos el conocimiento de toda una serie de reglas ortográficas  (explícita). Evidentemente aprender de memoria no ha de ser el objetivo pero en algunos casos es imprescindible. Se ha demostrado, por ejemplo, que los niños que no conocen de memoria las tablas de multiplicar muestran más dificultades al resolver problemas aritméticos.

5.Memoria

Como el cerebro humano está continuamente haciendo predicciones e identificando patrones, en el aula  es indispensable detectar los conocimientos previos de los alumnos con evaluaciones iniciales para ir generando así el aprendizaje a través de un proceso constructivista. Sin olvidar, como comentábamos anteriormente, la influencia de los factores emocionales al memorizar.

En neurociencia se clasifica la memoria atendiendo a la duración que requiere el aprendizaje en cuestión. Se habla de memoria de corto plazo como aquella que requiere manipular pequeñas cantidades de información en breves periodos de tiempo (por ejemplo, al marcar un número de teléfono), mientras que la memoria a largo plazo es aquella más estable y duradera que utilizamos para recordar normalmente. Aprendemos cuando se produce un proceso de consolidación de la memoria, es decir,  cuando hay una transición de información de la memoria de corto plazo a la memoria de largo plazo (desde el hipocampo se envía la información a diferentes regiones de la corteza cerebral).

Un tipo de memoria de corto plazo que requiere mayor reflexión es la memoria de trabajo que utilizamos, por ejemplo, al resolver problemas y que está relacionada con la inteligencia general. Podremos liberar espacio de la memoria de trabajo y evitar que se sature cuando tengamos más conocimientos almacenados en la memoria de largo plazo y esto se hace a partir de la práctica continua, por lo que ello sugiere la necesidad de utilizar un currículo en espiral que permita mediante la práctica distribuida ir mejorando el aprendizaje. Pero para que este procedimiento sea efectivo se ha de tener en cuenta lo que ya conoce el alumno y la información ha de ser relevante, es decir, el alumno ha de encontrar el sentido y el significado a lo que está aprendiendo.

Respecto a las implicaciones pedagógicas sobre fomentar el pensamiento profundo en detrimento del superficial, no podemos obviar que aunque los humanos somos curiosos por naturaleza nos cuesta reflexionar  (eso requiere un gasto energético suplementario) y esa es la razón por la que echamos mano de la memoria con rapidez. Sin embargo, se ha comprobado que lo novedoso, los retos adecuados, comparar ejemplos diferentes, suministrar preguntas abiertas, proponer problemas reales o utilizar metáforas ayuda en la mejora del proceso.

Ejercicio físico, sueño y alimentación

El ejercicio físico, especialmente el aeróbico, no solo beneficia nuestra salud o nuestro estado emocional sino que también lo hace a nivel cognitivo. Promueve la neurogénesis en el hipocampo, genera neurotransmisores importantes para la atención y el aprendizaje como la dopamina o la noradrenalina y reduce el estrés. Unos minutos de actividad aeróbica moderada previa a unas pruebas de comprensión lectora,  de ortografía y  de aritmética mejoran los resultados de los alumnos (ver figura 6). Incluso en un estudio longitudinal que analizó el comportamiento de un millón de suecos se comprobó que aquellos que practicaban ejercicio físico continuado obtenían mejores resultados en pruebas cognitivas y no solo eso sino que años después seguían mostrando mejores habilidades mentales acompañadas por mayores logros académicos y profesionales.

6.Ejercicio físico.

Todo ello sugiere la necesidad de un aprendizaje activo en el que se ha de dedicar más tiempo al ejercicio físico y en donde las clases de educación física deberían colocarse al comienzo del horario escolar y no al final como se ha hecho tradicionalmente.

Y para recuperarse bien, no solo a nivel físico sino también mental, el cerebro necesita el sueño. El sueño actúa como un regenerador neuronal necesario de la actividad diurna y es imprescindible para el aprendizaje porque, aunque durante el mismo no se aprenda información novedosa sí que se consolidan las memorias. En el caso del adolescente es especialmente importante porque debido a  cuestiones hormonales existe un retraso en sus ritmos circadianos y una necesidad de dormir mayor que en los adultos. En muchas escuelas norteamericanas se ha comprobado que el retraso del horario escolar  conlleva  mejoras conductuales y cognitivas de los alumnos.

En cuanto a los hábitos alimenticios, todavía nos encontramos muchos adolescentes que llegan a la escuela sin haber desayunado. El cerebro para su correcto funcionamiento necesita una cierta cantidad de proteínas y la ingesta adecuada de hidratos de carbono para disponer de la energía necesaria. Asimismo, el realizar pequeñas ingestas durante el día ayuda a mantener los niveles de azúcar estables en sangre necesarios para disponer de recursos energéticos sin fluctuaciones.

El juego

El juego es un mecanismo natural arraigado genéticamente en el que confluyen emociones, placer y recompensa y que nos permite descubrir desde el nacimiento el mundo que nos rodea. Aprendemos jugando y nos gusta porque se libera dopamina (ver figura 7) que hace que la incertidumbre asociada al juego nos motive y que exista ese feedback tan importante para el aprendizaje. Jugando se adquieren competencias imprescindibles relacionadas con el pensamiento estratégico, la concentración o la toma de decisiones. Asimismo, existen varios estudios que demuestran los efectos positivos sobre la atención al jugar en entornos naturales.

7. Juego

En cuanto al uso de tecnologías en el aula constituye un medio, no el fin, para optimizar el aprendizaje. Relacionado con ello, no podemos obviar la necesidad en edades tempranas de la  imprescindible interacción social.

La utilización de programas informáticos  específicos se ha demostrado eficaz para mejorar la memoria de trabajo, la atención ejecutiva y, muy especialmente, para la mejora de trastornos del aprendizaje como la dislexia (por ejemplo, Fast forWord) o la discalculia (por ejemplo, Number Catcher).

Las artes y la creatividad

La creatividad es útil, no es innata y se puede y se debe enseñar. Las investigaciones en neurociencia han demostrado que la aparición repentina de soluciones ingeniosas a problemas que nos habían provocado ese tan típico bloqueo mental son beneficiadas generando inicialmente  muchas ideas, para luego en una fase de concreción asociarlas e ir evaluándolas (ver figura 8). Y no solo eso, sino que suelen aparecer tras un estado de relajación mental como el que se da tras el sueño reparador.

8.Creatividad

Para fomentar entornos creativos en el aula, los docentes hemos de estimular la curiosidad de los alumnos, aceptar preguntas abiertas, admitir resoluciones diferentes a las estrictamente académicas y generar entornos seguros donde se acepta y se analiza el error para mejorar el aprendizaje. En ese aspecto, son muy útiles los organizadores gráficos de analogías y diferencias o las rutinas de pensamiento como la KWL en donde se pide al alumno que reflexione sobre lo que sabe, lo que debe saber y lo que ha aprendido sobre un determinado contenido.

El aprendizaje basado en proyectos, por indagación o el basado en la resolución de problemas están muy en consonancia con la neuroeducación porque fomentan la interacción social y constituyen una estupenda forma de tratar la diversidad en el aula, por lo que la evaluación formativa se nos antoja imprescindible. Al fin y al cabo, cada alumno tiene un ritmo de desarrollo cerebral diferente.

Asimismo, las actividades artísticas como la música, el teatro o el baile son muy útiles para fomentar la creatividad. Y no solo eso sino que sus beneficios abarcan lo emocional, lo social y lo cognitivo. Por ejemplo, el teatro constituye una estupenda forma de mejorar el autocontrol de los niños y varios estudios sugieren la correlación entre el entrenamiento musical y la mejora de la comprensión lectora o de la aritmética en la infancia.

El cerebro social

Somos seres sociales y eso es lo que realmente nos hizo humanos. Diversos estudios han demostrado la existencia de comportamientos altruistas en bebés de pocos meses de edad. Además, el descubrimiento de las neuronas espejo constituyó la justificación fisiológica del aprendizaje por imitación tan importante en la transmisión de la cultura: 42 minutos son suficientes para que recién nacidos imiten gestos de sus padres. Otros estudios con adultos han demostrado que al cooperar se activa el sistema de gratificación de la dopamina, se genera más altruismo y se aplaza la recompensa (ver figura 9).

9.Cerebro social

 Disponemos de circuitos cerebrales que intervienen tanto en nuestra autoconciencia como en la comprensión empática de los demás por lo que la enseñanza del trabajo cooperativo en el aula resulta una competencia imprescindible en los tiempos actuales y que está en plena consonancia con el propio proceso evolutivo del ser humano. Cooperar es algo más que colaborar porque conlleva una implicación mayor a nivel emocional entre los integrantes del grupo por lo que los docentes hemos de enseñar a los alumnos toda una serie de competencias interpersonales básicas relacionadas con el respeto, la solidaridad, la comunicación, la toma de decisiones o la resolución de conflictos. Al cooperar los alumnos ponen en práctica estas competencias, interactúan y trabajan responsabilizándose a nivel individual y de grupo para alcanzar los objetivos propuestos. Además, son capaces de evaluar su propio proceso de aprendizaje.

La escuela debería fomentar también la cooperación entre alumnos de distintas edades promoviendo la realización de actividades interdisciplinares que pudieran romper la tradicional y jerarquizada distribución del horario escolar en asignaturas. Sin olvidarnos que la educación abarca a toda la comunidad.

Conclusiones finales

Ya no hay excusas para mejorar la educación. Los nuevos tiempos requieren nuevas estrategias y las investigaciones en neurociencia nos han suministrado en los últimos diez años tanta información relevante sobre cómo funciona el cerebro humano que no nos podemos quedar al margen sin actuar. Pero para ello se requiere la necesaria voluntad que sabemos que no es innata. Existe una necesidad evidente de que el currículo contemple muchas de las cuestiones analizadas si queremos mejorar los procesos de enseñanza y aprendizaje  y formar personas útiles, responsables, íntegras y en definitiva felices. El profesor, como instrumento didáctico imprescindible, con la necesaria vocación y el requerido entusiasmo, debe convertirse en un investigador de sus propias prácticas pedagógicas analizando siempre el impacto que tienen sobre el aprendizaje de sus alumnos. En consonancia con esto, los propios centros educativos deberían permitirle dedicar unas horas a realizar este proceso de reflexión personal tan importante. Sin olvidar que el progreso y la implementación de las nuevas estrategias requieren tiempo.

La neuroeducación resulta necesaria porque promueve un aprendizaje para la vida que nos hace más felices. Y ese es el principal objetivo existencial.

Jesús C. Guillén

Referencias:

  1. Dehaene S. et al. (1999): “Sources of mathematical thinking: behavioral and brain-imaging evidence”. Science, 284.
  2. Erk S. et al. (2003): “Emotional context modulates subsequent memory effect”. Neuroimage, 18.
  3. Hillman C. H. et al. (2009): “Aerobic fitness and cognitive development: event-related brain potential and task performance indices of executive control in preadolescent children”. Developmental Phychology, 45.
  4. Jung-Beeman et al. (2004): “Neural activity when people solve verbal problems with insight”. Plos Biology, 2.
  5. Kandel, Eric (2007). En busca de la memoria. Katz.
  6. Posner, Michael I. y Rothbart, Mary K. (2007). Educating the human brain. American Psychological Association.
  7. Rilling et al. (2002): “A neural basis for social cooperation”. Neuron, 35.
  8. Spitzer, Manfred (2005). Aprendizaje: neurociencia y la escuela de la vida. Omega.
  9. Temple, E. et al. (2003): “Neural deficits in children with dyslexia ameliorated by behavioral remediation: Evidence from functional MRI”, PNAS 100.

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Estilos de aprendizaje visual, auditivo y cinestésico: ¿mito o realidad?

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Podemos considerar el estilo de aprendizaje de una persona como una combinación de factores cognitivos, afectivos y psicológicos que influyen en su respuesta a enfoques docentes distintos.

En el ámbito educativo, es muy conocido el modelo del aprendizaje visual, auditivo y cinestésico que sostiene que todos tenemos una modalidad sensorial preferida y que podemos mejorar el aprendizaje si enseñamos atendiendo a estas preferencias sensoriales. Así, por ejemplo, los alumnos visuales aprenderán mejor con diagramas o mapas, los auditivos lo harán a través de descripciones verbales, mientras que los cinestésicos lo harán manipulando objetos.

Cuando se preguntó a profesores de cinco países diferentes qué opinaban sobre la validez del supuesto anterior (Howard-Jones, 2014), las respuestas afirmativas fueron abrumadoras:

Estilos de aprendizaje según los maestros

Sin embargo, ¿hay evidencias científicas que respaldan la teoría de que se mejora el aprendizaje de los alumnos cuando la metodología coincide con el estilo de aprendizaje?

Evidencias: los alumnos son diferentes

Independientemente de que existan patrones generales en el aprendizaje y de que haya regiones cerebrales concretas que intervienen en el mismo, cada cerebro es único y diferente. Cada alumno tiene su capacidad y sus fortalezas personales y es natural que, por ejemplo, unos aprendan a leer más rápido, otros sean capaces de resolver con mayor facilidad problemas matemáticos, mientras que a otros se les dé mejor jugar a fútbol. Asimismo, los alumnos tienen sus propios intereses que aunque no siempre coinciden con las áreas en las que se desenvuelven mejor sí que afectan al aprendizaje. A algunos les encanta leer, a otros las matemáticas y a otros jugar al fútbol. Sin embargo, los conocimientos previos sobre las materias en cuestión también afectarán al aprendizaje. Así pues, un mayor dominio del vocabulario les permitirá leer obras más complejas, tener bien consolidados los cálculos aritméticos facilitará el estudio del álgebra o haber adquirido una buena resistencia física mejorará la práctica deportiva.

También encontramos diferencias entre los alumnos, por ejemplo, a la hora de almacenar recuerdos visuales y sonoros y como pasa con cualquier otra persona habrá unos que tengan una memoria visual o auditiva más precisa que otros. Desde esta perspectiva es razonable categorizar a los alumnos en visuales o auditivos pero otra cuestión diferente es lo referente al aprendizaje. Si preguntáramos a los alumnos cómo preferirían que les enseñásemos algo, si a través de diapositivas, escuchando una explicación o utilizando una serie de movimientos, ¿crees que responderían sin conocer si el aprendizaje está relacionado con una obra arquitectónica, un problema matemático o una canción? Supongamos que un alumno considerado auditivo está muy interesado por la Física. ¿Mejoraría el aprendizaje de esa materia si cambiáramos la presentación de los contenidos según esa preferencia?

Las pruebas científicas

Se han llevado a cabo muchos estudios con estrategias y materiales similares a los utilizados en el  aula, sin embargo, no se ha podido demostrar que el alumno sea capaz de mejorar la comprensión cuando se utiliza su estilo preferido de aprendizaje.

En un estudio en el que participaron 65 estudiantes universitarios (Krätzig y Arbuthnott, 2006), los autores analizaron si existía una correlación entre la preferencia del estilo de aprendizaje y el rendimiento de la memoria en cada una de las tres modalidades sensoriales: visual, auditiva y cinestésica. Inicialmente, se evaluó el estilo de aprendizaje de los participantes de dos formas diferentes: la primera a través de la autoevaluación (así se hace normalmente) y la segunda utilizando el test de Barsch, una prueba que permite identificar el estilo de aprendizaje. Los resultados de estas dos evaluaciones no mostraron una buena correspondencia porque solo en 29 de los 65 participantes coincidió el estilo preferido. Posteriormente, se realizaron las pruebas de memoria. Primero se compararon los resultados con los obtenidos en los tests de Barsch, seguramente más objetivos,  y luego se hizo lo mismo comparándolos con los obtenidos en los procesos de autoevaluación. El análisis final reveló que, en  ninguno de los dos casos había una relación significativa entre el estilo de aprendizaje preferente y lo memorizado. Como se observa en el gráfico siguiente, los resultados de la autoevaluación y del test de Barsch dieron, respectivamente,  un 40% y un 60% de estudiantes visuales, mientras que un 16% y un 8% resultaron cinestésicos. Sin embargo, tras completar las pruebas de memoria, solo un 23% de los participantes realizaron mejor las pruebas visuales y un 52% lo hicieron con las cinestésicas (el resto de los porcentajes corresponden a los clasificados auditivos y a un último grupo sin identificar la preferencia):

Test sobre estilos de aprendizaje

Los autores de la investigación comentan que, en contraposición a lo que sugiere la teoría de los estilos de aprendizaje, los estudiantes aprenden mejor cuando utilizan las tres modalidades sensoriales, por lo que los esfuerzos de los docentes por centrarse en los estilos de aprendizaje al enseñar son baldíos.

Esta investigación coincide con una revisión de estudios anterior (Coffield et al., 2004) en la que no se encontró ninguna evidencia de que adaptar la enseñanza a las modalidades sensoriales dominantes fuera más eficaz que el utilizar estrategias pedagógicas relacionadas con los contenidos impartidos. Otros investigadores concluyeron que los estilos de aprendizaje constituyen un factor menor frente a otros de mayor importancia relacionados con cuestiones contextuales o culturales (Bloomer y Hodkinson, 2000). Y en una investigación reciente en la que se determinó qué tipo de condiciones debía cumplir un estudio eficaz para poder probar la validez de los estilos de aprendizaje (Pashler et al., 2009) no se encontró ninguna evidencia empírica de que los niños a los que se enseñaba según su estilo preferido de aprendizaje obtuvieran mejores resultados que si se les enseñaba en uno que no lo era. Estos autores también sugirieron la necesidad de incorporar diferentes estrategias pedagógicas para atender la diversidad en el aula.

Reflexiones sobre el mito de los estilos de aprendizaje

Lo esencial es el significado

Lo realmente importante es el significado de las cosas. Imaginemos que  enseñamos a un alumno considerado visual (como primates que somos, procesamos más la información de forma visual) una serie de imágenes de laboratorio relacionadas con un determinado proceso químico. Como consecuencia de su gran memoria visual, el estudiante podrá retener muchos detalles visuales que ilustran al proceso pero eso no significará que acabe comprendiendo mejor el significado de lo que realmente está ocurriendo. Y, por supuesto, el hecho de que un alumno tenga una gran memoria visual no significa que se le haya de considerar como un alumno visual en el sentido considerado por la teoría de los estilos de aprendizaje.

Existe una interconectividad cerebral

Es cierto que áreas concretas de la corteza cerebral desempeñan un papel crucial en el procesamiento visual, auditivo o motor, sin embargo, estas diferentes regiones están interconectadas a través de una gran cantidad de conexiones neurales (Geake, 2008) por lo que no podemos decir que una sola modalidad sensorial esté implicada en el procesamiento de la información. Seguramente esta creencia errónea de que el cerebro procesa la información de forma independiente en diferentes regiones se deba a la observación de las famosas neuroimágenes cerebrales (Howard-Jones, 2011), pero éstas provienen de datos estadísticos y las imágenes coloreadas muestran las regiones más activas en la ejecución de una determinada tarea.

Cuidado con los etiquetados

Los profesores que hacen referencia a los estilos de aprendizaje etiquetan a sus alumnos (visuales, auditivos o cinestésicos) según su perspectiva subjetiva  sin considerar que los alumnos pueden cambiar y mejorar sus procesos de reflexión. Esta es la gran implicación educativa de uno de los grandes descubrimientos en neurociencia: la plasticidad cerebral. Las creencias previas de los alumnos y los factores emocionales son críticos en el aprendizaje por lo que hay que evitar esas etiquetas que han perjudicado la evolución académica y personal de tantos alumnos.

¿Por qué está tan generalizado este mito?

Según Riener y Willingham (2010), hay varios factores que podrían explicar este hecho. Existen muchas falsas creencias que forman parte de la sabiduría popular y que muchas veces ni nos cuestionamos. Por otra parte, intervienen cuestiones asociadas a una incorrecta interpretación de la teoría. Así, por ejemplo, el hecho de que un alumno tenga una buena memoria visual no significa que el alumno sea visual tal como interpreta la teoría y vaya a aprender mejor cuando la información se le facilite mediante ese estilo preferente. Y, por último, nuestro cerebro tiende a buscar la confirmación de lo que ya conoce. Podemos pensar, por ejemplo, que una determinada imagen ha ayudado al alumno a entender un determinado concepto cuando quizás lo hubiera hecho también con otro ejemplo igualmente bueno, fuera visual o no (Willingham, 2011).

¿Significa esto que todos los alumnos son iguales y aprenden de la misma forma?

Evidentemente que la teoría de los estilos de aprendizaje propone que cada alumno tiene sus fortalezas y características personales y que han de tenerse en cuenta al aprender. Sin embargo, el hecho de que no se haya comprobado dicha teoría no significa que pensemos que todos los alumnos sean iguales y que aprendan de la misma forma. Para atender a la diversidad en el aula hemos de tener en cuenta las capacidades, intereses, motivaciones y conocimientos previos que poseen los alumnos y diversificar las estrategias pedagógicas. Pero para ello es imprescindible utilizar una evaluación formativa que tiene una finalidad reguladora del aprendizaje y en donde se van adaptando las estrategias pedagógicas al aprendizaje del alumno. No es lo mismo utilizar una metodología de aprendizaje basada en proyectos que restringirse a la tradicional evaluación calificadora de los exámenes sin más.

Conclusiones finales

Los programas educativos basados en la conveniencia de enseñar a los alumnos según la estimulación visual, auditiva o cinestésica no tienen el sustento empírico de las investigaciones científicas. Las personas utilizamos procedimientos diferentes para procesar la información que dependen de los contextos de aprendizaje. En un curso de ortografía es lógico que se ponga más énfasis  en cuestiones verbales mientras que en otro de geometría habrá un predominio de contenidos visuales.

El mito de los estilos de aprendizaje no niega la necesidad de atender la diversidad en el aula. Aunque sea inútil etiquetar a los alumnos como visuales, auditivos o cinestésicos, sí que es imprescindible adaptar las estrategias pedagógicas a la materia que ese está estudiando, ser conscientes de los conocimientos previos que tienen los alumnos sobre la misma o conocer cuáles son sus intereses personales. Así, por ejemplo, si queremos fomentar la lectura en un alumno entusiasmado por las matemáticas es mejor que le permitamos leer la biografía de Gauss que no la de Tolstoi.

El renovado profesor que promueve la reciente Neuroeducación ha de convertirse en un investigador en el aula capaz de analizar y evaluar con espíritu crítico el impacto real de sus estrategias pedagógicas en el aprendizaje de los alumnos. John Hattie (2012) lo resume muy bien: “¿Estrategias de aprendizaje? Sí. ¿Disfrutar del aprendizaje? Sí. ¿Estilos de aprendizaje? No.” Los nuevos tiempos requieren nuevas estrategias y la adecuada flexibilidad en su aplicación.

Jesús C. Guillén

Referencias bibliográficas:

  1. Bloomer M. y Hodkinson P. (2000): “Learning careers: continuity and change in young people’s dispositions to learning”. British Educational Research Journal, 26.
  2. Coffield et al. (2004): “Learning styles and pedagogy in post-16 learning: a systematic and critical reciew”. Learning and Skills Research Centre.
  3. Geake J. (2008): “Neuromythologies in education”. Educational Research, 50.
  4. Hattie, J. (2012). Visible learning for teachers. Maximizing impact on learning. Routledge.
  5. Howard Jones P. (2011). Investigación neuroeducativa. Neurociencia, educación y cerebro: de los contextos a la práctica. La Muralla.
  6. Howard-Jones P. (2014): “Neuroscience and education: myths and messages”. Nature Reviews Neuroscience, 15.
  7. Krätzig G. y Arbuthnott K. (2006): “Perceptual learning style and learning proficiency: a test of the hypothesis”. Journal of Educational Psychology, 98.
  8. Pashler et al. (2009): “Learning styles: concepts and evidence”. Psychological Science in the Public Interest, 9.
  9. Reiner C. y Willingham D. (2010): “The myth of learning styles”. Change, Sept/Oct.
  10. Willingham, D. (2011). ¿Por qué a los niños no les gusta ir a la escuela? Las respuestas de un neurocientífico al funcionamiento de la mente y sus consecuencias en el aula. Graó.

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Diez libros imprescindibles sobre Neuroeducación

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Leer es uno de los mejores ejercicios posibles para mantener en forma el cerebro porque requiere poner en juego un importante número de procesos mentales, entre los que destacan la percepción, la memoria y el razonamiento.

Ignacio  Morgado 

Aprovechando este período festivo en el que seguramente muchos de vosotros disponéis de más tiempo libre, desde Escuela con Cerebro os queremos recomendar la lectura de algunos libros relacionados con la Neuroeducación, esa nueva disciplina sobre la que divulgamos en nuestro blog y que creemos sinceramente que va a colaborar de forma decisiva en la mejora de la Educación en los próximos años. No están todos los que son, la mayoría están escritos en español y se han elegido porque creemos que utilizan un lenguaje accesible para todos los públicos. Al final proponemos alguna obra algo más técnica. Disfrutad de la lectura porque vuestro cerebro os lo agradecerá.

Spitzer, Manfred (2005). Aprendizaje: neurociencia y la escuela de la vida. Omega.

Aprendizaje Spitzer

Manfred Spitzer dirige la Clínica de Psiquiatría de la Universidad de Ulm y es un conocido divulgador científico en Alemania. En esta obra analiza con espíritu crítico las bases neurobiológicas del aprendizaje y sus implicaciones educativas. Constituye un tratado muy completo sobre el funcionamiento del cerebro en el que se examinan de forma exhaustiva  cuestiones relacionadas con el aprendizaje y factores que influyen en el mismo como la atención, las emociones o la motivación, el aprendizaje durante la vida y su relación con las diferentes disciplinas académicas o el aprendizaje de la convivencia como motor del desarrollo social. Es un libro extraordinario en el que se ensalza la figura del profesor:

“¡La persona del profesor es el instrumento didáctico más potente![…] Un maestro entusiasmado por su materia, que de vez en cuando elogia a los alumnos y que tal vez sea incluso capaz de mirarles con afecto, ése es el maestro que logra poner en marcha su sistema de gratificación” (p.194).

Mora, Francisco (2013). Neuroeducación: sólo se puede aprender aquello que se ama. Alianza Editorial.

Neuroeducación Mora

Francisco Mora, catedrático de Fisiología Humana en la Universidad Complutense de Madrid, es un autor prolífico que ha escrito muchos libros sobre el cerebro humano. En esta obra expone los conocimientos que tenemos sobre el funcionamiento cerebral que son imprescindibles para mejorar la Educación, haciendo especial hincapié en la importancia de las emociones en el aprendizaje:

“La curiosidad, lo que es diferente y sobresale en el entorno, enciende la emoción. Y con ella, con la emoción, se abren las ventanas de la atención, foco necesario para la creación de conocimiento” (p. 73).

 De forma amena, Mora analiza una gran variedad de cuestiones como la intervención temprana, la importancia en el aprendizaje de las emociones, la atención, la memoria, el sueño, el desarrollo de la creatividad o los trastornos del aprendizaje. Y sugiere la necesidad del neuroeducador, un  nuevo profesional con los conocimientos adecuados sobre el cerebro que ayudaría a mejorar la labor docente de los profesores.

Tokuhama-Espinosa, Tracey (2011). Mind, brain, and education science: a comprehensive guide to the new brain-based teaching. W. W. Norton & Co.

Mind brain and education science Tokuhama

Podríamos decir que este libro es un resumen de la tesis doctoral de la autora sobre Neuroeducación en donde se han revisado más de dos mil artículos de investigación relacionados con la nueva disciplina. Tracey Tokuhama-Espinosa, profesora de la Universidad de San Francisco de Quito, establece una serie de principios básicos, analiza una gran cantidad de neuromitos y comenta las evidencias que favorecen la mejora de los procesos de enseñanza y aprendizaje. Su extensa bibliografía garantiza poder profundizar en una disciplina defendida de forma entusiasta por la autora en esta y en otras obras recientes:

“Education has never had so many tools at its disposal to improve the teaching and learning processses” (p. 229).

Blakemore, Sarah-Jayne y Frith, Uta (2011). Cómo aprende el cerebro: las claves para la educación. Ariel.

Cómo aprende el cerebro Blakemore

Este libro está escrito por dos neurocientíficas prestigiosas que trabajan en el Instituto de Neurociencia Cognitiva del University College de Londres. Abordan con rigor técnico el desarrollo del cerebro con la edad incidiendo en cómo aprendemos a hablar, leer, escribir o contar y los trastornos asociados a esos aprendizajes. En relación con esto último hay un análisis extenso sobre la plasticidad cerebral y su importancia como mecanismo compensatorio. Hay que destacar también un importante bloque dedicado a explicar las diferentes formas de aprendizaje y cómo funciona la memoria:

“Aprender de memoria es a todas luces útil para asimilar términos nuevos. Pero ¿qué hay de recordar la palabra correcta en el momento adecuado? El aprendizaje efectivo es algo más que atiborrar la cabeza de información. […] Lo que los alumnos necesitan son herramientas para acceder a la información almacenada” (p. 263).

Aunque las autoras están convencidas de la relevancia de las investigaciones sobre el cerebro en el terreno educativo, alertan sobre la necesidad de transmitir de forma adecuada estos conocimientos.

Forés, Anna y Ligioiz, Marta (2009). Descubrir la neurodidáctica: aprender desde, en y para la vida. UOC. Descubriendo la neurodidáctica Forés

Anna Forés, profesora de la Universidad de Barcelona y autora de muchos libros sobre Educación, junto a Marta Ligioiz, neurobióloga del comportamiento, han escrito un libro original que huye de formalismos y en el que nos proponen un original viaje hacia el descubrimiento de la Neurodidáctica. Inciden en la importancia de no asociar  exclusivamente la nueva disciplina  a  la adquisición de conocimientos académicos y sí considerar el aprender a “vivir”. En este sentido, adquiere especial relevancia la educación emocional y social  que prepara nuestro cerebro para aprender mejor y ser más felices. Sin olvidar el espíritu crítico y la apertura mental que requiere el aprendizaje:

“Para favorecer el aprendizaje, una actitud crítica, que cuestiona y busca respuestas, unidas a una flexibilidad y apertura, que observa y reflexiona ante todos los descubrimientos y datos que se presentan, sería un regalo de inestimable valor para la vida y la convivencia” (p. 75).

Sousa, David A. (2011). How the brain learns. Corwin. How the brain learn Sousa

Otro de los primeros divulgadores sobre Neuroeducación es el asesor internacional David A. Sousa que ha escrito ya muchos libros sobre esta disciplina. En la última edición de su obra más conocida traslada los descubrimientos neurocientíficos del laboratorio al aula. Propone muchas aplicaciones prácticas derivadas de los conocimientos que ya disponemos sobre cómo el cerebro procesa la información, la transfiere y la asimila y establece factores críticos en el diseño de las unidades didácticas. Es un fiel defensor de la inclusión de las disciplinas artísticas en el currículo:

“The arts play an important role in human development, enhancing the growth of cognitive, emotional, and psychomotor pathways” (p. 217).

Jensen, Eric (2004) Cerebro y aprendizaje: competencias e implicaciones educativas. Narcea.

Eric Jensen,  formador de profesores y miembro de la International Society of Neuroscience, ha escrito más de veinte libros, siendo uno de los propulsores iniciales en Estados Unidas de la Neuroeducación. En ésta, que es seguramente su obra más conocida, analiza la importancia de los entornos enriquecidos, el movimiento o la memoria en el aprendizaje, cómo captar la atención del alumno y motivarlo o la relevancia de las emociones en esos procesos. Propone numerosas sugerencias prácticas de aplicación en el aula e insiste en la necesidad de una enseñanza compatible con el cerebro para mejorar la sociedad:

“Los profesores que siguen resaltando los métodos de enseñanza unilaterales están infringiendo un principio importante de nuestro cerebro. Somos seres esencialmente sociales y nuestros cerebros crecen en un entorno social” (p. 133).

Ortiz, Tomás (2009). Neurociencia y educación. Alianza Edtorial. Neurociencia y Educación Ortiz

Tomás Ortiz, catedrático de  Psiquiatría de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, analiza de forma sistemática cuestiones importantes relacionadas con el neurodesarrollo, la atención, la memoria, las emociones, el lenguaje o el cálculo buscando siempre aplicaciones en el campo de la educación. El autor incide en la importancia de las familias en la educación cerebral de sus hijos:

“La maduración del córtex prefrontal puede verse facilitada también si se consigue que el niño sea capaz de preguntar mucho y procurar que dé soluciones a diferentes problemas de la vida diaria” (p. 197).

Willis, Judy (2008). How your child learns best: brain-friendly strategies you can use to ignite your child’s learning and increase school success. Sourcebooks.

How your child learn best Willis

Judy Willis constituye un caso especial porque es una neuróloga reconvertida en profesora de educación primaria y secundaria que ha ejercido durante muchos años. Entre sus diferentes obras, destacamos ésta en la que analiza de forma exhaustiva cómo optimizar los procesos de enseñanza y aprendizaje, a través de las diferentes etapas educativas, de la lectura, las matemáticas, la ciencia o la historia. Expone muchísimas estrategias pedagógicas y ejemplos prácticos siempre justificados atendiendo a los conocimientos que disponemos sobre el funcionamiento cerebral:

“How your child’s brain responds to environmental sensory data determines what information gets his attention. Only selected information passes through his lower brain filter (called the reticular activating system, or RAS)” (p. 3).

Marina, José Antonio (2011). El cerebro infantil: la gran oportunidad. Ariel.

El reconocido filósofo, pedagogo y escritor José Antonio Marina está publicando una colección de libros sobre educación y aprendizaje. En la obra que hemos elegido el autor hace un recorrido por la arquitectura del cerebro y su manifiesta plasticidad y analiza aspectos cognitivos, emocionales y ejecutivos del mismo:

“El objetivo del cerebro es asegurar la supervivencia […] Para conseguirlo tiene una parte emocional, que impulsa y valora la información, una parte cognitiva, que capta y elabora información, y una parte ejecutiva que organiza y dirige la acción mediante planes y proyectos” (p. 44).

 Complementando las explicaciones teóricas con conversaciones con expertos sobre el tema, Marina permite introducir a padres y docentes en el apasionante mundo del funcionamiento cerebral.

Para saber más

Volvemos a recordar que esta lista es orientativa. En lengua española encontramos libros que, aunque no son específicos de la disciplina, sí que hacen un intento por acercarse  a la misma sugiriendo aplicaciones prácticas para mejorar el aprendizaje (Morgado, 2014); hay otros que por su temática analizada tienen muchas implicaciones pedagógicas (Davidson y Begley, 2012),  e incluso hay alguno que no aparece en la lista por ser algo más técnico (Howard-Jones, 2011). Y, por supuesto, en lengua inglesa, encontramos una gran diversidad de obras, algunas que utilizan un lenguaje algo más específico escritas por investigadores reconocidos (por ejemplo: Posner y Rothbart, 2007 o Geake, 2009) u otras más cercanas al gran público (por ejemplo: Medina, 2009 o Hardiman, 2012). Sea como fuere, lo cierto es que creemos sinceramente que en el futuro  la Educación deberá considerar todos los conocimientos que vamos adquiriendo sobre el funcionamiento cerebral. Es por ello que  en el 2015 Escuela con Cerebro seguirá contribuyendo de forma modesta a la divulgación de la Neuroeducación  a través de sus investigaciones y publicaciones en el blog, escribiendo artículos en diversas revistas o realizando seminarios y cursos de formación para el profesorado. Junto a esto, estamos preparando la publicación de algún libro que pondrá un énfasis específico en lo que creemos que es lo más importante: las implicaciones educativas en el aula.

Miremos pues el futuro con entusiasmo y esperanza porque, al fin y al cabo,  el cerebro humano anhela la novedad y necesita retos continuos para mantenerse activo. Desde Escuela con Cerebro os agradecemos vuestra fidelidad este año 2014 y os deseamos un feliz 2015 lleno de retos y novedades.

Jesús C. Guillén

Referencias:

Davidson, Richard y Begley, Sharon (2012). El perfil emocional de tu cerebro. Destino.

Howard Jones P. (2011). Investigación neuroeducativa. Neurociencia, educación y cerebro: de los contextos a la práctica. Madrid, La Muralla.

Geake, John G. (2009). The brain at school: educational neuroscience in the classroom. McGrawHill.

Hardiman, Mariale (2012). The brain-targeted teaching model for 21 st-century schools. Corwin.

Medina, John (2009). Brain rules: 12 Principles for surviving and thriving at work, home and school. Pear Press.

Morgado, Ignacio (2014). Aprender, recordar y olvidar. Claves cerebrales de la memoria y la educación. Ariel.

Posner, Michael I. y Rothbart, Mary K. (2007). Educating the human brain. American Psychological Association.


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El juego, un mecanismo natural imprescindible para el aprendizaje

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El juego es un mecanismo natural arraigado genéticamente que despierta la curiosidad, es placentero y nos permite adquirir capacidades imprescindibles durante toda la vida para desenvolvernos mejor en el mundo que nos rodea. Los mecanismos cerebrales innatos del niño le permiten, a los pocos meses de edad, aprender jugando. Nos gusta jugar porque al hacerlo se libera dopamina que hace que la incertidumbre asociada al juego nos motive constituyendo una auténtica recompensa cerebral y que exista ese feedback tan importante para el aprendizaje.

Aprender jugando

Analicemos algunos de las cuestiones clave por las que creemos que la integración del componente lúdico en la enseñanza resulta imprescindible. Hemos elegido algunos de los factores identificados por Anna Forés y Marta Ligioiz (2009) que proporcionan el aprendizaje a través del juego y los hemos adaptado al contexto educativo:

  • Placer y satisfacción: a través de la necesidad natural que constituye el juego, el alumno prueba, explora y asume con normalidad el error porque le permite mejorar y eso constituye una gran satisfacción. Disfruta el proceso.
  • Estimula la curiosidad: el juego permite al alumno descubrir nuevas oportunidades y le hace ser más creativo. Ir avanzando requiere que se vaya preguntando continuamente sobre qué decisiones tomar.
  • Estimula el afán de superación, de reto y la autoconfianza: el feedback generado a través del juego hace que el alumno persevere y siga afrontando los nuevos retos. Y esto mejora la autoestima, el reconocimiento social del resto de compañeros y constituye una estupenda forma de fomentar la resiliencia.
  • Supone una oportunidad de expresar los sentimientos: al jugar se expresan de forma natural las emociones. El alumno asume su protagonismo y en la vorágine del juego se manifiesta tal como es.
  • Favorece la interiorización de pautas y normas de comportamiento social: cualquier juego tiene sus propias reglas que se deben conocer y respetar. Muchos alumnos que son incapaces de mantener unas normas elementales, durante el juego se muestran totalmente respetuosos con las mismas.
  • Estimula el desarrollo de funciones físicas, psíquicas, afectivas y sociales: dependiendo del tipo de juego, ejercitaremos unas funciones corporales u otras. Especialmente interesantes serán los juegos grupales que facilitarán el aprendizaje cooperativo.

El componente lúdico se puede integrar en cualquier materia y en cualquier etapa educativa. Ajedrez, rompecabezas, juegos de rol, programas de ordenador, videojuegos (ver figura 1)…, la lista es interminable (hay muchos ejemplos en los links finales). Lo importante es que siempre exista un objetivo de aprendizaje claro y definido.

Figura 1

El proceso neurocognitivo: el atractivo de la incertidumbre

Hoy sabemos que tanto en el nivel neuronal como en el conductual, lo importante para el aprendizaje es la anticipación  de la recompensa y no el simple premio. La activación de las neuronas en el núcleo accumbens que liberan dopamina (ver figura 2), un neurotransmisor asociado a la motivación, se activan más cuando la respuesta conductual supera las expectativas iniciales, es decir, cuando el error de predicción (diferencia entre lo esperado y lo que pasa) es positivo. Como dice Chris Frith (2008), “estas señales sobre los errores de nuestras predicciones nos permiten aprender sobre el mundo sin necesidad de profesor” y es que a nivel conductual sabemos que las recompensas inesperadas, lo que despierta nuestra curiosidad, en resumidas cuentas, lo novedoso, capta la atención necesaria para que se dé el aprendizaje.

El juego capta la atención del alumno y su cerebro se motiva a través de las continuas predicciones que va haciendo. En este sentido, la elección en el juego es importante porque ha de suministrar los retos adecuados que permitan, a través de un feedback continuo, ir superando etapas y así manteniendo el interés o motivación para la tarea.

Relacionado con la incertidumbre y su efecto sobre la motivación y el aprendizaje, se ha comprobado que los estudiantes son capaces de asumir mayores riesgos cuando las tareas escolares se presentan como juegos (Howard-Jones, 2011). Y también sabemos que la formación de la memoria explícita, esa que es tan importante en los contextos educativos, está directamente relacionada con la activación del sistema de recompensa cerebral (Howard-Jones, 2014). En definitiva, el atractivo de la incertidumbre es lo que permite explicar la atracción que mostramos por el juego.

Figura 2

Juegos de ordenador y videojuegos

Es una evidencia que las nuevas tecnologías han invadido nuestra vida cotidiana. Los alumnos en la actualidad (y no solo ellos) están envueltos por una vorágine de redes sociales, pantallas digitales, reproductores musicales o teléfonos inteligentes. Y seguramente sus cerebros estén cambiando  y se estén reorganizando de forma diferente a las generaciones anteriores como consecuencia de la hiperestimulación a la que están sometidos, algo que tendrán que confirmar próximas investigaciones. Pero mientras esperamos estos estudios, no podemos obviar las repercusiones educativas derivadas de que las nuevas generaciones (los nativos digitales de los que habla Marc Prensky) hayan crecido en entornos donde la tecnología es la protagonista. Y a pesar de la disparidad de opiniones al respecto, debería imponerse la flexibilidad pedagógica, es decir,  la tecnología ni es la salvadora ni es la perdición de la Educación sino que ha de considerarse como una herramienta pedagógica más, es decir, se ha de utilizar en el momento y en la forma adecuada. Por ejemplo, su uso no puede perjudicar la necesaria interacción social que requieren los niños en su desarrollo inicial pero, a la vez, puede utilizarse en estos mismos niños para mejorar su aprendizaje.

En muchos estudios de neurociencia se han utilizado programas informáticos basados en el juego para mejorar determinados trastornos de aprendizaje o funciones mentales e incluso, posteriormente, se han llegado a comercializar. Veamos algunos ejemplos conocidos:

Para la dislexia

Fast ForWord: es un programa para estudiantes disléxicos que ayuda a compensar las dificultades que tienen con el procesamiento fonológico. A través de una práctica intensiva en la que se alargan artificialmente sonidos de consonantes para poder diferenciarlas, los niños consiguen en pocas semanas procesar mejor los sonidos de palabras a través de una mejora en la integración auditivo-visual.

Figura 3

Para la discalculia

Number  Race: es un juego diseñado para mejorar las capacidades numéricas de niños entre 5 y 8 años en el que se utiliza tanto el lenguaje no simbólico, a través de comparaciones entre cantidades, como el simbólico que es propio de las operaciones aritméticas (ver figura 4). Los niños con discalculia son capaces de mejorar el sentido numérico innato que poseemos y que en su caso está menos desarrollado.

Figura 4

Para el déficit de atención

En un estudio muy famoso (Rueda et al., 2005) se diseñaron unos ejercicios de entrenamiento para ayudar a niños entre 4 y 6 años a mejorar su atención ejecutiva. En las pruebas, los niños aprenden a controlar con su joystick un gato (ver figura 5) que ha de mantenerse fuera de la lluvia (a), se ha de mover hacia la hierba (b) y ha de atrapar un pato cuando sale del agua (c). En solo 5 días los niños fueron capaces de mejorar esa atención que es imprescindible para el estudio.

Figura 5

Para la memoria de trabajo

NeuroRacer: Con este juego de video tridimensional diseñado para realizar dos tareas a la vez, una de discriminación perceptiva y otra de coordinación visomotora (ver figura 6), se mejoró tanto en adolescentes como en personas mayores  la atención sostenida y la memoria de trabajo, dos capacidades no entrenadas.

Figura 6

Tanto los juegos de ordenador como los videojuegos (asumimos que su contenido es el adecuado) son herramientas muy útiles para el aprendizaje de los alumnos debido a su poder motivador. Y esa no es una situación casual sino que está relacionada con el propio diseño. Al analizar Hong et al. (2009) los principios básicos en los que se tenía que fundamentar el diseño de juegos educativos para que resultaran atractivos, identificaron seis factores clave que deben caracterizar al juego y que están en plena consonancia con lo que analizábamos inicialmente en este artículo. Son los siguientes:

  • Grado de incertidumbre.
  • Igualdad de oportunidades para el fair play.
  • Oportunidades para la competición y la cooperación.
  • Retos adecuados.
  • Flexibilidad en la toma de decisiones.
  • Interactividad.

Los buenos videojuegos, como señala Prensky (2011), consiguen que el mismo juego parezca distinto para cada jugador, es decir, pueden adaptarse a los intereses y capacidades individuales suministrando ayudas suplementarias en caso de necesidad o proporcionando nuevos retos añadiendo dificultad. Y a parte de lo anterior, los buenos videojuegos dejan muy claros cuáles son los objetivos, pero permitiendo alcanzarlos mediante un feedback continuo y una gran diversidad de formas. Cómo nos gustaría que en todas las intervenciones en el aula se tuvieran en cuenta estas cuestiones que resultan básicas para el aprendizaje de los alumnos.

En el siguiente video se explica la investigación llevada a cabo por Roberto Colom y María Ángeles Quiroga en la que se demuestra  una correlación alta entre el rendimiento mostrado jugando a un videojuego conocido y el rendimiento en unos tests de aptitudes. Al jugar 16 horas durante un mes, aumentó la cantidad de materia gris de las voluntarias, que es un indicador de la   capacidad cerebral, y se mejoró la coordinación entre regiones cerebrales, la comprensión verbal, el razonamiento o la percepción visual.

Recientes estudios (Cardoso-Leite y Bavelier, 2014) han confirmado que cuando se utilizan los videojuegos en dosis razonables se mejora la visión y las redes atencionales de los practicantes. Por lo tanto, en los videojuegos, el contenido y el uso adecuado de los mismos son factores esenciales.

En la práctica

La pregunta que nos planteamos es cómo aprovechar en la práctica los beneficios que conlleva para el aprendizaje el juego.

Uno de los ejemplos más conocidos sobre la integración del componente lúdico en toda una comunidad escolar lo encontramos en la escuela de primaria de Grange, en Inglaterra, en donde su director durante varios años Richard Gerver convirtió un alicaído colegio en uno de los centros más innovadores del mundo. El propio Gerver (2012) explica que para lograr esa gran transformación, se adoptó “el modelo de aprendizaje natural en los niños, el juego, la imitación y los juegos de rol”, expandiendo el modelo por toda la estructura. Y reconoce que en el proceso inicial de la transformación, la primera pregunta abstracta que se plantearon fue: “¿cómo convertimos nuestra escuela en Disneyland? Evidentemente, al igual que ocurre con los videojuegos, la pregunta no tiene una respuesta única, lo cual constituye una forma sugerente de fomentar el entusiasmo y la originalidad en las respuestas. Pero para poder implementar un programa como el de Grange había que ir más allá de las asignaturas tradicionales y plantear temáticas generales que sirvieran para todas la escuela. Como muestra para entender el modelo,  os mostramos el horario escolar (figura 7):

Figura 7

Y es que toda gran transformación requiere entusiasmo, dedicación y tiempo. La voluntad sabemos que no es innata.

Conclusiones finales

Si jugar constituye un impulso vital, una necesidad que nos permite aprender durante toda la vida, no hay ninguna razón que nos impida integrar de forma adecuada el componente lúdico en la enseñanza. El juego constituye una herramienta esencial para motivar a los alumnos y su relación con las nuevas tecnologías hace que sea una necesidad adaptar muchas intervenciones pedagógicas teniendo en cuenta estas directrices. Ya no podamos utilizar como excusa las exigencias del currículo para justificar nuestra falta de innovación. Y es que muchas veces no se trata de una falta de recursos (que también existe) sino una falta de interés por adentrarnos en el futuro utilizando estrategias creativas.

Lo importante no es que los profesores enseñemos sino que los alumnos aprendan y, desde esa perspectiva, no podemos obviar cómo aprende de forma natural nuestro cerebro para así mejorar la enseñanza. Francisco Mora (2013), lo resume muy bien:

“El juego es un invento poderoso de la naturaleza… El instrumento del juego, combinación de curiosidad y placer, es el arma más poderosa del aprendizaje”.

Sigamos jugando y aprendiendo.

Jesús C. Guillén

Referencias bibliográficas:

Anguera et al. (2013): “Video game training enhances cognitive control in older adults”. Nature, Sep 5; 501.

Bañeres et al. (2008). El juego como estrategia didáctica.  Graó.

Cardoso-Leite P. y Bavelier D. (2014): “Video game play, attention, and learning: how to shape the development of attention and influence learning?”. Curr Opin Neurol., 27.

Forés, Anna y Ligioiz, Marta (2009). Descubrir la neurodidáctica. UOC.

Frith, Chris (2008). Descubriendo el poder de la mente. Ariel.

Gerver, R. (2012). Crear hoy la escuela del mañana. Ediciones SM.

Hong et al. (2009): “Playfulness-based design in educational games: a perspective on an evolutionary contest game”. Interactive Learning Environments, 17.

Howard-Jones P. (2011). Investigación neuroeducativa. Neurociencia, educación y cerebro: de los contextos a la práctica. Madrid, La Muralla.

Howard-Jones, Paul (2014): “Neuroscience and Education: a review of educational interventions and approaches informed by Neuroscience”. Education Endowment Foundation.

Mora, Francisco (2013). Neuroeducación: sólo se puede aprender aquello que se ama. Alianza Editorial.

Posner, Michael I. y Rothbart, Mary K. (2007). Educating the human brain. American Psychological Association.

Prensky, Marc (2011). Enseñar a nativos digitales. SM.

Rueda M. R. et al. (2005): “Training, maturation, and genetic influences on the development of executive attention”. Proceedings of the National Academy of Sciences, 102.

Spitzer, Manfred (2005). Aprendizaje: neurociencia y la escuela de la vida. Omega.

Wilson et al. (2006): “Principles underlying the design of “The Number Race”, an adaptative computer game for remediation of dyscalculia”. Behavioral and Brain Functions, 2(19).

Para saber más:

Toda la información sobre gamificación y el valor educativo del juego de una de las mayores especialistas, Imma Marín:

http://www.immamarin.com/

Para un listado completo sobre juegos de aprendizaje:

http://www.spreelearninggames.com/

100 recursos para el aprendizaje basado en el juego y la gamificación:

http://www.theknowledgeguru.com/100-great-game-based-learning-and-gamification-resources/

Conferencia de una reputada neurocientífica, Daphne Bavelier, sobre los beneficios de los videojuegos:

http://www.ted.com/talks/daphne_bavelier_your_brain_on_video_games


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¿Por qué el cerebro humano necesita el arte?

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El arte en todas sus manifestaciones constituye una característica esencial que identifica al ser humano, ha permitido transmitir la cultura en toda su extensión y  ha sido y es básico para su supervivencia. Nuestro cerebro plástico necesita el arte. Ya en los primeros años y de forma natural el niño juega, canta, baila, dibuja y todas estas actividades son imprescindibles para su correcto desarrollo sensorial, motor, cognitivo, emocional y en definitiva cerebral que le van a permitir aprender a aprender. Y realizando todas estas actividades el niño se divierte, muestra orgulloso sus resultados a los demás, intenta mejorar y ésta es una forma efectiva de entrenar una de las grandes virtudes del ser humano: el autocontrol. La educación artística es una necesidad no porque nos haga más inteligentes sino porque nos permite adquirir toda una serie de competencias y rutinas mentales que están en plena consonancia con la naturaleza social del ser humano y que son imprescindibles para el aprendizaje de cualquier contenido curricular. Y esto es útil para todos los alumnos, por lo que se convierte en una forma estupenda de atender la diversidad en el aula.

EL CEREBRO ARTÍSTICO

Las neuroimágenes cerebrales revelan algunos indicios de por qué las actividades artísticas son tan importantes. Así, por ejemplo, se sabe que ciertas estructuras de la corteza visual solo responden a tonos musicales, que una parte importante del cerebro y del cerebelo interviene en la coordinación de todo tipo de movimientos, como en el baile, que en las recreaciones teatrales regiones del cerebro especializadas en el lenguaje oral que están conectadas con el sistema límbico nos proporcionan el componente emocional o, referido a las artes visuales, que nuestro sistema de procesamiento visual genera imágenes reales o ficticias con la misma facilidad (Sousa, 2011).

Como podemos ver en la figura 1, cada actividad artística activa diferentes regiones cerebrales. La música se procesa en la corteza auditiva  que está en el lóbulo temporal, las artes que conllevan movimiento como el baile o el teatro activan la corteza motora, las artes visuales como la pintura se procesan principalmente en los lóbulos occipital y temporal, mientras que la poesía o la prosa implican a las áreas  de Broca y Wernicke relacionadas con el procesamiento lingüístico (Posner et al., 2008).

Figura 1

¿POR QUÉ ENSEÑAR LAS ARTES?

Los estudios que han analizado la implementación de la educación artística en el aula han revelado que los efectos más potentes se encuentran en aquellos programas que se  integran plenamente en las asignaturas del currículo y que cuando ocurre esto se obtienen múltiples beneficios relacionados con el aprendizaje de los alumnos y su comportamiento. Rabkin y Redmond (2004) han identificado los más significativos:

  • Existe un mayor compromiso emocional de los alumnos en el aula.
  • Los alumnos trabajan de forma más activa y aprenden unos de otros.
  • Los grupos de aprendizaje cooperativo convierten las clases en comunidades de aprendizaje.
  • Se facilita el aprendizaje en todas las asignaturas a través de las artes.
  • Los profesores colaboran más y tienen mayores expectativas sobre sus alumnos.
  • El currículo se vuelve más real al basarse en un aprendizaje por proyectos.
  • La evaluación es más reflexiva y variada.
  • Las familias se involucran más.

Desde la perspectiva neuroeducativa, nos interesan especialmente tres factores imprescindibles para el aprendizaje que las artes pueden mejorar:

La memoria

En un estudio con alumnos de quinto grado (10-11 años) se diseñaron unidades didácticas relacionadas con materias científicas (astronomía y ecología) siguiendo dos procedimientos distintos: en uno se utilizó el enfoque tradicional y en el otro se integraron las artes en la unidad. Así, por ejemplo, en el segundo caso, los alumnos realizaban actividades con objetivos didácticos definidos que incluían actuaciones teatrales, dibujos de posters, recreación de movimientos o utilización de la música. El análisis de los resultados reveló que los alumnos que participaron en la unidad didáctica en la que estaban integradas las actividades artísticas mejoraron la llamada memoria a largo plazo, especialmente los alumnos con dificultades lectoras (Hardiman et al., 2014).

Las emociones

En un estudio longitudinal que duró tres años se quiso analizar cómo afectaba la integración de diferentes programas artísticos al desarrollo personal de alumnos con edades entre 9 y 15 años que pertenecían a entornos socioeconómicos desfavorecidos. En la primera parte del programa se permitió elegir a los alumnos del grupo experimental entre diferentes formas artísticas como la música, la pintura, la grabación de videos, la escritura de guiones o el  diseño de máscaras; en la segunda se profundizó más en los medios elegidos a través de un trabajo cooperativo; y en la etapa final en la que intervenían todos los alumnos se escenificó una obra de teatro y se grabó un video sobre la propia comunidad escolar. Los tres años de aplicación del programa revelaron que los estudiantes mejoraron sus habilidades artísticas y sociales, redujeron sus problemas emocionales y, en general, desarrollaron más que el grupo de control toda una serie de competencias interpersonales como la comunicación, la cooperación o la resolución de conflictos (Wright et al., 2006).

La creatividad

Las artes enseñan a los niños que  los problemas reales suelen tener más de una solución posible, que es necesario analizar las tareas desde diferentes perspectivas, que la imaginación es una  poderosa guía en los procesos de resolución o que no siempre existen reglas definidas cuando tienen que tomar decisiones (Eisner, 2004).

Cuando se integran las disciplinas artísticas en las prácticas pedagógicas se promueve el pensamiento creativo y divergente en los alumnos y no solo eso, sino que también desarrollan un pensamiento más profundo. Un ejemplo sobre esto último lo podríamos encontrar en el programa Artful Thinking  desarrollado por el  Proyecto Zero de Harvard que utilizaba el poder de las imágenes visuales (ver figura 2), como las de las obras de arte, para estimular en los alumnos procesos como la curiosidad, observación, comparación o relación entre  ideas imprescindibles para el desarrollo del pensamiento creativo y del aprendizaje (Hardiman, 2012).

Figura 2

Comentamos, a continuación,  aspectos relevantes sobre algunas de las disciplinas artísticas:

MÚSICA

La música nos produce bienestar porque estimula nuestro sistema de recompensa cerebral que libera dopamina y eso nos hace sentir bien. Es beneficioso desde la perspectiva emocional escuchar música, pero desde la perspectiva cognitiva es mejor practicarla. Así, por ejemplo, la activación simultánea de áreas sensoriales y motoras al tocar un instrumento musical conlleva la mejora de capacidades generales como la memoria de trabajo o la atención (Mora, 2013). No obstante, existen muchos malentendidos al respecto.

¿Nos hace la música más inteligentes?

Hay diversos estudios que sugieren que los niños que reciben educación musical obtienen mejores resultados académicos. Sin embargo, la existencia de una correlación no significa que haya una causalidad. El niño puede obtener estos mejores resultados debido a otros factores relacionados, por ejemplo, con sus propias capacidades o con el entorno familiar en el que se desarrollan.

Cuando se utilizan diseños experimentales rigurosos en los que existe un grupo de niños asignados de forma aleatoria que recibe instrucción musical y otro grupo de control que no la recibe, los resultados son diferentes. Y aunque pueda parecer sorprendente, ha habido muy pocos experimentos de este tipo y con resultados poco esclarecedores sobre los beneficios cognitivos que reporta la actividad musical.

El grupo de investigación de Elisabeth Spelke ha analizado estas cuestiones en una investigación muy reciente (Mehr et al., 2013). En uno de los experimentos se asignaron de forma aleatoria 29 niños de cuatro años de edad a clases de música o de artes visuales de 45 minutos durante seis semanas. Después de ese período de tiempo se realizaron una serie de pruebas y no se encontraron diferencias en las que medían la competencia lingüística y matemática de los niños de ambos grupos y una diferencia muy pequeña en las pruebas espaciales. Como réplica al anterior experimento, los investigadores diseñaron otro similar en el que ahora participaron 45 niños que fueron asignados al grupo experimental que recibía las clases de música o a un grupo de control que no recibía ningún tipo de instrucción. Y en este caso no hubo prácticamente diferencias entre los dos grupos (ver figura 3):

Figura 3

¿Quiere decir esto que la instrucción musical no produce beneficios cognitivos? Evidentemente no. Por una parte hacen falta más estudios que complementen esta investigación y por otra este estudio no medía la inteligencia general de los niños como sí hacían otros sino que iba más encaminado a analizar áreas específicas como la de matemáticas. Lo cierto es que, como manifiesta la propia Elizabeth Spelke, el debate sobre la importancia de la educación musical en particular, o la artística en general, no debería centrarse en los beneficios externos (como puede ser la mejora matemática que se pone en duda en el estudio comentado) sino en los beneficios inherentes al arte como son los relacionados con cuestiones emocionales o sociales. Y esos no requieren ninguna demostración empírica.

En 1993 apareció en la revista Nature un artículo en el que se informaba sobre una mejora temporal en el razonamiento espacial en adultos al escuchar durante 10-15 minutos a Mozart (Rauscher et al., 1993). Este hallazgo fue totalmente distorsionado por los medios de comunicación  haciendo creer que la exposición temprana de los niños a la música clásica mejoraría su cociente intelectual.  Lo cierto es que no se ha comprobado nunca esto y el llamado “efecto Mozart” hay que considerarlo un neuromito más.

ARTES VISUALES

El cerebro humano ha desarrollado una extraordinaria capacidad para crear imágenes mentales internas e incluso, se ha demostrado en estudios con neuroimágenes que se activan las mismas regiones cerebrales al ver una escena real que al imaginarla (Thompson et al., 2009). Esto es muy interesante, porque la visualización es una herramienta potente en los procesos de memorización.

¿Qué puede aportar una clase de dibujo?

Si preguntáramos a los alumnos qué aprendieron en las clases de artes visuales seguramente la mayoría respondería que aprendieron a dibujar, a pintar o a representar algún gráfico. Es lógico que en las clases de arte se aprendan las técnicas artísticas correspondientes, sin embargo, se pueden aprender muchas más cosas. Winner y sus colaboradores (2006) han identificado ocho disposiciones (rutinas mentales) que los alumnos pueden desarrollar en las clases de artes visuales y que pueden transferirse a otros dominios del aprendizaje:

  • Utilización de herramientas y materiales: los alumnos aprenden las técnicas propias de la disciplina utilizando, por ejemplo, pinceles y lápices o pintura y arcilla.
  • Participación y perseverancia: los alumnos aprenden a comprometerse con la materia a través de los proyectos realizados.
  • Imaginación: los alumnos aprenden a visualizar e imaginar situaciones que se alejan de la mera observación.
  • Expresión: los alumnos aprenden a transmitir una visión personal en sus trabajos.
  • Observación: los alumnos aprenden a utilizar una mirada propia y a percibir detalles menos obvios.
  • Reflexión: los alumnos aprenden a explicar, justificar y evaluar lo que realizan con un espíritu crítico.
  • Exploración: los alumnos aprenden a ir más allá de sus creaciones, a tomar nuevos riesgos y a aprender de sus errores.
  • Comprensión del mundo artístico: los alumnos aprenden a relacionarse con el arte y a entender todo lo asociado a él como galerías, museos, etc.

Nadie puede dudar de la utilidad de todas estas disposiciones en cualquiera de las materias curriculares (ver figura 4).

Figura 4

ARTES ESCÉNICAS

De forma paradójica, las actividades escolares que implican movimiento, sean artísticas como cualquier estilo de baile o el teatro o deportivas como en el caso de la Educación Física, están siendo reducidas. Sin embargo, las investigaciones en neurociencia están demostrando su importancia a todos los niveles, incluido el cognitivo. Por ejemplo, la danza es una estupenda forma de desarrollar tres aspectos del pensamiento creativo: la fluidez, la originalidad y la capacidad de abstracción (Bradley, 2002). Por otra parte, hoy sabemos que los mismos circuitos neurales que se activan al realizar una acción también lo hacen al observar a otra persona haciéndola. Estas neuronas espejo posibilitan la imitación, una poderosa forma de aprendizaje.

¿Vale la pena apuntar a mi hijo a teatro?

En una investigación en la que Catterall (2002) analizó los estudios realizados sobre los efectos del teatro en entornos escolares identificó muchos beneficios, algunos de ellos relacionados directamente con las materias curriculares y otros, que son los más importantes,  con el desarrollo integral de la propia persona. Los más representativos son los siguientes:

  • Convierte los conceptos abstractos en conceptos concretos.
  • Aborda los contenidos curriculares desde una perspectiva más atractiva.
  • Mejora su vocabulario.
  • Acerca el aprendizaje al mundo real.
  • Permite reflexionar a los alumnos sobre lo que hacen y comparar sus opiniones con las de los demás.
  • Fomenta la tolerancia y el respeto por los demás.
  • Mejora su autocontrol y su autoestima.
  • Suministra un sentimiento de libertad acompañado de responsabilidad.

En mi caso particular, puedo asegurar que algunas  de las mayores satisfacciones en mi experiencia docente provienen de haber comprobado como alumnos con dificultades para el aprendizaje o para relacionarse con los compañeros adquirían toda una serie de competencias interpersonales  a través del teatro que les hacían mejores alumnos y sobre todo personas más felices.

EN LA PRÁCTICA

Ya hemos hablado de la relevancia de las artes como tales, pero lo más importante es integrar las actividades artísticas en cada una de las diferentes materias curriculares asumiendo una perspectiva transdisciplinaria. Será un acto creativo (no podemos pedir a nuestros alumnos que sean creativos si nosotros no lo somos) que despertará la curiosidad del alumno. Y como tantas veces hemos comentado, esta carga emocional facilitará la atención y con ello el aprendizaje. Cuando estamos motivados, todo es más fácil.

Veamos algunos ejemplos concretos (más información en Sousa, 2011):

  • Artes visuales. El profesor de Química pide a sus alumnos que dibujen un organizador gráfico en el que se muestren las fases más importantes de un experimento.
  • Música. El profesor de Historia pide a sus alumnos que reflejen en la letra de una melodía popular los hechos más significativos de la Revolución Francesa.
  • Poesía. El profesor de Matemáticas pide a sus alumnos que escriban una estrofa de un poema sobre los pasos que hay que seguir al resolver una ecuación matemática.
  • Teatro. El profesor de Inglés pide a sus alumnos que escriban un final alternativo de la obra Romeo y Julieta y que hagan una recreación teatral del mismo.

Y podemos seguir todo lo que nuestra imaginación nos permita. Podemos encontrar ejemplos en cualquier asignatura y en cualquier etapa educativa.

Por otra parte, en el caso de currículos artísticos específicos, ya hemos comentado que el aprendizaje basado en proyectos es una muy buen opción porque fomenta más el trabajo cooperativo, la reflexión o la autoevaluación que los enfoques tradicionales, generando además una mayor motivación intrínseca en el alumno.

CONCLUSIONES FINALES

No se puede negar que las actividades artísticas están arraigadas en el propio desarrollo del ser humano desde su nacimiento y que constituyen una recompensa cerebral natural necesaria para el aprendizaje. Porque la práctica de cualquiera de las manifestaciones artísticas lleva asociada un componente emocional que nos motiva y que nos permite contemplar el mundo que nos rodea desde una perspectiva diferente, más estética, más profunda. La Educación Artística resulta imprescindible porque permite a los alumnos adquirir toda una serie de competencias socioemocionales básicas para su desarrollo personal y que, además,  les hacen más felices. Y ese es el verdadero aprendizaje, el que les prepara para la vida. El cerebro humano, que es un órgano complejo en continua reestructuración, agradece los retos y necesita el arte.

Jesús C. Guillén

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Referencias bibliográficas:

  1. Bradley K. (2002): “Informing and reforming dance education research”. En Deasy R. (Ed.), Critical links: learning in the arts and student academic and social development. Arts Education Partnership.
  2. Catterall J. (2002): “Research on drama and theater in education”. En Deasy R. (Ed.), Critical links: learning in the arts and student academic and social development. Arts Education Partnership.
  3. Eisner, Eliot W. (2004). El arte y la creación de la mente: El papel de las artes visuales en la transformación de la conciencia. Paidós.
  4. Hardiman, Mariale (2012). The brain-targeted teaching model for 21 st-century schools. Corwin.
  5. Hardiman M. et al. (2014): “The effects of arts integration on long-term retention of academic content”. Mind, Brain and Education, 8(3).
  6. Mehr SA. Et al. (2013): “Two randomized trials provide no consistent evidence for nonmusical cognitive benefits of brief preschool music enrichment”. PLoS ONE 8(12).
  7. Mora, Francisco (2013). Neuroeducación: sólo se puede aprender aquello que se ama. Alianza Editorial.
  8. Posner, M. et al. (2008): “How arts training influences cognition”, en Learning, arts and the brain: the Dana Consortium on arts and cognition, Danna Press.
  9. Rabkin N. y Redmond R. (2004). Putting the arts in the picture: reforming education in the 21st century. Columbia College.
  10. Rauscher et al. (1993): “Music and spatial task performance”. Nature, Oct. 14.
  11. Sousa, David A. (2011). How the brain learns. Corwin.
  12. Thomson W. et al. (2009): “Two forms of spatial imagery: neuroimaging evidence”. Psychological Science, 20.
  13. Winner E. et al. (2006): “Studio thinking: how visual arts teaching can promote disciplined habits of mind”. En Locher P. et al. (Eds), New directions in Aesthetics, Creativity, and the Arts. Baywood.
  14. Wright R. (2006): “Effect of a structured performing arts program on the psychosocial functioning of low-income youth: findings from a Canadian longitudinal study.”. Journal of Early Adolescence, 26.

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Mentalidad de crecimiento: la mejora siempre es posible

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Nuestro cerebro es un órgano complejo que trabaja en paralelo realizando continuas predicciones y asimilando información a través de la asociación de  patrones ya conocidos. Como es muy maleable, las experiencias vitales hacen que se vaya reorganizando y es este proceso de adaptación continua el que nos permite aprender durante toda la vida, lo cual tiene enormes repercusiones educativas. Conocer que nuestro cerebro es plástico, que podemos generar nuevas neuronas o que la inteligencia es una capacidad maleable constituye una puerta abierta a la esperanza porque permite desarrollar lo que Carol Dweck llama mentalidad de crecimiento, aquella que nos permite afrontar mejor los retos al creer que nuestras habilidades personales pueden desarrollarse. La mejora siempre es posible.

Cuando John Hattie (2012), después de examinar más de 900 metaanálisis en los que intervinieron más de 240 millones de alumnos de todo el mundo, identificó y clasificó las 150 influencias más relevantes sobre el aprendizaje, la primera posición correspondió a las expectativas del alumno: las creencias propias sobre su rendimiento académico, muchas veces basadas en experiencias previas negativas, influyen de forma extraordinaria en su aprendizaje. Y es que han de haber sido muy negativas las experiencias pasadas en niños con edades entre 10 y 12 años cuando les hemos escuchado comentarios del tipo: “a mí siempre se me dieron mal las matemáticas”, “nunca podré aprobarlas porque no he nacido para ello” o “hay que ser muy inteligente para aprobarlas”, todos ellos ejemplos representativos de lo que Carol Dweck llamó mentalidad fija, en contraposición a la mentalidad de crecimiento que comentábamos anteriormente. Afortunadamente, la plasticidad cerebral nos permite mejorar los pensamientos que, a su vez, permiten mejorar el cerebro.

Mentalidad de crecimiento vs mentalidad fija

Las creencias previas de los alumnos (también las de los profesores) sobre su inteligencia condicionan la forma que tienen de afrontar los retos. Algunos creen que la inteligencia es fija y que debido a los determinismos genéticos no podemos hacer nada para cambiarla, mientras que otros creen que sí podemos desarrollarla y mejorarla mediante la Educación. Y esta diferente forma de entender la inteligencia repercute en el rendimiento académico del alumno.

Blackwell, Trzesniewski y Dweck (2007) analizaron durante cinco años seguidos a alumnos de séptimo grado (12-13 años) en el contexto de la asignatura de matemáticas. En el primer estudio, al principio de curso, evaluaron sus mentalidades (fija o de crecimiento) con una serie de tests y comprobaron que la de crecimiento, aquella que considera que la inteligencia es maleable, predecía una trayectoria ascendente de los alumnos en los dos cursos siguientes (ver figura 1).

Figura 1

Los análisis revelaron que existían algunas variables importantes que podían explicar las diferentes calificaciones en matemáticas obtenidas por los alumnos. Así, por ejemplo, aquellos que tenían una mentalidad de crecimiento se preocupaban más de los objetivos y del proceso de aprendizaje, eran más persistentes ante las dificultades y creían más en la importancia del esfuerzo para obtener los resultados adecuados. Por el contrario, los alumnos con una mentalidad fija creían que el esfuerzo solo era provechoso para aquellos que les faltaba capacidad, eran menos resistentes cuando aparecían dificultades y más proclives a realizar trampas para obtener los resultados esperados.

¿Se puede promover una mentalidad de crecimiento en los alumnos?

En un segundo estudio con 99 alumnos de la misma etapa educativa que tenían un bajo rendimiento académico, las investigadoras quisieron analizar cómo afectaba a su evolución académica una intervención que promovía una mentalidad de crecimiento. En ocho sesiones que duraban unos 25 minutos, el principal mensaje que se les quería transmitir a los alumnos era que el aprendizaje cambia el cerebro formando nuevas conexiones neuronales y que ellos son responsables del proceso. Se les enseñaba que la inteligencia era maleable a partir de lecturas inspiradoras en las que se presentaban analogías (el cerebro como músculo que se puede fortalecer) o ejemplos  cercanos (la mejora de la inteligencia de los bebés como consecuencia del aprendizaje) que eran complementados por actividades prácticas y debates.

Los resultados no ofrecieron dudas. Los alumnos del grupo que recibieron el cursillo sobre el funcionamiento del cerebro mejoraron sus resultados académicos, a diferencia de los integrantes  del grupo de control a los que se impartió un curso sobre memoria y cuyos resultados continuaron empeorando (ver figura 2). Conocer cómo funciona el cerebro constituye un elemento motivador imprescindible.

Figura 2

Estudios posteriores relacionados con esta investigación han revelado aspectos significativos:

Creencias del profesor

Cuando los profesores muestran una mentalidad de crecimiento son más proclives a animar  al alumno (“si trabajas duro mejorarás”) y a suministrarle estrategias concretas para su mejora (“cambiando los hábitos de trabajo mejorarás”). En cambio, los profesores con una mentalidad fija suelen ser incapaces de hacer salir de la zona de confort a sus alumnos justificando sus malos resultados (“no todo el mundo puede ser bueno en matemáticas”) (Dweck, 2008). Este es el camino directo hacia uno de los efectos más perjudiciales de la Educación: la inaceptable estigmatización  o “etiquetado” del alumno.

Elogios, los adecuados

Los estudios demuestran que cuando se elogia al alumno por su esfuerzo (“gran resultado, debes haber trabajado mucho”), atribuye el éxito al trabajo duro, disfruta de los nuevos retos y mejora su perseverancia ante la tarea y su resiliencia. Mientras que cuando se elogia al alumno por su capacidad o inteligencia (“gran resultado, debes ser muy inteligente”), suele rechazar los nuevos retos que puedan cuestionar su capacidad por lo que disminuye su perseverancia y su resistencia al fracaso. Y no solo eso sino que, en muchas ocasiones, busca otros compañeros con dificultades que le hagan acrecentar un falso ego y sentirse así mejor (Dweck, 2012).

Los escáneres cerebrales no mienten

Ya hemos visto que la facilidad con la que los alumnos se recuperan de los errores depende de sus creencias sobre sus capacidades personales. ¿Pero qué dicen los escáneres cerebrales al respecto?

Al medir la actividad eléctrica cerebral cuando se enfrentan los alumnos a los errores por  la dificultad de las nuevas tareas presentadas se encuentran claras diferencias. Aquellos que tienen mentalidad fija, como huyen del error, prácticamente no muestran actividad eléctrica ante los nuevos retos (ver figura 3), en comparación a aquellos que tienen una mentalidad de crecimiento que les hace perseverar, analizar el error y buscar formas de mejorarlo (Moser et al., 2011).

Figura 3

Juegos para mejorar la perseverancia

En el juego matemático Refraction, diseñado para enseñar las fracciones, se introdujo un sistema de puntuación que premiaba el esfuerzo y la variedad estratégica (ver figura 4).

Figura 4

Al analizar el comportamiento durante el juego de 15000 niños, se comprobó que con esta modificación  mejoraba el compromiso y la perseverancia de los participantes y se esforzaban durante periodos de tiempo más prolongados (ver figura 5) cuando se les presentaban problemas más complicados (O’Rourke et al., 2014). Otra forma efectiva de mejorar la mentalidad de crecimiento con todo lo que conlleva en lo motivacional la integración del componente lúdico en la enseñanza.

Figura 5

Implicaciones pedagógicas

Analicemos algunas sugerencias prácticas que consideramos imprescindibles para mejorar esta mentalidad de crecimiento tan importante para el éxito del alumno, no solo en lo académico sino también en lo personal:

Enseñar cómo funciona el cerebro

Explicar a los alumnos de cualquier edad que el cerebro es muy plástico y que nos permite un aprendizaje continuo, que somos capaces de generar nuevas neuronas o que las sinapsis se pueden fortalecer al aprender algo nuevo y hacernos más inteligentes es imprescindible. Y eso se podría hacer, por ejemplo, dedicando los primeros minutos de las primeras clases del curso para despertar la motivación inicial. Os sorprenderíais si vierais las caras de algunos adolescentes cuando se les muestran neuroimágenes de personas con trastornos del aprendizaje como la dislexia o la discalculia en  las que aparecen las mejoras de regiones cerebrales, previamente disfuncionales, como consecuencia del entrenamiento. La plasticidad cerebral lo permite.

Asumir el error con naturalidad

No podemos pedir lo que los profesores no podemos ofrecer. El error forma parte del proceso de aprendizaje. Es nuestra obligación crear un clima emocional seguro en el aula en el que todos nos equivocamos, rectificamos, analizamos y aprendemos. No coartemos la creatividad de los alumnos.

Elogiar por el esfuerzo

Elogiemos por el esfuerzo y no por la capacidad. Es indudable que para llegar a ser Einstein o Mozart han de existir unos condicionamientos genéticos, pero sin un enorme esfuerzo no hubieran podido ser quienes fueron. El verdadero éxito radica en la mejora personal, no en la constante comparativa con los demás. Cada persona es única porque su cerebro es único.

Sin etiquetas

Si nuestro cerebro nos permite desarrollar una mentalidad de crecimiento y una mejora continua, es antieducativo valorar las capacidades de los alumnos con un criterio de inalterabilidad. Y, como consecuencia de ello, los docentes hemos de tener siempre expectativas positivas sobre nuestros alumnos. En caso contrario, los propios mecanismos cerebrales inconscientes capaces de captar cualquier pequeño mensaje no verbal condicionarán nuestras relaciones con los alumnos en el aula.

Lo importante es el proceso

Si no somos capaces de desligarnos de la dictadura ejercida por los resultados académicos, los alumnos no disfrutan del proceso y no se centran en lo verdaderamente importante: el aprendizaje. Pero para ello, ha de ser un aprendizaje significativo, útil, en definitiva cercano a la realidad y con aplicaciones prácticas directas en la vida cotidiana. Valoremos el esfuerzo y no olvidemos también la importancia del feedback durante el proceso de aprendizaje, tanto para el profesor como para el alumno.

No eliminar los retos

Los retos constituyen uno de los ingredientes esenciales para el aprendizaje, aunque han de ser adecuados para potenciar la motivación. Conforme el alumno mejore su mentalidad de crecimiento dispondrá de más estrategias para afrontar tareas de mayor dificultad.

Conclusiones finales

Las modernas investigaciones en neurociencia están demostrando que la inteligencia se puede mejorar. Incluso existe algún estudio que demuestra cómo, en el caso de los adolescentes, una mejora en pruebas verbales y no verbales para medir el cociente intelectual va acompañada de una mayor densidad neuronal en regiones cerebrales que intervienen en estos procesamientos (Ramsden et al., 2011). Por lo tanto, la mentalidad de crecimiento parte de una premisa real. Y lo más importante es que la creencia de que es posible desarrollar nuestras capacidades personales nos permite afrontar mejor los desafíos que nos plantea la vida cotidiana.

Desde la perspectiva educativa, esto permite a los alumnos mejorar sus resultados académicos y su aprendizaje. Y en este proceso resulta fundamental, por un lado, conocer cómo funciona el cerebro humano y, por otro, es esencial crear un clima emocional seguro en el aula donde las expectativas de los alumnos y de los profesores sean siempre positivas. Sin olvidar la importancia de generalizar la colaboración a todos los miembros de la comunidad: directivos, profesores, familias y alumnos.

No desaprovechemos las enormes posibilidades de mejora que nos permite nuestro cerebro. El esfuerzo vale la pena.

Jesús C. Guillén

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 Referencias:

  1. Blackwell, L. S. et al. (2007): “Implicit theories of intelligence predict achievement across an adolescent transition: a longitudinal study and an intervention”. Child Development 78 (1), 246-263.
  2. Dweck, C. (2008): “Mindsets and math/science achievement”. Carnegie-IAS Commission on Mathematics and Science Education.
  3. Dweck, C. (2012). Mindset: how you can fulfil your potential. Robinson.
  4. Hattie, J. (2012). Visible learning for teachers. Maximizing impact on learning. Routledge.
  5. Moser, J. S. et al. (2011): “Mind your errors: evidence for a neural mechanism linking growth mind-set to adaptive posterror adjustments”. Psychological Science 22 (12), 1484-1489.
  6. O’Rourke, E. et al. (2014): “A growth mindset incentive structure boosts persistence in an educational game”. Proceedings of the ACM Conference on Human Factors in Computing Systems (CHI 2014). Toronto, Canada.
  7. Ramsden, S. et al. (2011): “Verbal and non-verbal intelligence changes in the teenage brain”. Nature 479, 113-116.

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